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Los Relatos de Ruben

Rubinstein

Lola

La Sala de los Galenos era pequeña sin nada distintivo, tres monitores sobre una pared y una mesa ovalada, para seis personas en el centro. En dicha sala nos encontrábamos reunidos tres médicos, yo incluido.

–Y ahora que sigue Doctor? –Menciona uno de los analistas que me asistían.

–Analicemos que aconteció previo al momento de la extracción de la placenta.

Por encima de la mesa y sobre el centro de ella, flotaba el cuerpo de un feto de dos semanas de gestación cuya imagen se transmitía a los monitores.

–Es el cuerpo en gestación de una niña  –Comentaba el médico ubicado a mi izquierda observando como manejaba el instrumental médico–, por el tipo de color que posee. 

El que habló era el Doctor Estefanell, un hombre de contextura atlética y mediana edad, especialista en traumatología forense.

Asentí con un movimiento de cabeza haciendo referencia al género del cuerpo de ese futuro ser humano que no llegó a formarse sino al color que emitiera, lo que me condujo a formular:

–¿Es que poseen color?

–Claro –me responde y enseguida acota–: todo ser vivo lo posee desde el inicio de su gestación –girando su cabeza hacia mi.

–¡Ahh! –mencioné cuando comenzaba a acomodarme–, entonces esos colores en concreto  nos hablan de la relación entre una madre y su hijo durante el período de gestación.

La imagen del útero se mantenía girando lentamente, siempre en el centro.

–Si –me responde.

–Sigamos..

 Con mi dedo índice procedo a tocar su cabeza en evidente estado de formación. Acto seguido otras imágenes comenzaron a aparecer.

–Ahora dejemos que las imágenes hablen por sí mismas, luego encontraremos el punto directriz que nos conduzca a la causa del trama, así sabremos que fué lo que le sucedió a la madre –comento.

Mis colegas asintieron con un gesto de sus cabezas. 

El silencio se apoderó de la sala acallando el eco de mis palabras en tanto las imágenes se sucedían una tras de otra sin parar.

–Allí –menciona Márquez señalando un punto en concreto.

El siguiente médico que también me asiste es un hombre pequeño, de pelo morocho y desgarbado. Se había especializado en diagnóstico psico-forense. 

Con el gesto de  su mano el mencionado galeno detuvo el flujo de imágenes, lo hace retroceder hasta encontrar el punto de su interés y nos los muestra.

Lo que se que se presentaba ante nosotros, se hallaba esparcido a traves de los tres monitores: una estructura oval cubierta de un halo de color azulado cuya tonalidad en degradé pasaba de ser de un color azul intenso a otros, con tintes muy tenues.

El útero flotaba.

–El halo –menciona el psiquiatra forense– Vea como se va atenuando hacia los bordes. –Cruzó su mirada con la mía un instante para luego ya señalando con su brazo extendido los bordes del halo decir en voz alta–: el azul..

Ahora los tres mirábamos atentamente lo que nos mostraban los monitores. Una instantánea fija, cubriendo todo: un gran óvalo con su halo a su alrededor en el centro de las pantalla de los tres monitores.

–El azul –continúa expresándose Márquez– un azul marino sobre el borde del óvalo –acotando para cerrar– y un azul celeste sobre los bordes del halo ya diluido. 

Al verlo yo giré la cabeza hacia donde el galeno se encontraba:

–¿Y?

–Ese azul marino, profundo nos narra sobre la profundidad de los sentimientos que la madre tiene –el psiquiatra forense ya mirándonos a los dos que lo escuchábamos muy atentamente agrega– y si tuviese que especular, diría que nos habla de la conexión de ese ser en formación con su progenitora –concluyendo con–: un lazo espiritual como emocional.

Los tres nos sentamos, dejando que dicha imagen empapasen nuestros sentidos en total silencio.

–Ahora que lo menciona el Doctor Marquez –el traumatólogo forense interviene golpeando con la punta de una lapicera la mesa en la que estábamos– vea doctor –refiriéndose a mi–. Observe su textura, está..

Se cayo la boca ya que le había hecho un gesto diciéndole que necesitaba analizar el concepto, a lo que me puse a observar atentamente a  que se refería como ¨textura". Y tras un momento de meditación me dí cuenta a lo que se refería con “la textura del halo”. Ahora, llegado a ese punto, ya ambos poseían toda mi atención.

El óvulo se había girado. Unos pequeños círculos concéntricos cada vez  más amplios se desplazaban por toda su superficie. 

–Es el misterio de la creación –continúa indicando Márquez el psiquiatra forense, ya luego del paréntesis creado por mi para absorber el caudal de información, quien miró por un momento la imagen para luego centrar su mirada en nosotros dos– Es una forma de comunicación. Vea.

Todos miramos de nuevo hacia lo aludido por él la cual que ahora estaba de lado. 

La superficie del óvulo ya no se apreciaba tan perfecta. Volvían y desaparecian unos montículos.

–Si, vea doctor –Hablaba ahora Estefanell, el traumatólogo– desde el momento de su gestación el embrión humano ya interactúa con su progenitora a través de señales como la que estamos presenciando –y como aprobando lo que su colega, el psiquiatra había expresado instantes antes– desde el momento de ser concebido, su forma de comunicarse es mediante sonidos.

En el óvulo ya no era tan un óvulo, se apreciaba parte de huesos formándose lo que al seguir su transcurso natural de gestación, se convertirían en dedos o un pie. Hasta sus órganos internos en pleno desarrollo, producián montículos que emergían y retraían.. El embrión en pleno desarrollo se hallaba vivo.

–Escuche  –menciona Estefanell– esas protuberancias que usted ve doctor no son más que la forma que tiene el embrión para relacionarse con su progenitora.

Entonces acota el doctor Márquez:

–Asi es –volteó su cabeza hacia el colega que me asistía–, el embrión está en pleno movimiento en tanto se forma, por lo que que cada giro de éste realice dentro del vientre materno..

Me recliné sobre el respaldar de la silla, suspiré, entonces dirigiéndome hacia uno y otro expresé:

–Creo que les voy entendiendo. El movimiento genera sonidos que se transmiten a través de la placenta de la madre, cuando sus órganos internos se van formando, corriganme si estoy equivocado o no.

Márquez, apoyando su espalda en el respaldo de su silla exhala y a continuación sonríe.

–Lo esta entendiendo –dijo.

El embrión rotaba y en la superficie del óvulo que auspiciaba de contenedor se apreciaba la formación de dichos bultos. Parte de su ser en formación se movía. El halo que lo cubría seguía el mismo patrón. 

–Esas ondas que usted ve procedentes del óvulo es el modo que tiene para comunicarse y únicamente  la madre lo puede percibir –señalaba Estefanell, 

Se dió un silencio para que pudiera asimilar lo que me querían decir mis colegas en tanto iba absorbiendo cada idea, cada concepto para así ir formándome una visión de su conjunto.

–Bien, veamos a la madre –miré hacia delante donde estaban los monitores. Mis colegas hicieron un gesto de aceptación. 

Ella dormía. gesticulaba, pronunciaba palabras, se movía en la cama, tocándose el vientre.

–Quedémonos con el gesto de la madre –menciona el Doctor Estefanell, al tiempo que tose– Ve sus manos ahí. 

–Si –menciono al tiempo que me limpio mis gafas– veo que esta realizando un movimiento circular por su vientre.

–Observe más detenidamente.

Ahora en los monitores se proyectan formas.

Primero centré mi mirada en el de la izquierda, luego en el del centro, para posteriormente en el de la derecha. En ese último monitor fue en el que me quedé más tiempo.

En el de la izquierda, podiamos apreciar la madre durmiendo, moviéndose; en el del centro sólo unas manos propiciando giros circulares en tanto en el de la derecha, un halo de colores que iba desde el rojo púrpura al azul más claro.

Es cuando queda una sola pero proyectada en la superficie de los tres monitores.

 En esta última se apreciaba el movimiento circular realizado por unas manos, unas que al ser ampliadas se apreciaba el desprendimiento de un halo.

–Observe la interacción producto de su resplandor cubriendo el embrión en gestación –acota el  Doctor Márquez, el psiquiatra.

En los tres monitores se mostraba la aureola de colores como una única imagen.

Cada vez que la madre hacía un giro con su mano  sobre su vientre calmaba al ser que llevaba en su interior.  Existía una correspondencia periódica entre uno y otro.

–Es como si la madre estuviese percibiendo cuando su hija esta intranquila o no.

–Si –agrega Estefanell el psiquiatra– percibe la tranquilidad o intranquilidad de ese ser que que esta gestando.

–Coincido con mi colega –aporta Márquez– inconscientemente la madre relaciona el movimiento de su ser querido con digamos ¿temperamento?

–Entonces –agrego yo– estamos observando los orígenes de la conformación de la psiquis.

–Sus albores.

–No solamente eso –aporta Estefanell el traumatólogo– digamos más bien el origen del trauma.

–¿Como es eso? –acoté

–Vea la siguiente imagen doctor.

–Hagámoslo.

En ese momento en el de la izquierda queda congelada la interacción entre el movimiento circular con la atenuación de dichos montículos. En tanto en el central, su madre moviéndose ya siendo noche, gesticulando, pero en el de la derecha..

–Centrémonos en el de la derecha –Infiere Estefanell–, pero ahora que sea junto a lo que sucede en el central.

Pude ver y escuchar como una onda sonora golpea donde la luminosidad del halo que auspiciaba de cubierta para el embrión se desplazaba en forma cónica hacia el punto donde un montículo acabara de formarse. Esta, al hacer contacto la superficie oval se aplana, entonces el montículo desaparece.

–Creo entender –dice Márquez–. Lo que quiere mostrarle mi colega es como percibe el embrión el sonido de la voz de su madre. Sino vea el óvulo.

Este abarcando completamente la superficie de los tres monitores me permite ver por primera vez su contenido enmarcado en un color rojo. Vi como un pedazo de una pierna en formación se movía gestando en la superficie del óvulo un montículo que al moverse de lugar la superficie del contenedor produce que se alise.

–Se da cuenta ahora doctor –menciona Estefanell– la voz de su progenitora con el embrión como están interligados entre sí. 

–Si –digo afirmando con la cabeza– pero y el trauma, en donde y como se manifiesta?

–Antes de contestar a esa pregunta –indica Estefanell– veamos como se da la extracción del embrión, ¿si le parece?

–Adelante con ello.

Estando en la sala volví a ver en los tres monitores a la madre durmiendo, moviéndose un tanto inquieta, gesticulando y también parte de la cabeza de una persona susurrando algo a su oído. En ese preciso instante todo se congela.

Los tres médicos, nos recostamos hacia atrás y apoyados en el respaldo de nuestras sillas suspiramos al unísono.

–¿Quién ha sido ese? 

–Quién? 

–Ese –y señalo con el dedo en dirección a donde estaba –, el que le susurra algo muy cerca del oído.

–El ángel de la guarda –mencionan al unísono mis colegas–. todos tienen uno.

–¿Angel de la guarda? –Observo a uno de mis colegas y girando mi cabeza hacia el otro que me asistía–, siempre escuche de eso, pero que son como seres angelicales que nos protegen y.. –me callé y aproveché ese momento para encender un cigarrillo. En ese instante cerré los ojos y tiré mi cabeza hacia atrás. Una voluta de humo se esparció por todo el recinto en tanto  meditaba. 

Es cuando interviene Márquez.

–Un ángel de la guarda no necesariamente debe suponer una connotación buena o mala –el tono que utiliza el psicólogo forense pareciera anticiparse a lo que transcurre por mi mente. 

–Un momento, un momento doctor –girandome hacia donde él estaba–, me es mucho para asimilar, ¿puede usted ampliar más a que se refiere con lo de connotación buena o mala?

–Verá –infiere Márquez– Esencialmente ni son buenos ni malos –se toma un tiempo para absorber el líquido de un vaso depositado a su derecha –si usted le preguntara a un ser de la oscuridad su opinión al respecto, éste le contestaría que ese susurrante es bueno. En cambio..

Hice un gesto con mano y él se calló por lo que agregué:

–Ya se. En cambio me dirá que si le preguntas a un ser de la luz, también recibiría la misma repuesta: el ángel de la guarda es un ser bueno y bondadoso.

El traumatólogo que me escuchaba, cuando terminé la frase habiendo supuesto de antemano qué hubiera dicho Márquez, actuando como un profesor con mucha paciencia con su alumno expresa:

 –No que fuere bondadoso, lo de bondadoso lo aporta usted doctor.

–A ver. –Ahora si interviene Estefanell.

 Me giré en su dirección. Márquez que levantaba su mirada hacia su colega se recuesta sobre el respaldo de su silla y calla.

–Bondad, maldad, maldad o bondad son simples varas de medir una cualidad, que para el caso de la bondad será la acción de dar desmedidamente, mientras que, para la maldad dicha cualidad simplemente radica en ser malo, ya que la maldad es solamente producto de una acción mala e injusta.

Lo que es malo para un ser de la luz es bueno para uno de la oscuridad doctor.

–Entonces  –dije en tanto que con mis manos desplacé el legajo de papeles del expediente que tenía en mis manos–. ese ser, el.. ¿cómo lo mencionó Márquez?

En ese momento giré mi vista hacia donde éste estaba y antes que me contestara   agregué–: por ser susurrante dicho ser no es ni bueno ni malo, no es un ser de la luz ni de la oscuridad, es simplemente un ser que, en el caso de la madre vendría a ser su ángel de la guarda. El que la protege.

–Si –no muy seguro afirma Marquez– hay angeles en la oscuridad, y si este ser en particular es de la luz o no para la madre, eso dependerá de que lado se inclina su alma.

–Estamos metiéndonos en terreno metafísico –expresé–, ese no es el caso. El caso es ver el origen del trauma señores –y me incliné hacia atrás, haciendo crujir el respaldar.

–Cierto –acota Estefanell, ¿y si seguimos viendo eso?

Cuando formulara esa pregunta la imagen durmiendo, con un ser denominado Angel de la Guarda se queda por un instante quieta.

–Permítame doctor –infiere Márquez–, sólo para dejar constancia, la explicación del ángel de la guarda fue a título ilustrativo –el psicólogo tose y se tapa con una mano la boca–, perdón –dice–, para finalizar y cerrar ese tema debo decirle que los seres de la oscuridad también poseen un ángel de la guarda.

–Bien –dije–. Aclarado ese punto veamos que le dice ese ser. Escuchemos.

Tanto Márquez como Estefanell asienten.

Tras ello, en los tres monitores aparece una única instantánea: la de ese ser diciéndole algo a la madre que dormía.

A través de los parlantes que había al lado de los monitores pude escuchar, lo que entre dientes, decía la madre cuando dormía aunque inquieta.

“Te quiero mi amor” y es cuando pude ver imágenes procedentes de su cabeza.

Ella se encontraba en la cama de un sanatorio con una bebe muy bonita entre sus manos en tanto alegre recibía a sus familiares deseosos de ver al nuevo integrante de la familia. Estando ya en su hogar, al ser mencionado previamente  se le escucha decir claramente acercado a su oído “Hay algo mal en tu vientre.” 

Es cuando la imagen de ella durmiendo inquieta se congela.

–Bueno, bueno, bueno –dice Marquez en tanto se despereza. 

Estefanell se recuesta, y yo, que hasta ese momento había estado inclinado, hago lo mismo y suspiro.

–¿El origen del trauma, no?

Ambos asienten y ninguno nos decimos nada en tanto en los tres monitores se mantenía congelada la misma imagen: una madre encinta durmiendo inquieta.

–Diría que sí doctor –me menciona Estefanell, el traumatólogo--. Veamos con mejor detenimiento ese aspecto si esta de acuerdo –agregó.

Fue así que por los monitores comienzan a surgir varias imágenes que se desplazaban sin ton ni son.

–Ahí –menciona Estefanell.

En el monitor de la izquierda pude ver al ser susurrante, en el del centro, la secuencia de como se interrelacionan los movimientos del embrión con lo que transmitía las manos de la madre. Allí se apreciaba en tales movimientos cierta periodicidad cuantificable, y en el de la derecha prácticamente los mismo que se daba en el del centro salvo que dicha periodicidad de movimientos era errática.

–No me doy cuenta doctor –dije en un momento dado.

–Preste atención a la secuencia –agrega Estefanell– vea como late lo que terminaría de ser un corazón completo, y los giros que el embrión en desarrollo hace dentro del útero. 

En la sala se hizo un silencio que pareciera una eternidad. Me levanté y situé delante de la mesa a escasa distancia de los monitores quedandome mirándolos –Ahora que lo menciona aprecio que los movimientos se repiten secuencialmente –hago una seña con mi mano para que no me corten y pasado cierto tiempo observando lo que sucede en el de la derecha agregué–: esos movimientos, por momentos se dan más rápidos que en otros tiempos. 

–¿Qué le insinúa eso doctor? –dice Estefanell.

–Que hay algo anormal allí – a lo que agrego girando la cabeza hacia donde esta mi colega–, ¿es que el embrión no se esta desarrollando como corresponde dada las semanas de gestación?

–Usted lo esta diciendo no yo.

–Entonces se está gestando una malformación en él.

–Una malformación que de seguir su desarrollo puede traer consecuencias físicas y psíquicas una vez que la madre dé a luz –Agrega Márques, el psiquiatra.

–Por eso hubo que hacerle una cesárea.

–Si –comenta Márquez– de no ser así la madre corría riesgo de vida.

–¿Qué pasó con ella?

En ese momento me mostraron a la madre hablando con su marido muy preocupada, y éste conduciendo al sanatorio asi como cuando la internaron de urgencia ya con pérdidas. 

–Esto confirma lo que pensamos –acota Márquez quien agrega–: veamos las connotaciones psicológicas que dicha pérdida le representa a la madre.

Con el eco de la última frase de él repiqueteando en mi cabeza observaba como el

el embrión en su capullo se mantenía girando a la altura de nuestros ojos por encima de la mesa.

–Observe los movimientos del embrión –Márquez haciendo un señalamiento con su mano en dirección a los monitores me mira fijo–, lo errático de ello.

–Estoy observando que ella se levanta con el ceño fruncido.

–Es que esta entendiendo que hay algo que no es normal en la gestación de su hija.

–Teme perder su hija –acota Estefanell, el traumatólogo– he ahí el comienzo del trauma. La pérdida.

Si –acoto y tras mirar a ambos colegas que me estaban asistiendo agregué–: veamos que pasa a través de la cabeza de la madre.

Los dos asintieron. 

En ese momento pude escuchar la voz de la madre hablando con su hija en proceso.

¨No, hija no¨ escuchamos claramente seguido de: ¨¿qué sucede conmigo? Últimamente todo me esta yendo mal, en el trabajo, en casa¨ 

–Detengamos en esto un momento –infiere Estefanell.

–Bien –agregué apoyado en el respaldar. 

–Obsérvese los auto cuestionamientos de su progenitora, su actitud frente al hecho de sentir que algo no esta bien con la gestación –menciona Estefanell.

–Vea doctor –Ahora es Márquez quien interviene–, un claro ejemplo de como comienza a deteriorarse su mente a tal punto que por lo que veo todo indica un rechazo completo a su cuerpo.

Suspiré y sorbiendo un poco de agua, tras dejar pasar un lapso de tiempo vuelvo a mirar; entonces dije: 

–Veamos a que nos conduce.

Ambos asienten.

Cuando así lo hacen pude apreciar a través de los monitores como es que se suceden distintas imágenes, consecutivas, eso sí, todas distintas en cada uno de ellos con una única característica: encontrarse inmersas en una frecuencia de gran frenesí. 

También, como el embrión inmutable giraba lentamente por encima nuestro. Muy por encima.

Fue en ese entonces que dentro de la sala se gestara un mutismo, uno muy grande. Necesario, para lo que vendría a continuación. 

Fue cuando se me dejó ver cuantas cosas fluían por la cabeza de la madre, tan dispares como podían ser: discusiones, peleas, cambio de estado de ánimos. Ahora bien, todas ellas amalgamadas. 

Tras una sucesión de imágenes, fluían distintos aspectos de su problemática interna. Estas, de distinto tenor, se superponian  una encima de las otras. Y el proceso continuaba. 

Llegado a un momento de ese frenesí imparable una de ellas, al azar, se congeló abarcando los tres monitores en su conjunto.

Llegado ese punto lo que me sucedió después fue lo que pregunto y lo que hice en dicha ocasión.

–Bueno, ¿quién habla? –miro para un lado, y luego al otro– ¿nadie?

Mis colegas callados observaban la nueva imagen formada. Entendí que estaban meditando.

En el centro abarcando los tres monitores pude ver a la madre desplazándose hacia la cocina desde el dormitorio a una hora muy tarde en la madrugada.

Estefanell rompe el silencio que se había adueñado de la sala.

–El problema que gestara el trauma por lo visto procede de mucho tiempo atrás –el traumatólogo deja de observar esta nueva imagen, la de la madre dirigiéndose a la cocina –: Pero no creo que sea para ser analizado en este momento, ¿no le parece doctor? –Me mira.

–¿Que le hace pensar eso? –recuerdo haber pronunciado suspirando, aunque para mis adentros diciendo “por fin”.

–Por como se desarrolla el desenlace de esta trágica historia.

–Explíquese –le encominé.

Suspira como acostumbrado a tratar con un neófito en la materia y mirándome con suma paciencia expresa:

Por mi experiencia en éstos tipos de casos –acota finalmente– terminan muy mal y de sobrevivir han de requerir atención psiquiátrica quienes tienen la suerte de sobrevivir.

Estefanell mira a Márquez pidiéndole una mano.

–A ver, vayamos por momentos expresa –el alegado psiquiatra luego de escuchar al traumatólogo–: los desenlaces en estos casos gestan un trauma es cierto, su especialidad por cierto doctor, levanta su mirada hacia donde se encontraba Estefanell–, como bien dice mi colega, un trauma –entonces Márquez tose y se aclara su garganta–, en el ámbito que me concierne ese trauma es más profundo de lo que hasta el presente momento nos a tocado ver. Mucho más, concierne a su estructura psíquica doctor –entonces me mira.

–¿Se refiere a la psiquis de la progenitora? –lo observe intrigado.

–¿Que le parece si continuamos a ver que hace la madre? 

Ante mi pregunta, él desvía la repuesta que que yo estaba esperando por su parte.

Lo que vi estando allí en los monitores fué a la madre recorriendo el pasillo que conducía su dormitorio hasta la cocina. 

Luego, aprecié a ella haciéndose cortes en el brazo con un cuchillo y a alguien diciéndole “¿qué estás haciendo?” Esta última quedó congelada. 

Los tres médicos entre los que me incluyo, nos quedamos un instante sin hablar procesando lo que veíamos. Estefanell rompe el silencio con:

–Con ese accionar apreciamos la profundidad y en parte la causa, una de ellas, por lo que esa madre actuase de dicha forma –termina de explicarse.

–En su psiquis –acota Márquez–, con dicho accionar apreciamos como le afectó la  pérdida de dicha hija tan esperada por ella.

Carraspee, en tanto procedía a limpiar mis gafas; una secuencia de ideas se iban formando en mi cabeza como ser lo expresado por Estefanell, unos instantes antes: los auto cuestionamientos de su progenitora, su actitud frente al hecho de sentir que algo no esta bien con la gestación y lo que llegó a aportar Máquez en su momento complementando así lo expresado por su otro colega: un claro ejemplo de como comienza a deteriorarse su mente a tal punto, que la conduce a un rechazo completo a su cuerpo.

–¿Ustedes sabían algo?

Otra vez el silencio cuando miro a uno y otro; ninguno habló hasta que:

–Previsible doctor –Márquez rompe el silencio–, previsible reafirma –y concluye con–: ya hemos visto cientos de casos como el presente doctor. 

Doctor, refiriéndose a mi por supuesto.

–Efectivamente –complementa Estefanell–, no ha sido la primera vez, se acuerda doctor –dirigiéndose a Marquez–  el caso de..

Ambos se meten de lleno en otras historias ajenas al caso que como médico tratante me incumbía.

–¡Doctores! –digo–, ¡doctores!

Intenté con esa forma que se centrasen en el tema que teníamos enfrente para dilucidar.

–¡Doctores! –repito.

Al final se hizo un silencio en la sala ya que volvían a prestarme atención.

–Prosigamos –diie regañándolos.

Mis dos colegas no decían nada, sólo me escuchaban. Ya cuando tenía toda su atención:

–¿Cómo es eso de que no es el primer caso? –miré a uno y luego al otro–, ¿la madre ya ha tenido recaídas?

Márquez carraspea, se tapa la boca con una mano:

–No sería de extrañar, ya hemos presentado anteriormente casos similares donde tanto ella o su esposo, al igual que sus hijos siempre han sido envidiados.

–También –aduce Estefanell–  en lugares con mucho stress, mismo bajo mucha presión. 

–Hubo un caso, lo digo para ilustrar lo que mi colega aquí presente le relata –Máquez se toma un sorbo de agua–, donde hasta se terminaron de separar una pareja por envidia –se acuerda doctor, observando a Estefanell–, el caso de Ana y Márcos cuando corría los años 1980 en aquella ciudad del llano venezolano estando..

–A si –dice el aludido al recordar– muy bonita la mujer pero la secretaria del esposo fue a un chamán para que le hiciese un potaje de amor. 

–Si –Márquez vuelca su mirada hacia mi que estaba escuchando atentamente–, hubo que deshacer el trabajo realizado en ese entonces ya que.. –el galeno se calla–. lo que le queremos hacer ver doctor –ya dirigiéndose hacia mi–, que no es tan anormal pensar que lo que le pasa a su paciente, esa mujer que tuvo que abortar pudiera ser algo infrecuente.

Entonces afirma Estefanell:

–Todos esos casos están interligados por un único patrón traumático. La pérdida de un ser amado genera un trauma, así una ruptura matrimonial otro.

–Aunque no todos los traumas son iguales –aporta Márquez–, hay variantes sino basta con mirar..

A través de los parlantes existentes al lado de los los monitores pude escuchar un grito por parte del esposo, haciendo que mirara hacia donde se daban las imágenes y callar.

Cuando dichas figuras se forjaron dentro de mi observe a la madre cortándose con un cuchillo los brazos; ella iba a pasarlo por su garganta cuando el esposo le retuvo la mano, más  poseída le tira al piso.

La próxima visión que se me permite comprender fue la de ella pero ya internada en un psiquiátrico.

Ante ello recuerdo haber pronunciado:

–Bueno, bueno –cuando sin decir palabras me quedase observando la imagen congelada de la madre y su esposo en la cocina.

Entonces agregué:

–Como bien menciona usted doctor –refiriendome al aporte del psicólogo forense– el deterioro de su mente indicando un rechazo completo a su cuerpo es de suponer que es consecuencia de la pérdida de esa hija.

 

–Trauma –aporta Estefanell–, ahí esta la clave del caso que nos concierne como dice usted lo calificaría doctor –me escudriña–. Un trauma cuyo origen, bien se forja de tiempo atrás, y hace eclosión con la pérdida de esa hija en que tanta esperanza volcara.

–Bien, ¿algo más para aportar? 

–Si quiere –alude Estefanell–, profundizamos el origen de ello pero no creo que lo considere pertinente doctor.

Ante ello le devolví la mirada pero ahora volcada hacia Márquez que siguió sin pronunciar palabra. Luego recuerdo haber dicho:

–En conclusión y ya para ir finalizando, parafraseando lo que usted mencionara –volcando mi vista hacia donde estaba el psicólogo forense – me quedo con la idea de que es más profundo de lo que hasta el  momento nos a tocado ver. 

–Si pero..

Recuerdo no haberle dejado terminar la frase pues realice un gesto con la mano como pidiéndole permiso para concluir. Algo que él acepta.

Ahora que todo pasó ahora ya recapitulando lo acontecido recuerdo que en los monitores se suplanto la imagen audiovisual anterior por otra que ya había estado presente.

 “No, hija no”. se me permitió oír  claramente. Así como “¿qué sucede conmigo?”

Recuerdo haber realizado un gesto con la mano como pidiéndole permiso para concluir. Entonces expresé lo siguiente:

–Esto que estamos escuchando es el final de lo que llevara a dicha mujer a hacer lo que hizo pero el origen de la causa radica de tiempos remotos –entonces miré a Márquez–: usted dijo ya hemos precensiado anteriormente casos similares donde tanto ella o su esposo, bien sus hijos han sido siempre envidiados –observando  a Estefanell concluí–: Stress mencionó.

–Si –expresa el aludido. 

Continué:

–Como el caso de 1980 que mencionaron en los llanos venezolanos,  donde la secretaria del esposo pidiera ayuda aun shaman por un caso claro de envidia en el amor..

–Si –dicen al unísono.

El origen del trauma por cuya consecuencia la madre se encuentra en un psiquiátrico puede ser algo como lo que ustedes han estado hablando entre sí..

–Puede –dijeron al unísono.

–Bien, ¿que les parece si dejamos por concluida la sesión de hoy?

–Por mi no hay problema –dice Estefanell

–Por mí tampoco –repica Márquez.

Entonces ya dado  por concluida la sesión comencé a desvanecerme del lugar ya que mi cuerpo físico requería descanso.


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Estructura, Diseño y Diagramación : Rubula



La Ciudad de las Almas Purgantes

Desde la Cofradía de las Tres Marías en el Reino entre el Aquí y el Allá:

Para todos los lectores.
El Gurú de las Artes Mentalistas y Predictivas.
Viajero y guerrero astral.
Médico en lo paranormal
tiene el agrado de presentarles:



La Ciudad de las Almas Purgantes

La ciudad de las almas purgantes
Negro el color de nuestras vestiduras.
No por nosotros sino por vosotros,
Por vuestros miedos y dudas.
Macabra siempre nuestra presencia.
No por maldad en nuestros corazones
Sino por marcar la diferencia.
Oscuros los lugares que frecuentamos.
No por necesidad de escondernos,
Por nuestro miedo a las tinieblas superado.
Vosotros nos señaláis con el dedo
Y nos juzgáis ridículos.
¿De que os reís, necios?
Tenemos el valor de ser distintos.
Vuestro miedo a la oscuridad representamos.
En nosotros veis vuestra propia maldad oculta.
Somos la Nación Gótica. La Raza Nocturna...


La ciudad se hallaba en una planicie, circunvalada por grandes riscos, rodeado de una maleza exuberante. La cordillera de los Innombrables, corre paralela a la línea occidental de forma continua, con profundas quebradas, macizos, altiplanicies, llanuras y valles longitudinales y transversales, configurando la región de Los Decapitados. Su morfología es muy compleja, por lo que se divide en tres principales cadenas: la cordillera Occidental, la cordillera Central y la cordillera Oriental, dentro de las cuales se encuentran cadenas menores, como la cordillera Blanca o la cordillera Huayhuash también llamada “La de almas perdidas”. A través del camino de un bosque espeso repleto de altos árboles los cuales forman un techo bajo es Sol, vi a un acantilado donde se visualiza la Ciudad en todo su esplendor. O casi. 


La Ciudad.
En la cima de un precipicio de unos mil metros de caída libre, apreciaba la gran metrópoli. Por vez primera pude apreciar el cielo. De color rojizo, se hallaba taponado de nubes rojas, cirrus stratus y cumulus nimbus. Los colores de las nubes eran de un rojo carmesí, en su lugar más espeso, rojo sangre espesa.
Al fondo del horizonte que mi vista me permitía apreciar, sobre la región de Los Decapitados, se apreciaba grandes formaciones de rascacielos. La ciudad, con un estilo gótico resaltaba por los colores oscuros y opacos. Con poca luz en general, era una ciudad extraña. Sobre el cielo, volaban criaturas parecidas a las del Jurásico.

Visiones.
-Bueno es hora de bajar me dije, me desvanecí. Aparezco en un callejón oscuro, lleno de ratas y maloliente. Sobre mi cabeza se denotaba la arquitectura de los godos por doquier. Las almas, miraban para abajo y temían. No me podían ver, pasaban a trabes de mi cuerpo astral, pero apreciaba en sus rostros, miedo y perdición. Un cartel de neon, resaltaba sobre la mitad del callejón. A su costado, recipientes de basura. Ratas e insectos por todos lados. Cada tanto, se escuchaba un grito. Entro al local. Un antro.
En él, resaltaba tenuemente un mostrador, con una luz roja. El fondo, una oscuridad total. De momento veo el mesero. De forma humana, vestido con joyería de plata, cadenas y anillos y ropaje de un monje, la cara regordeta roja, se le marcan dos cuernitos.
El ángel del demonio, servía un cóctel espumoso y caliente. Dos mujeres tomaban el brebaje del mismo recipiente. Era una escena netamente lésbica. De golpe siento sonidos en el fondo.

El show
No podría describir la escena que presencie. Las almas bailaban apretujadas al son de una música sádica. Se enciende una luz, y comienza un streaptease. Gritos, súplicas, dos guerreros aparecen en escena, las almas se hacen a un costado. Una mujer de escotes exuberantes y un corse increíble, mucho terciopelo y mangas caídas hasta el infinito, que junto con el otro guerrero que usaba una larga gabardina y ropa sencilla, traían un cuerpo encadenado de los tobillos.
Se lo entregan al ser de la Oscuridad, este lo cuelga boca abajo atado. Comienza el show.
Con un grito de ultratumba, este lo desgarra con las uñas, y mete su cabeza en los intestinos. Mientras el alma se comienza a bambolear, varios que estaban alrededor del palco comienzan a alimentarse de las sobras del intestino y tripas.
-¡Mas. Mas! -El grito se hace ensordecedor.
Me retiro del lugar me subo a una cornisa en lo alto de una Catedral que resaltaba por encima de toda edificación. Veo caer almas de ese cielo rojizo. Al mismo tiempo aprecio como las aves se mastican esos cuerpos sin cuerpos.
Siento un grito abajo. Observo. Esos seres oscuros, corrían a las almas y se alimentaban de ellas. Llovía. A lo lejos un rayo, uno blanco otro rojo, más a lo lejos un vendaval. Comienza una violenta batalla aérea asociada a un centro de baja presión y un núcleo caliente, en donde las almas del lugar giran en contra de las manecillas del reloj. Estas eran succionadas por los seres que utilizaban la baja presión atmosférica reinante. Terminaban el el Lado Oscuro.
Por contrapartida, acompañado de bandas nubosas en forma de espiral, el ojo del vendaval de un diámetro muy variable, que se caracterizaba por ser una zona de calma, con viento débil, poca nubosidad y precipitación, poseía las almas que eran expulsadas del lugar, a los cielos. El ojo se caracterizaba por ser de una luz brillante y muy poderosa. Las almas que por casualidad se hallaban allí, en el lugar del ojo, saltaban a la Clínica directamente.

La Catedral
Reaparecí en la Plaza de los Innombrables. De forma hexagonal, ésta poseía en su centro La Catedral. La imagen era como si un camarógrafo filmara desde arriba y desde un costado. Resaltaba la Catedral como dominando el entorno. Su fachada una obra de 3 dimensiones, cuyo relieve acentuaba las zonas de luz y sombra, poseía 2 arcos apuntados que se cruzaban formando el soporte de la bóveda. El peso de ésta recaía sobre los pilares. Poseía grandes ventanales cubiertos con vidrieras.
El acceso principal de la misma estaba formado por una gran escalinata de mármol, resaltado por dos figuras en mármol de tigres de bengala alados, uno a cada lado. Sus vidrieras se situaban al fondo, de arcos en plena cimbra, y sus torres cuadradas dibujaban un plano poligonal. A pesar de la poca luz reinante, se apreciaba claramente su verticalidad, altura y esbeltez.
Poseía seis escalinatas de mármol, con la misma disposición que en el acceso principal.
La diferencia radicaba que bordeaba la Catedral un corredor externo hecho en mármol de Carrara cubiertas de figuras de guerreros, extraídos muy parecidas al Renacimiento. Cada escalinata estaba ubicada en las puntas de polígono. La parte más alta de la fachada estaba cubierta por dos seres alados, parados en posición de vuelo en cada punto del polígono.

La fiesta.
Al principio resaltaba los asientos y el altar. Quería ver más. La imagen comenzó a rotar, al principio lentamente, luego sobresalió lo que se quería ver. Un monje, vestido de capa negra, con una cruz invertida comenzaba a dar lo que me pareció en principio un sermón. Fue así que me reubique detrás de él, para apreciar el acontecimiento. Detrás de él, un pentagrama con la figura del ser humano invertida. La nave principal estaba media vacía de feligreses. -¿Feligreses, qué feligreses? – me preguntaba cuando mi interés dio un nuevo giro. Quería ver quienes eran los que allí iban.
Cuando mi vista se hubo adaptado, a la luz reinante pude, por vez primera, apreciar las figuras de los mismos. Ahora la imagen era como si el camarógrafo hubiese enfocado delante, el cura, y detrás, las primeras filas por encima de la cabeza de éste.
De forma humana en apariencia esos seres estaban atentos a lo que hacía. Padres, madres, niños todos vestían con el mismo atuendo. Una capa negra y toda la vestimenta negra. De cara humana, no se diferenciaban en nada de un ser humano.
De momento percibí una necesidad imperiosa de ver lo que el cura hacía. Sobre el altar delante de él, el cuerpo de un niño.
Sobre su costado izquierdo una mesa de madera labrada, que denotaba el paso del tiempo. Sobre esta última, instrumentos de incisión. La imagen era enfocada desde arriba y costado del cura que auspiciaba el evento. Estas, estaban en “off”, apagadas. No percibía lo que decía, si lo que hacía.
De momento se borro toda imagen, y apareció resaltado un puñal pequeño en lo alto, sostenido por dos manos. Otro cambio de escena. Ahora me vi entre el altar y los feligreses, pero de espalda a éstos. El cura arremetiendo contra el pecho de esa alma humana. Al instante dos líneas de sangre brotando por el costado del altar, cayendo sobre una especie de alcantarilla sin tapar.
Cambió la escena nuevamente. Vi el líquido rojo correr por los costados de la nave principal. Se denotaba los movimientos de los feligreses, como tomando vida. Empecé a ver la escena desde arriba y un costado del altar. Cuatro mesas a los costados. Cada una, con un alma humana, sangrando.
Desaparecí y reaparecí nuevamente desde la entrada y desde arriba. El cura se esfumó. Cuatro feligreses alimentándose de las almas que estaban en las mesas mencionadas. Cuatro por cada mesa. Sobre la alcantarilla, licántropos peleándose por las sobras vertidas en la alcantarilla. Los feligreses, se alimentaban. Otra imagen, ahora desde el exterior. Los tigres mencionados, doce en total, dos por cada escalinata adquirieron vida. Comenzaron a alimentarse de las almas que se encontraban en la Plaza de los Innombrables. Los seres alados, adquirieron vida y abriendo sus alas, comenzaron el vuelo. Los guerreros, que habían estado como un mural de piedra en las paredes exteriores, arreaban las almas al centro.
Otro cambio de imagen. Me vi volando. La imagen era amarilla. Era los ojos de una de esas bestias voladoras. Las almas humanas se apreciaban transparentes, resaltando el rojo de su corazón. Estas se abatieron sobre ellas.
 
Sus moradores.
Reaparecí en una zona rodeada de cuestas y lomas. Caracterizada por calles empinadas con vistas panorámicas de la “Bahía de las almas malditas” y las montañas que la rodean, me encontré en medio de una loma empinada que terminaba en los muelles de la metrópoli.
Una de las cosas que me llamó la atención, era el silencio existente en dicho lugar. La imagen que tenía delante de mi era la de un camarógrafo que enfocaba la escena desde arriba de la cabeza del espectador. En principio era una escena estática, como si contemplase una fotografía.
La arquitectura de las casas, denotaban la evolución de precedentes románicos y otros condicionantes teológicos, tecnológicos y sociales. Esta, se hallaba caracterizada por un fuerte expresionismo, algunas veces en el límite de la caricatura, y al mismo tiempo por una lírica belleza y elegancia formal.
Inmerso en ese ambiente, me vi catapultado hacia abajo, en medio de una callejuela oscura y maloliente. Al fondo, se apreciaba parte de la zona portuaria. Sobre sus costados, basurales por doquier, ratas y comadrejas.
Por encima de mi cabeza, un cielo encapotado, oscuro, con una nubosidad, cuya textura denotaba el movimiento de almas, ni buenas ni malas, sólo almas. Sólo el dolor y el escape. -¿pero de qué escapaban?
De golpe, un cambio de escena brusco. La cámara baja a nivel de mis ojos y entre dos avenidas o calles, no sabría bien identificar, un callejón sin salida. A mi espalda, una casa de dos plantas, oscuras conformada por estructura de un relieve gótico, terminando con dos torres en punta. En una de ellas, un ser alado estaba oteando el horizonte hacia la Cordillera Huayhuash.
 
-¿Qué me hizo detenerme en este punto? – Por mi cabeza pasaba cuando mis sentidos de percepción, no visual, identificó la figura.
Sólo apreciaba el contorno. En principio, el lomo, cubierto de una espesa pelambre se hallaba como hurgando entre la basura y las ratas que corrían despavoridas. El olor nauseabundo persistía por encima de todo tipo de sentidos.
De pronto, otro cambio de escena. De arriba y delante de la bestia, me veo observando. El licántropo se alimentaba del alma de un niño de diez años. Un gruñido. Comienza a olfatear, y mirar en mi dirección. Lo noto levantarse. No me distingue, pero con esa acción me demostró que me percibió. Al no verme, prosigue con su alimentación, mordiendo de las entrañas del alma pequeña.
En ese momento, siento otro viraje de escena. A mi costado, una escalera metálica, como la de muchos edificios viejos que usan para emergencia. Esta última daba, sobre la pared que la bestia se alimentaba, pero terminaba un metro y medio atrás de su rabo.
Todo volvió a cambiar y me siento subir por la escalera, entrar a un corredor. No recuerdo como pasó. Si que la escalera, en cada piso del edificio terminaba en un descanso tapiado por maderas en cruz. Reaparecí dentro. Una luz mortecina cubría el corredor. Y las puertas de los apartamentos se hallaban tapiadas a cal y cemento. Al acercarme a una puerta, penetro en una habitación.

Apartamentos.
Una habitación central. A la izquierda una especie de ventanal tapiado. Delante mío sobre la pared izquierda la puerta que daba a la cocina. Delante mío a la derecha otra que daba al dormitorio. Entre ambas, el sanitario. No se apreciaba almas ningunas.
En el centro del estar, un juego de living, desvencijado. Mirando desde la puerta, hacia lo que sería el ventanal, un asiento de dos cuerpos, una mesa ratona, con comida media digerida, dos butacas a cada lado.
A mi izquierda, siempre en el estar, una mesa rectangular con 4 sillas viejas polvosas.
Debajo de mi, una alfombra descolorida, manchada y rota. Siento que me debo ir pero algo me retiene.
De pronto, otro cambio de escena. El suelo. La imagen mira el suelo del apartamento. Debajo de la alfombra, un escondite. Una escalera que da a un subsuelo. En él, una familia con dos hijos pequeños temblando.
-¿De mi? –me pregunto, cuando me percato que el hombre de la casa no me percibe. Este, esta atento a los ruidos del exterior.
-¿Exterior? -¿Qué esta pasando en el exterior– me pregunto.
Otro cambio de escena. Ahora me veo flotando en el aire, si es que hay aire. La escena es indescriptible. Sobrevuelan los seres alados, que como águilas u halcones, en una fiesta de un frenesí dantesco persiguen las presas humanas que se hallaban desprotegidas. Debajo de mi veo los licántropos y los tigres corriendo tras las presas humanas. La Catedral esta bañada de un color carmesí amarillento. Sobresale. Se nota iluminada, como con vida propia.

-Bueno Rubinstein, vamos. – escucho una voz que penetra dentro de mi ser. Al principio comenzó como un sonido suave, luego prosiguió más fuerte. La oscuridad se fue gestando lentamente, tanto que logró tapar toda imagen. Me duermo.
** Rubinstein **
Gurú de las Artes Mentalistas y Predictivas.
Viajero y guerrero astral.
Médico en lo paranormal

 

Cofradía de las Tres Marías - Reino entre el Aquí y el Allá