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Los Relatos de Ruben

Turbio deseo alzado

Octavilla espejada inversa

 

Ya no encantarán mis ojos en tus ojos, ni se endulzará junto a ti mi pertinaz calvario.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada y hacia donde camines portaras

mi dolor. Juntos rodeamos la ruta donde nuestro amor se forjara.

Fui tuyo, fuiste mía. Serás del que te ame; del dignatario

que corte en tu huerto lo que yo he sembrado. –ahora–,

es la hora de partir; por ese calvario

de no serme; por el dolor.

Ha llegado mi hora.

 

Te ceñiste a la

pena, te agarraste al deseo

a hora del asalto y el beso; a un flaqueo

de la carne ardiendo como un faro al que con amor se recala

a través de una pared de sombra; ¡Cielos!

Todo en ti resulto naufragio;

un turbio deseo

alzado.

Infausto martirio

que entre solitarias callejas

de mi alma tu has de deambular; cortejas

en medio de farolas escuálidas el delirio gravoso

de sentirla a mi lado, –no –, cual una

mortaja, –una que se aja–

sino como un lienzo.

 

Una aprensión que,

de antaño añeja– ella exhala,

a través de todos mis poros sensorios

una diatriba pertinaz como osada; un breviario

con porfía mordaz al tiempo que, –sus muertos los coteja–.

En medio de las farolas escuálidas sombreando mi ser, un agrio

sabor de una tonante lujuria, –dura –, entre mis blancos y negros; desgaja

un contenido exótico al tiempo vulgar, conllevando así un deambular que no se resquebraja.

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