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Los Relatos de Ruben

Incauto oteo impureo

Era un atardecer hermoso, según recuerdo, donde los últimos rayos de sol delineaban gráciles figuras sobre la superficie del agua cual si fuere un pelo brilloso por efecto del arcoiris en fresca lozanía. El lago, que estaba sobre mi lado derecho, cuando iba trotando a través del camino serpenteante iba adquiriendo lentamente el ropaje de la noche y ya comenzaba a encenderse las luces de las farolas que contorneaban su figura.
Fue el instante que me quedé perplejo con mi equipo de jogging humedecido por la caminata a la que estaba acostumbrado realizar.
De caminar pausado con esa sinuosidad propia de una fémina provocante haciendo girar hasta el menos osado, quedé tieso como una tabla mirando como sin mirar en tanto el tiempo como que se había detenido, lo que gestó en mi un lacerante escrutinio así cual fulgor de una briosa agudeza. 
Conducta innata dominante.
“¿Cuando has de actuar y abordarla?” 
Lo primero que a mi mente me vino ante tal belleza aúrica; la seductividad tal si fuere ansia censurada estaba presente allí, pero, como un volcán en erupción inminente.
“¡Ea! Un tímido. Tu vida esta ahí, ¡afróntala! ¿Qué pasa? El temor oculto.. déjalo caído”
–Maldita sea si es lo que más deseo –Dije en voz alta como repuesta a esa incidiosa voz interna. La mía.
Y es así que no pude evitar esa mirada escudriñadora cual fulgor de una briosa agudeza. Un encuentro pasional se diría de ese instante fue ante el sentir el desliz de un dedo en un muslo captando los poros de otra piel al erizarse, y moverse por si misma o el humedecerse cual si misma miel deslizare en el infiel cual develando lo que el tiempo terminare confirmando. 
Era ella. 
“¿Me estaba tocando o simplemente me rozó?”
–Maldita seas –me respondí; fué más que yo–. ¿No veis por si acaso el esfuerzo insano del galope de mi corazón malsano, ¿es qué no me has de dejar de dar lata? 
Era gustosilla como cerezos y tierna cual frutos incipientes al menos ante mis ojos, más, la dejé pasar. 
Lo ultimo que recordé fue es actitud perenne o afable con los sentidos casi impropios de tal bella damisela, afable, con un oteo dígase abstracto.

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