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Los Relatos de Ruben

Tom

–¡Fred! –El hombre le hizo un ademán con la mano levantada–, estoy aquí –señalándole el mostrador que estaba delante.

–¡Tom! –Prácticamente gritó el aludido al verlo–. Voy –Y comenzó hacerse paso entre la multitud  mediante codazos. El Pub estaba completo esa noche.

–Cómo estás? –mencionó cuando logró aproximarse–. ¿Qué estás bebiendo? –señalando el vaso que portaba en su mano.

–Vodka –Recibió como respuesta levantándolo  y de un solo trago bebió lo que restaba de su contenido; entonces, Fred mirando hacia la otra punta del  mostrador y utilizando un tono más elevado–: Anton, otro para mi amigo –Levantó el vaso con la mano para que fuera visible–, y otro para mi.

Al cabo de cierto momento, el barman,  que había estado atendiendo otras personas  se acercó y le dijo:

–¿Dos más?

–Si gracias, por el momento alcanza.

Levantó su vaso, pasó un trapo sobre el lugar y depositó el nuevo contenido en el lugar del anterior, al que sumó otro más. Anton hizo una mueca que decía –todo bien– y se giró dándole la espalda; colocó una jarra dentro de un cervecero y volcó su contenido dentro; luego se la entregó a una mujer a unos pasos de ellos.

–Vayamos a algún lugar más tranquilo –Tom miró a su alrededor y señaló el tumulto de cuerpos que se apiñaban a su alrededor. Fred realizó un gesto de asentimiento; algunos se hallaban parados, otros en taburetes. Tras observar el lugar–, allá –señaló con un dedo hacia uno de los rincones, donde estaban los reservados.

–Si.

Fred apuró el trago, depositó el vaso del que había estado bebiendo sobre el mostrador, colocó unos billetes sobre éste y señaló y con un gesto a Anton como diciendo –aquí te dejo el dinero, quedate con el vuelto; Tom dejó intacto el suyo. Luego Fred  levantó el maletín que llevaba consigo y:

–Acompáñame –Y se fue abriendo paso a través de la maraña de cuerpos aglutinados en en mismo lugar.

No terminaba de decir ello cuando el show comenzó. Se abrieron unas cortinas, el sonido cambió y las luces estratégicamente dispuestas se dirigieron hacia el podio. Un chico con vestimenta punk comenzó a bailar y a contonearse en forma muy sexy alrededor de un tubo, siguiendo el compás de una música acorde al momento. Quienes frecuentaban ese ambiente comenzaron a aplaudir y chiflarle.

El reservado era una series de cabinas dispuestas de una mesa en el centro, y un esquinero de dos cuerpos por cada lado.  En cada una de ellas, colgaba un televisor adosado a una de sus paredes.

Al acercarse dejaron pasar una pareja de homosexuales que salían abrazados; uno con un porro en su boca, el otro, con un vaso de algo indescifrable pero hecho a base de alcohol. Ambos iban riéndose y bamboleando su cuerpo. Uno de ellos golpeó a Fred en el hombro volcando el contenido del líquido que portaba sobre su chaqueta.

–¡Hee! –dijo éste–. Si serás capullo –y con una mano intentó limpiar el líquido derramado; ante el gesto de contrariedad por su parte recibió como repuesta– ¡Que te den cabrón!

”América” pensó. –Entremos –Y abrió la puerta para dejar pasar a Tom. Luego hizo lo mismo, cerrando la cabina con el pasador. Le señaló el esquinero y se sentó del otro lado.

–¿Lo tienes?

–Si –Mencionó Tom sentándose.

–¿Y bien?

Tom se arrellanó sobre un respaldo y encendió un cigarro dando dos pitadas profundas. Tirando su cabeza hacia atrás, permitió que dos volutas de humo subieran hasta el techo; luego giró su cabeza hacia la otra persona.

–¿Y tú, lo traes? –Tom miró hacia el maletín que descansaba sobre el regazo del aludido. Fred hizo un gesto de afirmación con su cara, levantó el samsonite y lo depositó sobre la mesa, no sin antes, pasar un paño por encima de ella. Luego, hizo girar la llave de combinación y lo abrió.

–Diez millones de dólares –agregó a continuación–, en billetes de cien no rastreables –Tom se recostó y cerró sus ojos.  El sonido del local se escuchaba muy atenuado. Dejó pasar el tiempo, primero un minuto, luego dos..

Entonces Tom hizo un ademán con la cabeza y dijo:

–Bien –Fue a colocar su mano dentro de su gabán pero, un gesto de Fred lo frenó; éste último se levantó y expresó–: Espera –Lo tanteó. Una vez que estuvo conforme se sentó de nuevo en el lugar en que había estado, entonces, ya tranquilo–: adelante –he hizo un gesto con su mano para que prosiguiera.

Tom sacó una caja metálica cerrada herméticamente y lo depositó con sumo cuidado sobre la mesa.

–¿Es lo que creo?

Tom frunció el ceño y el gesto de su cara lo dijo todo, algo como un: –¿pagarias diez millones de dólares por algo que no tuviera ese valor acaso Fred?

–Bien –Acotó el aludido; estiró la mano hacia el recipiente para tocarlo, pero fue detenido por la mano de Tom que agregó–: ¡Cuidado! es sumamente peligroso –le sostuvo la mano un instante–. No lo abras acá, se puede esparcir.

Fred se arrellanó sobre el respaldo. Tom lo levantó con sumo cuidado y dijo–: posee una combinación de 64 bits numérica –Y como si tratase a un niño recién nacido le pasó un paño de tela por encima–. Si le erras en un número, el dispositivo explota en el instante –. Luego de pasarle la franela volvió a poner el recipiente sobre la mesa–. Posee además, otro código oculto que, de no ser el correcto.. –Tom se recostó y limpió sus manos con un pañuelo–: O sea –tosió y se tapó la boca–, si no es respondida enseguida y correctamente, explota –He hizo un gesto con sus manos–: ¡Pum! Esparciendo su contenido, ¿entendiste? –Encendió un cigarrillo y se apoyó tranquilamente sobre el respaldo de la rinconera.

Fred se acomodó apoyando su espalda sobre lo mullido del esquinero, también encendió un cigarro, le dio dos pitadas y cruzó sus pies. No dijo nada simplemente lo miraba con atención; lo estaba escrutando. Pasó el tiempo, primero un minuto, luego dos..

Entonces Fred hizo un ademán con la cabeza y dijo: –¿Un salvaguarda? –a lo que Tom respondió con un simple gesto, muy elocuente por cierto, que simbolizaba un simple: –Para mi, y para ti, cosa de que no caiga en malas manos.

–Entendí, entonces…

–Una vez abierto el recipiente encontrarás dos tubos delgados –Tom sonrió triunfante–, si lo tocas, se rompen esparciendo su contenido en el aire –Encendió un nuevo cigarro, dió dos pitadas y preguntó –: ¿Cómo se llamaban los padres de Lincoln? –Volvió a colocar el recipiente entre sus pertenencias.

–¿Padres?

–Sí.

Fred lo miró en forma interrogativa a lo que respondió pasado unos segundos, luego de la extraña pregunta–: Thomas Lincoln y Nancy Hanks.

Tom depositó nuevamente el receptáculo sobre la mesa y simplemente.. aceptó esa respuesta como válida; cerró el maletín, se levantó, lo asió. Luego..

–Ha sido un placer hacer negocios contigo –Le tendió la mano, gesto que fuera acompañado de un entrecruzar de éstas–. un placer correspondido Tom –terció por último Fred guardando el recipiente dentro de un bolsillo–. Una última pregunta ante de despedirnos –dijo.

–¿Si?

–¿Cómo supiste que yo era la persona correcta?

–No lo sabía –Acotó Tom, que comenzaba a arreglar su atuendo punk.

–¿Entonces? –preguntó–, lo de los padres de Lincoln era una prueba, ¿no?

–Ha sido un placer hacer negocios con usted –Tom se dio media vuelta, destrancó la puerta y se detuvo un instante, luego se giró poniéndose a un costado–. Vamos General.. ¿cómo quiere que le llame? ¿Fred? –Con el maletín en sus manos señalaba la salida  de la cabina.

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** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

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