Blogia
Los Relatos de Ruben

La Ciudad de las Almas Purgantes

Desde la Cofradía de las Tres Marías en el Reino entre el Aquí y el Allá:

Para todos los lectores.
El Gurú de las Artes Mentalistas y Predictivas.
Viajero y guerrero astral.
Médico en lo paranormal
tiene el agrado de presentarles:



La Ciudad de las Almas Purgantes

La ciudad de las almas purgantes
Negro el color de nuestras vestiduras.
No por nosotros sino por vosotros,
Por vuestros miedos y dudas.
Macabra siempre nuestra presencia.
No por maldad en nuestros corazones
Sino por marcar la diferencia.
Oscuros los lugares que frecuentamos.
No por necesidad de escondernos,
Por nuestro miedo a las tinieblas superado.
Vosotros nos señaláis con el dedo
Y nos juzgáis ridículos.
¿De que os reís, necios?
Tenemos el valor de ser distintos.
Vuestro miedo a la oscuridad representamos.
En nosotros veis vuestra propia maldad oculta.
Somos la Nación Gótica. La Raza Nocturna...


La ciudad se hallaba en una planicie, circunvalada por grandes riscos, rodeado de una maleza exuberante. La cordillera de los Innombrables, corre paralela a la línea occidental de forma continua, con profundas quebradas, macizos, altiplanicies, llanuras y valles longitudinales y transversales, configurando la región de Los Decapitados. Su morfología es muy compleja, por lo que se divide en tres principales cadenas: la cordillera Occidental, la cordillera Central y la cordillera Oriental, dentro de las cuales se encuentran cadenas menores, como la cordillera Blanca o la cordillera Huayhuash también llamada “La de almas perdidas”. A través del camino de un bosque espeso repleto de altos árboles los cuales forman un techo bajo es Sol, vi a un acantilado donde se visualiza la Ciudad en todo su esplendor. O casi. 


La Ciudad.
En la cima de un precipicio de unos mil metros de caída libre, apreciaba la gran metrópoli. Por vez primera pude apreciar el cielo. De color rojizo, se hallaba taponado de nubes rojas, cirrus stratus y cumulus nimbus. Los colores de las nubes eran de un rojo carmesí, en su lugar más espeso, rojo sangre espesa.
Al fondo del horizonte que mi vista me permitía apreciar, sobre la región de Los Decapitados, se apreciaba grandes formaciones de rascacielos. La ciudad, con un estilo gótico resaltaba por los colores oscuros y opacos. Con poca luz en general, era una ciudad extraña. Sobre el cielo, volaban criaturas parecidas a las del Jurásico.

Visiones.
-Bueno es hora de bajar me dije, me desvanecí. Aparezco en un callejón oscuro, lleno de ratas y maloliente. Sobre mi cabeza se denotaba la arquitectura de los godos por doquier. Las almas, miraban para abajo y temían. No me podían ver, pasaban a trabes de mi cuerpo astral, pero apreciaba en sus rostros, miedo y perdición. Un cartel de neon, resaltaba sobre la mitad del callejón. A su costado, recipientes de basura. Ratas e insectos por todos lados. Cada tanto, se escuchaba un grito. Entro al local. Un antro.
En él, resaltaba tenuemente un mostrador, con una luz roja. El fondo, una oscuridad total. De momento veo el mesero. De forma humana, vestido con joyería de plata, cadenas y anillos y ropaje de un monje, la cara regordeta roja, se le marcan dos cuernitos.
El ángel del demonio, servía un cóctel espumoso y caliente. Dos mujeres tomaban el brebaje del mismo recipiente. Era una escena netamente lésbica. De golpe siento sonidos en el fondo.

El show
No podría describir la escena que presencie. Las almas bailaban apretujadas al son de una música sádica. Se enciende una luz, y comienza un streaptease. Gritos, súplicas, dos guerreros aparecen en escena, las almas se hacen a un costado. Una mujer de escotes exuberantes y un corse increíble, mucho terciopelo y mangas caídas hasta el infinito, que junto con el otro guerrero que usaba una larga gabardina y ropa sencilla, traían un cuerpo encadenado de los tobillos.
Se lo entregan al ser de la Oscuridad, este lo cuelga boca abajo atado. Comienza el show.
Con un grito de ultratumba, este lo desgarra con las uñas, y mete su cabeza en los intestinos. Mientras el alma se comienza a bambolear, varios que estaban alrededor del palco comienzan a alimentarse de las sobras del intestino y tripas.
-¡Mas. Mas! -El grito se hace ensordecedor.
Me retiro del lugar me subo a una cornisa en lo alto de una Catedral que resaltaba por encima de toda edificación. Veo caer almas de ese cielo rojizo. Al mismo tiempo aprecio como las aves se mastican esos cuerpos sin cuerpos.
Siento un grito abajo. Observo. Esos seres oscuros, corrían a las almas y se alimentaban de ellas. Llovía. A lo lejos un rayo, uno blanco otro rojo, más a lo lejos un vendaval. Comienza una violenta batalla aérea asociada a un centro de baja presión y un núcleo caliente, en donde las almas del lugar giran en contra de las manecillas del reloj. Estas eran succionadas por los seres que utilizaban la baja presión atmosférica reinante. Terminaban el el Lado Oscuro.
Por contrapartida, acompañado de bandas nubosas en forma de espiral, el ojo del vendaval de un diámetro muy variable, que se caracterizaba por ser una zona de calma, con viento débil, poca nubosidad y precipitación, poseía las almas que eran expulsadas del lugar, a los cielos. El ojo se caracterizaba por ser de una luz brillante y muy poderosa. Las almas que por casualidad se hallaban allí, en el lugar del ojo, saltaban a la Clínica directamente.

La Catedral
Reaparecí en la Plaza de los Innombrables. De forma hexagonal, ésta poseía en su centro La Catedral. La imagen era como si un camarógrafo filmara desde arriba y desde un costado. Resaltaba la Catedral como dominando el entorno. Su fachada una obra de 3 dimensiones, cuyo relieve acentuaba las zonas de luz y sombra, poseía 2 arcos apuntados que se cruzaban formando el soporte de la bóveda. El peso de ésta recaía sobre los pilares. Poseía grandes ventanales cubiertos con vidrieras.
El acceso principal de la misma estaba formado por una gran escalinata de mármol, resaltado por dos figuras en mármol de tigres de bengala alados, uno a cada lado. Sus vidrieras se situaban al fondo, de arcos en plena cimbra, y sus torres cuadradas dibujaban un plano poligonal. A pesar de la poca luz reinante, se apreciaba claramente su verticalidad, altura y esbeltez.
Poseía seis escalinatas de mármol, con la misma disposición que en el acceso principal.
La diferencia radicaba que bordeaba la Catedral un corredor externo hecho en mármol de Carrara cubiertas de figuras de guerreros, extraídos muy parecidas al Renacimiento. Cada escalinata estaba ubicada en las puntas de polígono. La parte más alta de la fachada estaba cubierta por dos seres alados, parados en posición de vuelo en cada punto del polígono.

La fiesta.
Al principio resaltaba los asientos y el altar. Quería ver más. La imagen comenzó a rotar, al principio lentamente, luego sobresalió lo que se quería ver. Un monje, vestido de capa negra, con una cruz invertida comenzaba a dar lo que me pareció en principio un sermón. Fue así que me reubique detrás de él, para apreciar el acontecimiento. Detrás de él, un pentagrama con la figura del ser humano invertida. La nave principal estaba media vacía de feligreses. -¿Feligreses, qué feligreses? – me preguntaba cuando mi interés dio un nuevo giro. Quería ver quienes eran los que allí iban.
Cuando mi vista se hubo adaptado, a la luz reinante pude, por vez primera, apreciar las figuras de los mismos. Ahora la imagen era como si el camarógrafo hubiese enfocado delante, el cura, y detrás, las primeras filas por encima de la cabeza de éste.
De forma humana en apariencia esos seres estaban atentos a lo que hacía. Padres, madres, niños todos vestían con el mismo atuendo. Una capa negra y toda la vestimenta negra. De cara humana, no se diferenciaban en nada de un ser humano.
De momento percibí una necesidad imperiosa de ver lo que el cura hacía. Sobre el altar delante de él, el cuerpo de un niño.
Sobre su costado izquierdo una mesa de madera labrada, que denotaba el paso del tiempo. Sobre esta última, instrumentos de incisión. La imagen era enfocada desde arriba y costado del cura que auspiciaba el evento. Estas, estaban en “off”, apagadas. No percibía lo que decía, si lo que hacía.
De momento se borro toda imagen, y apareció resaltado un puñal pequeño en lo alto, sostenido por dos manos. Otro cambio de escena. Ahora me vi entre el altar y los feligreses, pero de espalda a éstos. El cura arremetiendo contra el pecho de esa alma humana. Al instante dos líneas de sangre brotando por el costado del altar, cayendo sobre una especie de alcantarilla sin tapar.
Cambió la escena nuevamente. Vi el líquido rojo correr por los costados de la nave principal. Se denotaba los movimientos de los feligreses, como tomando vida. Empecé a ver la escena desde arriba y un costado del altar. Cuatro mesas a los costados. Cada una, con un alma humana, sangrando.
Desaparecí y reaparecí nuevamente desde la entrada y desde arriba. El cura se esfumó. Cuatro feligreses alimentándose de las almas que estaban en las mesas mencionadas. Cuatro por cada mesa. Sobre la alcantarilla, licántropos peleándose por las sobras vertidas en la alcantarilla. Los feligreses, se alimentaban. Otra imagen, ahora desde el exterior. Los tigres mencionados, doce en total, dos por cada escalinata adquirieron vida. Comenzaron a alimentarse de las almas que se encontraban en la Plaza de los Innombrables. Los seres alados, adquirieron vida y abriendo sus alas, comenzaron el vuelo. Los guerreros, que habían estado como un mural de piedra en las paredes exteriores, arreaban las almas al centro.
Otro cambio de imagen. Me vi volando. La imagen era amarilla. Era los ojos de una de esas bestias voladoras. Las almas humanas se apreciaban transparentes, resaltando el rojo de su corazón. Estas se abatieron sobre ellas.
 
Sus moradores.
Reaparecí en una zona rodeada de cuestas y lomas. Caracterizada por calles empinadas con vistas panorámicas de la “Bahía de las almas malditas” y las montañas que la rodean, me encontré en medio de una loma empinada que terminaba en los muelles de la metrópoli.
Una de las cosas que me llamó la atención, era el silencio existente en dicho lugar. La imagen que tenía delante de mi era la de un camarógrafo que enfocaba la escena desde arriba de la cabeza del espectador. En principio era una escena estática, como si contemplase una fotografía.
La arquitectura de las casas, denotaban la evolución de precedentes románicos y otros condicionantes teológicos, tecnológicos y sociales. Esta, se hallaba caracterizada por un fuerte expresionismo, algunas veces en el límite de la caricatura, y al mismo tiempo por una lírica belleza y elegancia formal.
Inmerso en ese ambiente, me vi catapultado hacia abajo, en medio de una callejuela oscura y maloliente. Al fondo, se apreciaba parte de la zona portuaria. Sobre sus costados, basurales por doquier, ratas y comadrejas.
Por encima de mi cabeza, un cielo encapotado, oscuro, con una nubosidad, cuya textura denotaba el movimiento de almas, ni buenas ni malas, sólo almas. Sólo el dolor y el escape. -¿pero de qué escapaban?
De golpe, un cambio de escena brusco. La cámara baja a nivel de mis ojos y entre dos avenidas o calles, no sabría bien identificar, un callejón sin salida. A mi espalda, una casa de dos plantas, oscuras conformada por estructura de un relieve gótico, terminando con dos torres en punta. En una de ellas, un ser alado estaba oteando el horizonte hacia la Cordillera Huayhuash.
 
-¿Qué me hizo detenerme en este punto? – Por mi cabeza pasaba cuando mis sentidos de percepción, no visual, identificó la figura.
Sólo apreciaba el contorno. En principio, el lomo, cubierto de una espesa pelambre se hallaba como hurgando entre la basura y las ratas que corrían despavoridas. El olor nauseabundo persistía por encima de todo tipo de sentidos.
De pronto, otro cambio de escena. De arriba y delante de la bestia, me veo observando. El licántropo se alimentaba del alma de un niño de diez años. Un gruñido. Comienza a olfatear, y mirar en mi dirección. Lo noto levantarse. No me distingue, pero con esa acción me demostró que me percibió. Al no verme, prosigue con su alimentación, mordiendo de las entrañas del alma pequeña.
En ese momento, siento otro viraje de escena. A mi costado, una escalera metálica, como la de muchos edificios viejos que usan para emergencia. Esta última daba, sobre la pared que la bestia se alimentaba, pero terminaba un metro y medio atrás de su rabo.
Todo volvió a cambiar y me siento subir por la escalera, entrar a un corredor. No recuerdo como pasó. Si que la escalera, en cada piso del edificio terminaba en un descanso tapiado por maderas en cruz. Reaparecí dentro. Una luz mortecina cubría el corredor. Y las puertas de los apartamentos se hallaban tapiadas a cal y cemento. Al acercarme a una puerta, penetro en una habitación.

Apartamentos.
Una habitación central. A la izquierda una especie de ventanal tapiado. Delante mío sobre la pared izquierda la puerta que daba a la cocina. Delante mío a la derecha otra que daba al dormitorio. Entre ambas, el sanitario. No se apreciaba almas ningunas.
En el centro del estar, un juego de living, desvencijado. Mirando desde la puerta, hacia lo que sería el ventanal, un asiento de dos cuerpos, una mesa ratona, con comida media digerida, dos butacas a cada lado.
A mi izquierda, siempre en el estar, una mesa rectangular con 4 sillas viejas polvosas.
Debajo de mi, una alfombra descolorida, manchada y rota. Siento que me debo ir pero algo me retiene.
De pronto, otro cambio de escena. El suelo. La imagen mira el suelo del apartamento. Debajo de la alfombra, un escondite. Una escalera que da a un subsuelo. En él, una familia con dos hijos pequeños temblando.
-¿De mi? –me pregunto, cuando me percato que el hombre de la casa no me percibe. Este, esta atento a los ruidos del exterior.
-¿Exterior? -¿Qué esta pasando en el exterior– me pregunto.
Otro cambio de escena. Ahora me veo flotando en el aire, si es que hay aire. La escena es indescriptible. Sobrevuelan los seres alados, que como águilas u halcones, en una fiesta de un frenesí dantesco persiguen las presas humanas que se hallaban desprotegidas. Debajo de mi veo los licántropos y los tigres corriendo tras las presas humanas. La Catedral esta bañada de un color carmesí amarillento. Sobresale. Se nota iluminada, como con vida propia.

-Bueno Rubinstein, vamos. – escucho una voz que penetra dentro de mi ser. Al principio comenzó como un sonido suave, luego prosiguió más fuerte. La oscuridad se fue gestando lentamente, tanto que logró tapar toda imagen. Me duermo.
** Rubinstein **
Gurú de las Artes Mentalistas y Predictivas.
Viajero y guerrero astral.
Médico en lo paranormal

 

Cofradía de las Tres Marías - Reino entre el Aquí y el Allá

0 comentarios