Blogia
Los Relatos de Ruben

María

               

–Bueno, ¿Estas lista? –Mencionó el hombre mirándola a los ojos detrás de la videocámara.

–Sí –Respondió la mujer.

–En 3, 2, 1.. –He hizo un gesto con el dedo hacia ella– Adelante.

 

–Me llamo María –Dijo ella a la cámara; dio una pitada al cigarrillo y expulsó el humo. Dejó pasar unos segundos y luego de saborearlo lo apagó en el cenicero–. Tengo 22 años y no estudio nada –Se rió; luego con la mano derecha se limpió la cara. Había llorado–. Bueno no estudiaba –dijo a continuación–, no me dio por ahí –. Volvió a tomar la cajetilla de cigarrillos, encendió otro, a continuación volvió a mirar hacia la cámara– Lo mío eran la discotecas, los muchachos, lo que piensa una joven a los 15 años ¿que va a pensar una? – tiró su cabeza hacia atrás y cerró los ojos en tanto lo aspiraba. Luego abrió sus ojos y los volvió a fijar en el lente de la cámara– ¿qué va a querer? –Ahora si miraba fijo a la cámara–. Tengo una niña de 4 años; soy una madre soltera sin estudio y sin nada con un papel duro que viene desde el colegio, porque a mi me pasa una cosa igual que a mi madre: soy de luchar para salir adelante –el rimel se le había corrido dando una imagen distorsionada del gesto de su cara–. El hecho que yo no sepa hacer las cosas no me imposibilita el hacerlas –Se recostó hacia atrás haciendo que su silla se bamboleara sostenida en las dos patas traseras–. Yo no tengo miedo cuando las hago, no en ese momento, claro, cuando llego a casa a me vienen todos juntos –Se acomodó su melena, y se limpió la nariz roja de tanto llorar–. En la noche cuando estoy acostada, cierro los ojos y el miedo se presenta con toda su crudeza –Se detuvo un momento, volcando el contenido de la grapa, la bebida que tenía sobre la mesa, en el vaso; bebió un trago y volvió a encender otro cigarro, luego de aspirarlo miró de nuevo hacia la cámara–. De momento no. –¡¡Pum!!golpeó la mesa con la mano cerrada–. Es que me voy para adelante sola; eso es de herencia –Se rió ante la cámara y luego volvió a ponerse seria–. Igor era mi pasión. El era mi jefe, lástima que yo era muy chica por ese entonces. ¿Es que no hay más cigarrillos? –Grito mirando hacia el costado, fuera de la visión de la cámara.

Le alcanzaron una cajetilla nueva. Se bebió un trago y fumó un porro. Luego de ciertos minutos miró hacia la cámara.

–Con pantaloncitos iba yo porque siempre he ido de mayor –Sus ojos brillaban por acción de la droga–. Me compraba la ropa más cara, todo de blanco pues me gustaba la ropa de mayor –. Siempre he sido muy chiquitilla; la pintura siempre me ha quedado grande –Volvió a reírse–. ¡Vamos! si siempre me vestían de mayor –Su mano derecha le comenzó a temblar–, iba yo con mis pantalones, no se me olvidara jamás –Se inclinó hacia la mesa y entre su cara angulosa y los ojos saltones daba la impresión de que ella se caía dentro de la ropa–. Fue el día de la entrevista. –Se rió y le vino un ataque de tos– La entrevista, si –Volvió a reírse–. Termine contratada como empleada de ropa femenina y aún no tenía 18 años; faltaban meses para ello– Vinieron y me sacaron toda la camisería; decían que vendía mucho. ¡Cabrones! –La videocamara seguia filmando–. Sobre todos los hombres. Todos venían a mi –Ella puso ahora cognac en el vaso y suspiro–. Se quejaron. Mis compañeras se quejaron. Que acaparaban argumentaban. ¡Caraduras! Bien que se dejaban manosear –Volvió a encender un cigarrillo para luego centrar sus ojos azules hacia el objetivo de la videocámara–. Yo vendía mucho, sobre todo a los hombres –Hizo un un chasquido con los dedos–, ¡así!. Me llevaba de comisión una bien grande pero la envidia y las cosas, porque yo no creía que nadie se te podría acercar fue demasiado –Se tomó su tiempo en continuar, se lió un porro lo fumó lentamente. Rato después volvía a mirar a la cámara–. Total, me despidieron. Y todo por una compañera que terminó siendo la que se acostaba con el Jefe en su oficina en tiempo de oficina. ¡Puta! –Se recostó sobre el respaldar de la silla y miró por un momento que se hizo eterno hacia la cámara. Seria–. Me fui después, trabajé en discotecas, pero mi madre no me dejaba en paz; total volví al negocio de la venta. Ahora era para ayudarla. ¿quiero otro trago? –Gritó. Enseguida le depositaron otra botella, ahora de tequila–. Total, mientras estuve con mi madre llevamos una raya de lo más mala. Mi padre.. –Suspiró, no sin antes zamparse un vaso de tequila completo–, mi madre ya no se quejaba de él pero pobrecita de mi, estabamos pasando una racha, de esas bien malotas porque nos han robado 203 veces. ¿Y si lo dejamos para otro momento? –María miró al que manejaba la videocámara.

–Bien –dijo éste –. Seguimos mañana a la misma hora –Giró la cabeza hacia el encargado de la iluminación, el de sonido, los maquilladores–. Todo el mundo fuera.

 

Al otro dia.

–¿Lista?

–Si.

–A cuenta de 3 –Dijo el cameraman–. 3, 2, 1.. Adelante –He hizo un gesto de asentimiento.

 

–Sobre la muerte yo no pienso mucho pero voy al cementerio –Expresó así María, aunque me cago viva en ellos; ¡Vamos! Una vez al año, en el Dia de los Difuntos y para limpiar el Panteón de mi madre y mi padre –Se pasó la mano derecha por el pelo lacio que le caía sobre la frente, y luego de un tiempo agregó–: No porque ellos hayan sido menos que nadie; pongo sus flores –Se hizo un tiempo eterno en que la videocámara siguió grabando y ella, María, estaba perdida en sus recuerdos fragmentados.

–Cerca de donde vivián mis padres había un chiquillo de 12 años que se llamaba Bebo –Se rió al recordarlo; encendió un cigarrillo y aspiró su primera bocanada. Tomó su tiempo y posteriormente acotó–: Que me miren y digan “Mira la María, la hija de la puta como va”. Fue el que me folló por vez primera. –Por vez primera su risa fue espontánea–. En el anonimato de un aparcamiento, apoyada sobre una pared, el Bebo me tenía con las piernas abiertas. No lo sabía hacer. Yo tenía 12 años por ese entonces. Jaja. Le terminé haciendo un pete –María se levantó y trajo otra petaca de tequila, siempre con un cigarrillo a medio terminar entre sus dedos–. Íbamos las 2. Mi madre y yo con dos bolsas al aparcamiento otro dia –Se rió–. Al coche lo habían robado. Había que verle la cara del taxista, cuando tuvimos que detener uno y decirle que nos llevara a casa. Jajaja –Dio una pitada a lo que quedaba del cigarro y acercó su cara al lente de la videocámara–. Era un poema la cara con que me miraba durante todo el trayecto. De esas, que te comen viva, por lo buena digo.

 

–Corten –Se escuchó decir en el estudio de grabación–. Mañana seguimos con la tercera toma.

–¿Quedó bien? –Preguntó ella. El gesto que recibió con las manos fue de los más elocuente. Perfecto.

 

- oo --

** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

0 comentarios