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Los Relatos de Ruben

Confesiones de un hombre casado

Nunca había entendido porque se dice que, las necesidades sexuales de un hombre son muy distintas a las de una mujer. Nunca había entendido todas esas idioteces que dicen que, las mujeres son de Venus y los hombres son de Marte. Y nunca había entendido porque dicen que, los hombres piensan con la cabeza y las mujeres con el corazón. Pero, una noche mi esposa y yo nos fuimos a la cama y comenzamos a acariciarnos. El inevitable agarre de las tetitas, el trasero, etc. La cuestión es que en menos de lo que canta un gallo, yo ya estaba listo cuando de pronto oí: “Mi amor…ahora no tengo ganas, yo solamente deseo que me abraces”. Todo me lo dijo con su cara muy fresca y muy lavada, y para colmo añadió: “Vos no sabes conectarte con las necesidades emocionales de una mujer”. ¡::stop…! Conclusión: entendí que esa noche no iba a pasar nada. Guardé los aceites afrodisíacos para masajearnos, apague las velas, quité el CD de Alejandro Sanz, regresé la botella de vino a la heladera, y me eché un regaderazo de agua helada para calmar mi bestia. Me fui al living y me puse a mirar Discovery Channel; a todo volumen para no dejar dormir a la hija de mi suegra.

Después de un rato me dormí.

El día siguiente fue sábado, y salimos de compras a Montevideo Shopping. Entramos a una tienda. Yo me dirigí a ver los relojes mientras ella se probaba un par de vestidos carísimos.

 Como mujer al fin, no podía decidirse por uno. Volví y la miré con cara de nabo. Entonces, ante la duda la insté a que se llevara los dos. Sin siquiera pestañear agregó que, necesitaba un par de zapatos, y yo de inmediato respondí: “Me parece bien”. Buscamos la sección de ropa sport, y de allí salimos con dos conjuntos deportivos y una copia de un bolso Adidas, o una huevada de esas. Estaba tan emocionada que creo pensaba, que yo me había vuelto loco. 

Pero de todas maneras no soltaba su cargamento. Pienso que me puso a prueba cuando me pidió le comprase una faldita blanca muy corta, de esas que las mujeres la usan para jugar tenis. Entró en estado de shock cuando le espeté: “Comprate todo lo que quieras”. Me atrevería a decir que las pilchas nuevas la habían excitado sexualmente.

Fue entonces cuando pronunció las palabritas mágicas de toda mujer: “Vení papito lindo…mi gordo bello. Vamos a la caja a pagar”. Y así, cuando solamente faltaba una persona por delante de nosotros para abonar su compra, le dije: “Mi vida, creo que ahora se me fueron las ganas de comprar todo esto”.

Ojalá, la hubieran visto. Se quedó pálida, y cuando añadí que tan solo quería que me abrazara, su condición era de desmayo inminente. Se le paralizó el lado izquierdo del cuerpo. Le vino un tic en el ojo derecho y entonces rematé:

“Tú realmente no sabes conectarte con las necesidades financieras de los hombres”.

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