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Los Relatos de Ruben

Un cuarto en Roma

–¿Cuanto te quedas en Roma? –Dijo Alba apoyando un brazo en el hombro de la chica que había conocido unas horas atrás–. “!Joder! –Pensó al mirar su zapato de taco alto”; se rió y agregó–: Mira, estas calles empedradas lo que le hizo –Lo sostenía con una mano moviéndolo mientras se reía; casi se cae, pero fue sostenida por su compañera que terció–: estas borracha –para luego agregar, riéndose ante la imagen que presentaba Alba–: Tomo un avión a Moscú mañana.

–¡Qué casualidad! Yo también –Sin pensarlo agregó sostenida por la rusa–: Pasemos juntas –frase dicha al descuido, concluida con un–: perdona, ¿cómo te llamas?

Ambas se iban bamboleando por la calle desierta del centro de Roma.

–Pero si te lo he dicho dos veces –Comentó divertida la rusa deteniéndose en una esquina solitaria, para sacar un cigarrillo, ponerselo en la boca y encenderlo. Tras darle una pitada y mirarla, obsequió otro a Alba que sí lo aceptó de buenas ganas.

Tras ello, un silencio se instauró entre ambas; fumaron tranquilamente– : A ver si a la tercera va la vencida –. Expresó Alba rompiendo dicho instante apoyada sobre un muro.

–Natasha, y tu eres Alba, que simboliza amanecer –Ambas se apoyaron entre sí y continuaron caminando; Iban, Alba iba con sus zapatos en una mano, y, Natasha, sosteniéndola  de la cintura para que no se cayera.

–Ese es mi mejor momento –expresó a lo dicho; se detuvieron; –¿El qué? –Preguntó Natasha manteniendo el abrazo sobre la cintura de ella–.  El alba, ese es mi mejor momento –Adujo la española que se separó, giró sobre sí,  comenzó a bailar y reírse. Casi se cayó de bruces sobre el pecho de Natacha que la miraba divertida.

–Esta es mi primera noche de verano –Agregó a continuación; frase dicha entrecortada por efecto del alcohol.

–Si es verdad –Natasha se colgó la cartera de la española sobre un hombro y con una mano la tomó instándole a continuar caminando–. En Europa el verano está comenzando, pero en Rusia, ya comenzó.

–¿Tienen verano en Rusia?

–Claro, bueno, es el verano ruso –y con cara acongojada expresó–:  y ésta es mi última noche en Roma.

–Y la mía –Terció Alba, “vuelvo a Barcelona mañana” pensó para sí, pero no lo expresó;  entrecruzó sus dedos entre los de ella y concluyó la frase con–: no estas sola rusita, así que tenemos que aprovecharla –Le dió un beso, uno bien de sorpresa haciendo que Natasha se detuviera en seco.

–Yo no soy.. –He hizo un amague de retirarse; Alba  la miró fijamente y con una mano sobre su cuello la atrajo nuevamente hacia sí; ahora el beso fue más intenso que el anterior, más explorador– No soy.. –Repitió Natasha tirando su cabeza hacia atrás pero Alba la abrazó por la cintura y se le acercó; sus senos turgentes se rozaron– Me gustas –Le dijo Alba casi susurrando, pero esta vez, el nuevo beso, fue dirigido hacia su cuello. Más imperioso. Sintió la resistencia de la mujer y, como un ser depredante  olfateando a su presa expresó–: ¿Que? –Alba se alejó un palmo de distancia de ella–. Sos una mujer y yo otra; estábamos bebiendo solas, nos hemos sentido atraídas la una por la otra. Punto.

Natasha se quedó en silencio  y tras esa pausa:

–Es la primera vez en mi vida que miro así a una mujer –la luz de una farola marcaba claramente contraluces– Y nunca –La mano derecha de Alba estaba apoyada sobre la de la Natasha; Alba la contemplaba–. Nunca he besado a una mujer –Se sonrojó.

–¿Ninguna? –terció Alba atrayendola hacia sí, gesto que fuera correspondido con–: Bueno, con excepción de mi madre –Natasha la miró detenidamente, luego de escrutarla con mayor detenimiento se alejo un palmo de su cuerpo para luego decir–: ¿No es la primera vez que tu miras así a una mujer?

–No. Pero cada mujer es distinta –Alba se le acercó y con sus dedos desplazó un flequillo que caía sobre su frente.

–¿Te gustaría verme desnuda?– terció en consecuencia la rusa ante los embates de la cazadora, recibiendo como única repuesta, un inevitable–: Sí, me encantaría.

 

En una habitación de hotel

–Creo que será mejor que tu me desnudaras –La voz de Natasha sonó un tanto temblorosa.

–¡¡Shh!! –Muy sexy Alba se le fue acercando–.Tranquila, no pasa nada –,  y ya con tono apaciguador–: ahora nos quedaremos así sin tocarnos mientras te relajas –Alba se recostó a su lado, sobre la cama con su compañera de noche boca arriba.

Una canción sonaba distante. “You’re right; I’ll say you a few words” –con voz melodiosa.

 

Unas horas más tarde.

–¿Quién me ha cambiado el tono de voz? –Se preguntó Alba, muy adormilada, cuando escuchó dos golpes en la puerta de la habitación.

–¿Quién es?

–Natasha –Recibió como única repuesta.

–Natasha, claro –Alba se cubrió su cuerpo desnudo con un babydoll rosa; se levantó de la cama y se acercó a la puerta; al abrirla–. Adelante –Dijo.

–Creo que me he dejado el móvil en tu habitación ¿no lo has visto? –Mencionó la rusita desde el corredor sin inmutarse. –Perdona, se me debió caer del bolso y agregó–: Estoy cansada y quiero irme a mi hotel.

–Entra a buscarlo –Alba se puso a un costado de la puerta dejando una parte de un seno expuesto–. Te esta esperando debajo de la cama –Natasha no hizo ningún ademán que indicara que iría a ingresar al cuarto del hotel que estaba alojada la española–. Prefiero no volver a entrar.

–Por qué? –Alba la miraba desde el vano de la puerta–. ¿Qué ha pasado?

–Nada –Natasha se acomodó el pelo, se lo soltó e hizo un movimiento de cabeza para posteriormente aprisionarlo con un clip; Alba la miraba mientras hacia ello–. Nada en realidad, nada de qué arrepentirnos.


 

-- oo --
 
** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

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