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Los Relatos de Ruben

Novelas

Sarah y Victor

 -- La Familia Hernández  --

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El Doctor Hernández fue un prominente médico cuya profesión la ejercía en el interior del país; sobre el litoral oeste. Se había casado con Mabel, oriunda de la capital donde la había conocido.

Ella había resultado ser una gran nadadora. Un día en medio de una competición y estando tomando sol alrededor de la piscina olímpica junto a unos amigos, el doctor, por ese entonces estudiante de medicina, escuchando a la gente que la alentaba y viendo como se retrasaba, decidió ayudarla. Ese día logró  ganar la competición gracias a él.

A partir de ahí, comenzaron a salir con la anuencia de sus padres. 

Cuando él se recibió, se casaron, y al poco tiempo decidieron irse al litoral oeste del país. De la unión de ellos nació Sarah, una niña, que para los estándares de la época pesaba un poco más que la media.

Con el tiempo, el Doctor Hernández se hizo conocido y muy respetado en su ambiente.

Sarah, por otra parte, creció y se hizo adolescente; comenzó sus estudios intermedios en un colegio salesiano donde conoció a Víctor, un monaguillo que auspiciaba como ayudante del párroco de la diócesis del obispo Marquesano. 

La relación entre ambos no pasó desapercibida, y fue cuando comenzaron los cotilleos, los que llegaron al punto más álgido cuando quedó embarazada.

Al enterarse su padre, la alegría contagiosa y pertinaz que tanto  lo caracterizaba, comenzó a desaparecer apoderándose de él un silencio entretejido por una demencia sin control. 

Su familia, en particular el padre, presionó sobre el obispado, que terminó optando por mandar a Victor a Angola como ayudante en una Misión.

De Sarah no se supo más, salvo que fuera internada en un nosocomio privado. En dicho lugar nació su hija Margareth siete meses después, pero ni siquiera Mabel, su madre, estuvo presente durante el parto, aunque lo hubiera querido.

El Doctor Hernández se encargó en todo lo relacionado al embarazo y embarazo de su nieta.

Pasaron los años, y de Víctor no se supo más nada, incluso después que los padres de Sarah fallecieran.

 

-- Misión Jesuitica del Padre Esteban --

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Luanda, Angola.

Quienes componían la misión jesuita del Padre Esteban no solo tenían como objetivo dedicar su tiempo al Señor. Tenían otros menesteres, como ser labrar la tierra y cultivarla, ejercer de partero si las circunstancias así lo ameritaban y un sinfín de otras actividades alternas. No era la única misión en Luanda y sus alrededores, pero sí la más importante.

La misión adquirió el nombre del Padre Esteban a raíz de un cura portugues que un par de décadas atrás había arribado al lugar en un barco mercante proveniente de Portugal.

Apoyado en el Sao Cristobal, un bergantín que otrora había sido el barco escuela de la naval mercante del Reino Unido, adquirido más tarde por Portugal y reconvertido ahora en barco mercante, el susodicho cura observaba con atención el puerto de dicha ciudad angoleña al acercarse a aquél. Desde el mismo arribo, él se dedicó en cuerpo y alma a fomentar y desarrollar el vínculo entre el cristianismo y la religión Kimbanguistas, una rama de las "africanas Kala cristianas" que tiene su origen en lo que es la actualidad la República Democrática del Congo.

Durante sus dos décadas trabajando para tal fin e incluso haciendo de nexo con la minoría musulmana sunita, dicho cura forjó lo que terminó en ser una de las misiones jesuíticas más importantes de Angola. 

Luego de su fallecimiento por difteria, su centro de trabajo adquirió su nombre. Así nació la Misión Jesuítica Padre Esteban.

En la parte de atrás de la Misión sus integrantes trabajaban la tierra, plantando hortalizas y papas utilizando una técnica de siembra consistente en realizar un surco en línea con una profundidad variable según el tamaño de la semilla. 

Las colocaban más o menos juntas, según las dimensiones que llegase a adquirir la planta cuando llegara a ser adulta para dejar espacio suficiente. Después cubrían las semillas sin prensar excesivamente la tierra.

En carretillas, llevaban lo recolectado a un depósito no muy grande que servía para satisfacer las necesidades de alimentación de sus integrantes. Allí eran almacenadas. Su sobrante era vendido entre las distintas fracciones que habitaban el lugar. Eventualmente utilizaban el trueque como moneda. 

En eso estaba el nuevo cura, depositando lo recolectado en el depósito cuando:

–Padre –entró Joao corriendo y expresando en forma imperativa, pero nerviosa–, tiene que acompañarme, mi esposa..

No tendría más que 34 años; él era descendiente de la etnia bantúe cuyo origen se remonta a cuando eran un pueblo de pescadores, agricultores y cazadores. 

Hablaba portugués fuertemente acentuado a consecuencia de la lengua regional Kimbundú. Victor se gira hacia el visitante, no sin antes haber depositado al costado de sus pies la asada con la que había estado labrando una parcela de tierra; luego al mirarlo se irgue, no sin antes secarse la transpiración de su cara.

–¿Qué le sucede a Paulina? –Le pregunta Víctor sosteniendo su sombrero de ala ancha con la mano derecha.

Ella había sido desalojada de su vivienda durante el auge económico experimentado por Angola tras el fin de la guerra civil en el año 2002. El gobierno angoleño había desalojado por la fuerza a miles de residentes pobres de la capital, Luanda, sin ofrecer indemnizaciones de ningún tipo. Por ese entonces vivía en las afueras de la ciudad.

–Va a dar a luz padre –se le acerca y lo sujeta de la manga de la sotana– ¡por favor! –suplica.

Joao había conocido a Paulina unos cuantos años atrás, de la época en que arribara Victor por primera vez. 

Cuando el cura llegó a Angola el Padre Esteban había fallecido. 

Ambos eran originarios de la etnia ovimbundu, una de las poblaciones más abundantes del país. Se conocieron durante la fecha en que Portugal había traspasado su colonia al pueblo ugandés y se llevaron a cabo las elecciones parlamentarias, después de diez años de suspensión de garantías y procedimientos democráticos, debido a una cruenta guerra civil.  Un año después se casaron. –¡Vamos! –dice Víctor colocándose su sombrero de paja. 

Tras ello se sube al camión que conducía Joao.

 

-- Mabel --

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El día en que Sarah dio a luz en una clínica privada a su hija Margareth, su padre, el Doctor Hernández la sustrajo de sus manos y se la llevó con él. En forma callada la dio en adopción.

Ya por ese entonces la relación entre el médico y su mujer, Mabel, no era como se esperaba. El, terco y obcecado se mantenía en sus trece. No dando el brazo a torcer; se hacía lo que él decía y su mujer acataba. 

Se relacionaban a nivel público como si nada pasase entre ellos, pero, ya en lo privado la situación era completamente otra. Que ella acatara y se silenciara no significaba que no viera las cosas, solamente, había sido educada para obedecer al marido.

Cuando ella se enteró que iría a ser abuela, y que el padre de su hija Sarah era un ayudante del párroco de la diócesis del obispo Marquesano, un monaguillo, todo lo que creía y consideraba correcto se derrumbó. Simplemente el que viste una sotana debe estar por encima de las tentaciones carnales, dedicado las veinticuatro horas los siete días de la semana a adorar al Señor, no podía darse el lujo de sentir y amar otra cosa que no sea a el Señor.

 No era solo que lo pensaba su madre, de igual forma pensaba el padre de Sarah en tal sentido.

Por ser él la cabeza de la familia, consideraba que todo recaía en sus hombros incluso las tomas de decisiones puesto que él era el hombre de la casa.

Fue cuando ella  lo confrontó.  

Sus sentimientos, tanto tiempo amordazados, comenzaron a aflorar y poco a poco el amor comenzó a deslizarse hacia lo perverso dentro de ella.

–Pero se trata de tu hija –le había dicho en una ocasión, estando ambos en el living–comedor.

Ese día había estado lloviendo y había hecho frío. Ambos se encontraban sentados alrededor de una  estufa a leña cuyas brasas, crepitaban; ella tejiendo y él leyendo.

–Es una cualquiera –Expresó él sin levantar la cabeza.

Su alma estaba marchita plegándose sobre sí misma,dejando que la cólera aflorara sobre sus poros. Lo acontecido la superaba ampliamente.

Ella depositó el tejido sobre su regazo y lo miró.

–¿Qué has hecho con la niña?

Mabel había tocado fondo a consecuencia de muchos secretos tapiados, que de golpe, decidieron romper la veda de tanto acumular bilis. Su mirada hilaba fino, escrutando.

–Nada.

El era un alma marchita cuyo dolor al igual que un quemante alborozo salía a través de sus poros.

–¿Qué te crees que sos, cretino? –No terminó de expresar esas palabras, cuando su mujer con la mano abierta le propició un sonoro sopapo–. ¿Crees que no sé que se la entregaste a los Menéndez?

La relación había llegado a tal punto en donde los secretos de la pareja se regodeaban socabantes. Se diría que hasta con perfidia.

Los Menendez eran una familia de estancieros que tenían una casa en la ciudad pero una estancia a varios kilómetros al norte. Se dedicaban a la ganadería extensiva. 

A ellos los atendía el doctor. Muchas veces no les cobraba pero cuando iba de caza, paraba en sus campos. Ellos le daban verduras, frutas, alguna gallina a cambio de sus servicios. Una forma de trueque.

Desde ahí, dejaron de dormir juntos y hablarse. 

El doctor por su parte, tuvo sus amantes, su esposa lo supo, pero no dijo nada; por dentro lloraba. 

 

-- Padre Victor --

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Luanda, Angola.

Luego de atender a Paulina durante el parto, Joao insistió en llevarlo a él a Clidopa, un hospital. A pesar de su negativa, no pudo evitar que lo llevara en su camioneta. Tenía que dar los últimos sacramentos a un paciente de cáncer.

–Le voy a poner su nombre padre –menciona mientras conducía.

–Da gracias al Señor que me condujo a tiempo hijo.

De pronto la camioneta da un bandazo sobre la derecha casi cayéndose sobre una cuneta cuando, un ómnibus que se caía a pedazos. lo cruzó de frente. 

El gesto de Joao fue elocuente a tal punto que..

–Hijo de puta –el cura lo mira– no debes dirigirte así a tu prójimo.

–Perdone padre –dice en forma automática y toca el claxon por la presencia de un grupo de jirafas que cruzaban lentamente la sabana, lo que hizo que la camioneta frenara.

El cura sonríe al tiempo que no dejaba de observar el paisaje ugandés. Siempre que salía de la Misión llevaba consigo una cámara de fotos con la que disfrutaba captar ese momento especial de un atardecer, la gente movilizándose,  o los animales.

Al llegar al nosocomio Joao le dice

–Bueno padre lo dejo, debo volver.

–Ve con Dios –recibe como repuesta.

Victor era una persona muy cariñosa y querida por los lugareños. 

En el Hospital lo recibe la nurse que en ese momento estaba de guardia.

Nasiche, era su nombre, una mujer regordeta de no más de un metro sesenta y cinco  de estatura, de carácter hosco con las personas que no conocía  y seca con los que manejaba la guardia en el hospital. A éstos,  con mano de hierro.

Pero con Victor la relación fue distinta con un trato más referente.

Quizás, porque era procedente de la tribu baganda correspondiente a la etnia bantu originarios del oeste del país, donde sus creencias cristianas en conjunto con la musulmana, la habían convertido en una fiel creyente y practicante del catolicismo. 

–¿Como anda padre? –Le dice cuando lo ve.

–Bien hija, y Manuel que no lo he podido ver por la Misión.

–Ha estado con su padre y su tío llevando el ganado al Mercado de Abim. Abim, un pueblo en el interior de Angola.

Manuel era el quinto hijo de ella: acudía semanalmente a un seminario que se impartía en la Misión del Padre Esteban, pero hacía diez días que no había concurrido. De ahí la preocupación del Padre Victor.

–¿Viene por Joaquim padre?

–Si hija.

–En la segunda ala ya sabe –Y ella le señala con el brazo extendido hacia el corredor que había delante. El cura le hace la cruz en señal de bendición. 

–Amén –responde ella.

 

-- Doctor Hernández --

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Por el tiempo en que Sarah era una niña, el doctor ejerció su profesión en el interior del país. Poseía un consultorio privado en su casa donde atendía a sus pacientes pero practicaba en el Hospital General Pericles, el único en el pueblo.

Cuando terminaba la hora de la consulta acostumbraba ir junto a su esposa Mabel al único club social que había.

Le gustaba jugar a las cartas, leer los diarios, pero siempre estaba a la orden por si alguien lo necesitase como médico y no importaba si era de día o de noche. Quien necesitase de él, allí estaba. 

Su esposa jugaba a la canasta.

Esa predisposición le generó buenos frutos. Todo el mundo recurría a él.

Si tenía que atender a una persona de bajos recursos, y no podía pagar la consulta, él no dejaba de hacerlo, incluso seguía la evolución de la enfermedad. Si no podía pagar, él igualmente le regalaba los medicamentos al que lo necesitase. No sólo atendía a él, sino incluso a toda su familia.

Era de pocos amigos y muchos conocidos. 

Atendía a los pocos policías que había en la única comisaría que tenía el lugar; al cura párroco y sus acólitos de la diócesis del obispo Marquesano, y a dos o tres hacendados, entre ellos los de la familia Menéndez. 

Cuando nació Sarah ya estaban en una buena posición económica. Ella tenía su propia empleada que se puede decir que la crió. 

En la casa había una empleada sólo para la cocina, otra para las labores domésticas de limpieza y atención a su hija. 

Sarah, era sus ojos, la adoraba. Cuando era niña cursó sus primeros años de estudio en el único colegio estatal cerca del centro, y ya siendo adolescente, la mandaron a terminar sus estudios secundarios a la diócesis del obispo Marquesano que estaba ubicado a un lado de la Plaza Matriz.

La hija del doctor, era todo un caso.

En más de una ocasión se le escapó de la casa, cuando el médico estaba embriagado.

Se divertía con los pueblerinos, pero su forma de ser: libertina, libre de prejuicios, le dieron fama de una mujer fácil. Cosa que en realidad distaba  mucho de serlo. Poseía un carácter de los mil demonios: indomable.

Su carácter, condujo al doctor a decidir por internarla en la diócesis asumiendo que la doctrina cristiana que el obispo profesaba, la enderezaría. No pensó en Victor.

Su madre, Mabel, estaba volcada hacia la Sociedad, experta en reuniones y fiestas.

Los domingos iban a misa a rezar juntos; el cura párroco en persona ejercía ese oficio.

Cuando el doctor se enteró de la relación entre su hija y Victor, por ese entonces, un monaguillo fue a hablar con el cura párroco. A partir de ahí, todo se fue cuesta abajo.  La presión fue tal, que el mencionado aprendiz a cura terminó en Angola en respuesta del obispado.

El doctor simplemente no podía entender como su hija criada como había sido, hubiera pecado ante los ojos del Señor.

Al doctor ya le carcomía  un fuego que horadaba sus entrañas, comenzó a beber. 

Mabel, la madre, se tornó insidiosa, soez al tiempo que por ser tenaz como inquisitiva, se tornó en una carga para el doctor que no pronunciaba palabra alguna.

 

-- Los Menendez --

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La finca había sido originaria del abuelo de Juan José Menendez de la Horta, un hombre que en sus años mozos la había adquirido en una carrera de caballos. Según el folclore del lugar, al parecer a consecuencia de una apuesta de caballos Don Santiago Montoya, el terrateniente del lugar perdió la finca que por aquel entonces se la conocía, no por “la de los Menendez”, sino por “El Chingolo” haciendo referencia a cierta clase de ave locataria.

Juan Martín Menendez, oriundo de un pueblo en el interior de su Cataluña natal, se la ganó al apostar sus pocas pesetas con que había arribado a la zona luego de la persecución a consecuencia de la dictadura de Francisco Franco. Pero, si bien existía una tirantez a simple vista entre Don Montoya y Menéndez no la había con doña Nicanor hija del primero.

Fue su amante hasta que se enteró su padre que le mandó sus secuaces, dos hombres de buen porte –o se casaba, o le rompía todos los huesos para que por último, terminase de cena de los caimanes que habían en la laguna– y así, Don Martín fue llevado a la fuerza sacado de un lupanar. Lo que sucedió a puertas cerradas no está escrito en ningún documento oficial, pero según cuentan aquellos que presenciaron la disputa al parecer Montoya no podía creer lo que le proponía el catalán. 

Le había jugado la finca en una apuesta de caballos, si ganaba la apuesta adquiriría la finca, en caso contrario se casaría con su hija, su amante.

Unos dicen que le disparó un tiro al pecho, otros, que por lo ruiseño de la propuesta Montoya había aceptado. El asunto no era la finca pues para él, eso no se discutía, Montoya era su dueño, el asunto era el honor de su hija.

Bien sea, por lo disparatado que le pareció la propuesta, bien obligándolo a casar, Montoya aceptó.

Claro, no contaba con las argucias del catalán. Luego de cierto período de tiempo pautado, se dispuso a hacer correr su yegua premiada con la cual había ganado varios premios consecutivos en el Gran Derby, evento que se hacía una vez cada cierto tiempo.

Por parte del abuelo de Juan José. Don Juan Martín apostaría a un potro catalán traído por éste en barco. Le presentó a Montoya recortes de diario de la época donde se lo mostraba como un potro de estirpe; no lo era, más bien común, pero eso sí muy enamoradizo.

Cierta noche antes del evento el animal se las ingenió, para dejar preñada su yegua, tantas veces premiada y que Montoya de ninguna manera aceptaría que sus genes se mezclaran; el asunto era: que ante el corazón de un animal, lo mismo que de un humano, nada se podía interponer.

Llegado el momento del evento ni uno ni otro animal quiso correr –sus ojos lo decían todo, estaban enamorados–. Ante ese hecho Montoya terminó cediendo, porque una cosa era con los equinos más no así con el catalán. Este debía casarse. 

Como regalo de bodas recibió la finca “Los Chingolos” y así vivieron felices Doña Nicanor Montoya y su amado catalán.

El tiempo pasó, vinieron los hijos, Don Montoya murió de sífilis a consecuencia de tener relaciones con una negra que cuyos cometidos eran menesteres propios de la finca, pero que tenía relaciones con quien viniera a cuento, cuando su patrón estaba de gira por asuntos comerciales. Y así, Don Martín se hizo de la Finca al cual le puso “Los Menéndez” en referencia a su difunta madre.

Los Menéndez no habían podido tener hijos; como buenos protestantes no creían en una iglesia evangélica unificada y universal regida por el Papa. Consideraban que ningún individuo y ningún grupo humano puede pretender una dignidad divina por los logros morales, por su poder sacramental, por su santidad, o por su doctrina.

En buena medida pensaba igual el Doctor Hernández, no completamente, pero sin tener conocimiento que por sus venas corría la doctrina luterana.

El doctor acostumbraba a ir con su hija a la estancia. En una ocasión..

Ya embarazada y con ella en el casco de la estancia, tras una tremenda discusión el doctor cedió a su hija embarazada a los Menendez que se negaron rotundamente en principio de hacerse cargo de ella. Pero él los persuadió. A partir de entonces, la relación entre ambas familias se deterioró.

 

-- Los padres de Sarah --

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–Señor, tiene visitas –La encargada de atenderlo, suministrarle sus medicamentos y demás, mencionaba dichas palabras al tiempo que con los nudillos golpeaba la puerta que daba a su aposento.

–Mire que no esta en sus cabales –Mencionó la enfermera–, tiene cinco minutos ni uno más.

–Si –Recibe como repuesta.

El Doctor Henderson se encontraba sentado en una butaca que miraba hacia un gran ventanal, de golpe se levanta y comienza a hablar solo.

–¿Acaso vos no os dais cuenta..? –El tono que utilizó era ronco, grave, en tanto se paseaba por la pieza como hablando para sí, gesticulando –¡Conductas..! Malsano sois; gestor de insano dilema, fraguante moldura, ¡forjáis!

De momento todo cambió y la voz se hizo tenue como estando inmerso en un soliloquio, diríase hasta llorisqueo, acurrucándose en una esquina de la sala en la que se encontraba.

–Eso. Una expresividad menguada cual un volcán afligido, horas minutos.. ¡estando! 

Se levantó y retornó con los ojos exorbitantes y voz ronca, golpeándose la cabeza contra uno de los muros de la pieza mientras pronunciaba–: ¿Qué es lo que de mi buscáis? 

¡¡Ohh! Santo inquisidor eréis. Posesa mi alma acongojada; no estoy estando, y si acaso así fuere.. me sois una caminante perezosa. El cambio de voz se hizo de nuevo notorio, más, en dicha ocasión, se desplomó.

–Es hora –Interviene la enfermera al tiempo que dos enfermeros corpulentos levantan al doctor y lo depositan sobre la butaca.

–¡Por favor señora! Retírese.

Mabel, ya anciana hace lo que le piden, y al salir del nosocomio en que se encontraba su marido internado, se da vuelta y mira hacia la puerta de entrada y antes de abordar el taxi que la esperaba para llevarla al aeropuerto recita en voz casi inaudible, como para sí:

“Cuando camino entre los intersticios de lo que ha sido una mezquindad lóbrega girando alrededor de ti como un aura malsonante, la sombra de aquello que alguna vez fui,–mi sombra–, golpea mi memoria para siempre, ahora, convertida en un grito que entró en la carne para quedarse, donde el dolor por dentro se ha reconvertido en el cementerio de mis pensamientos”

–Lléveme al aeropuerto.

 

-- El Shaman --

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Luanda, Angola

–¿Viene por Joaquim padre?

–Si hija.

–En la segunda ala ya sabe –Y ella le señala con el brazo extendido hacia el corredor que había delante.

El cura le hace la cruz en señal de bendición.

–Amén –responde ella.

Cuando el cura entra a la sala ve a un adolescente acostado en una cama solo. 

La sala estaba oscura y a duras penas se vislumbraba la figura de un muchacho. Luego de observar, el cura deposita sus pertenencias sobre una mesa ubicada enfrente a la cama.

Entonces, procede a colocar ciertas piedras en determinadas partes de su cuerpo comenzando desde los pies hasta su cabeza según su color y forma e inicia con el rezo.

El joven se zarandeaba.

En determinado momento el cura comienza a bailar al son de una danza desconocida.

Entre cánticos y golpes de manos, el cuerpo del paciente por momentos levitaba y por otros caía sobre la cama adquiriendo formas distintas: un brazo que pendía de la cama; la cabeza ladeada en forma inversa, incluso una saliva espesa que brotaba de su boca.

Había momentos, que una fiebre muy intensa afectaba su razón, y otros, un frío intenso se apoderaba de su ser. 

El cuerpo del cura se movía al son de una música insonora,

Por instantes parecía recobrar su salud, en tanto el cura recaía. Al terminar el trabajo Victor se dirigió a la salida entonces se cayó y perdió el conocimiento.

–¿Padre, se encuentra bien? –Un cura lo estaba zarandeando en la Misión.

–¿Qué pasó?

–Se desmayó padre.

–Fui a dar la extremaunción a un niño en el hospital –dice Victor, balbuceando–. No recuerdo nada más.

–Padre, nunca fue al Pericles.

–¿Cómo que no?

–No padre. Usted fue junto a Joao a la tribu mumhuila cerca de Lubango, al sur.

En el hospital lo habían sometido a distintos análisis para estudiarlo. Ningún tratamiento dio el resultado esperado, ya que éstos, todos  daban bien.

Más tarde, estando Victor rezando en la Misión, en silencio depositan un sobre cerrado procedente de Francia sobre su regazo y se retiran.

Cuando lo puede abrir, lee su contenido y entonces se dice para sí: “Es hora de embarcarme, me toca otra misión. Alabado sea el Señor.”


-- Sarah --

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Los primeros tiempos en la finca de los Menendez no fueron buenos ni para Sarah, ni para sus dueños. Por esos tiempos, sus padres dormían en cuartos separados y no se hablaban. Por ese entonces, el doctor aún no había sido internado.

Ella pasaba encerrada en un cuarto de la hacienda junto a su hija recién nacida, Margareth.  

Para los que ahora se convirtieran en sus padres adoptivos y la  tratarán con sumo cariño, les era muy difícil cambiar su actitud distante. Para la nóbel madre el día simplemente pasaba.

Con cariño y mucha paciencia, el amor de esas personas hacia Margareth hizo lo suyo, y poco a poco Sarah fue tomándole cariño a dichas personas. allí aprendió a domar caballos, esquilar, a adecuarse a vivir y trabajar en el campo.

Ya adulta, Sarah se casó con el hijo de un hacendado que aceptó a su hija.  A Margareth, que la querían como si fuese su nieta, ya siendo adolescente, la mandaron a París en excursión pagada por ellos, ya ancianos.

A sus padres biológicos no los volvió a ver. 

Lóbrego ha sido el dolor que corría por las entrañas de su madre; fluyendo sin descaro por su alma, por ello, Mabel había internado al doctor en una clínica psiquiátrica y nunca más volvió al pueblo.

Cuando decidió hacer eso, dejar todo, irse y no volver más, existía un vacío morando dentro de ella que todo lo consumía: palmario, impaciente.

Y como todas las cosas, el tiempo hizo lo suyo.

Sarah comenzó a vivir alegre cuando al rebuscar en el nacimiento de sus miedos, en la oquedad de que era presa, pudo descubrirse a sí misma. 

Lo que, al principio fuera un alma marchita, pasó de reconvertir su dolor –gestado por su padre por no entender la relación de ella con Victor– a un quemante alborozo.  No, debido al amor que nunca sintió por parte de su padre, sino por el de los Menéndez.



-- Sebastian y Margareth --

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París, Francia.

–Bueno señores y señoras –dijo Sebastián a través del micrófono–, nos encontraremos aquí en la Plaza de la Concordia –mira su reloj pulsera y agrega por último–: dentro de tres horas nos encontramos acá.

En su tiempo libre él hacía de guía turístico; el ingreso que percibía por tal concepto, le permitía entre otras cosas pagar sus estudios universitarios. 

Al igual que en otras ocasiones los turistas comenzaron a bajarse del bus. Entre ellos se encontraban Margareth y dos amigas de viaje. 

Sus padres adoptivos le habían regalado un viaje por Francia para el día en que ella se recibiera de contadora. 

–¡Que bueno esta el tio! –dijo Sofía, una de sus amigas del colegio que la acompañaba y se dio media vuelta para mirarlo, entonces se rió.

–Yo me lo tiraría en la primera de cambio –acota Andrea, la otra amiga que las acompañaba.

Se habían alojado en el Absolute Paris Boutique Hostel justo detrás de la Plaza de la República, sobre el Canal St Martin.

Margareth se rió ante los comentarios sobre el joven guía y también se giró a observarlo.

Ese día pasaron recorriendo las inmediaciones de la Plaza de la Concordia.

Al finalizar el recorrido y ya estando todos de vuelta dentro del bus contratado dijo:

–Mañana iremos a Lyon –micrófono en mano–, Recuerden que será un paseo de todo el día, descansen y nos volveremos a ver a las siete.

–¡Que ojazos! –Menciona Andrea.

Las tres estaban en la habitación: habían encendido el televisor y sacaron de las cajas lo que habían comprado.

–Yo me lo habría tirado ahí nomás –dice Sofía dándose vuelta para encaminarse al baño y ducharse.

Margareth se reía de lo picaras que habían resultado ser sus amigas, pero se sonrojaba cuando los comentarios salían de tono.

–¿A qué no te animás? –Sus amigas de viaje la incitaron a dar el paso, uno que ni por asomo se hubiera atrevido dar.

Al día siguiente ya de viaje de París a Lyon y parar en el camino..

Ellas, pícaras, la miran a Margareth cuando comenzaban a bajar del bus que las transportaba deteniéndose un instante entre los escalones de la escalera del bus.

Margareth en un instante, con delicadeza, depositó un beso sobre la mejilla de Sebastián haciéndolo ruborizar y se bajó riéndose. Las tres se retiraron caminando abrazadas moviendo el trasero al tiempo que se reían. Sebastían quedó sin saber qué hacer, con una mueca de asombro mediante.

En el penúltimo día de su estancia, las tres deciden ir a Sorbona a conocerla. Esta vez van por su cuenta tomando el Metro.

Fundada a mediados del siglo XII por el obispo de la ciudad, sus instalaciones la situaron cerca de la incendiada Catedral  de Notre Dame.

Debido a su prestigio, especialmente en filosofía y teología habida cuenta de carácter católico, Margareth había insistido en conocerla. Sus amigas protestantes no estuvieron de acuerdo, pero aceptaron la sugerencia puesto que aunque la teología protestante, difiera de la católica en cuestiones doctrinales, La Sorbona no dejaba de ser una de las universidades medievales más antiguas y más importantes existentes.

Estando dentro, tanto Sofía como Andrea se percataron de Sebastian, no así Margareth, a quien hubo que hacerle notar la existencia del joven guía que en un viaje a Lyon, le diera un beso a instancias de ellas. Fue cuando se ruborizó.

El hombre estaba inmerso entre una pila de libros de diversos tamaños rebuscando entre los cajones de su escritorio, cuando la escuchó.

–¿Si? –El se da vuelta para mirar quien preguntaba por él. 

Fue cuando la reconoció y también se ruborizó al recordar ese beso que lo movilizó por dentro de tal forma  que renació en él  el deseo de fundir sus cuerpos. Pero le respondió:

–Señora, en estos momentos uno de los menos conocidos hommes de lettres de la República podría ser acusado de parodiar a un célebre personaje de Donan Coyle, y sólo yo estoy en condiciones de abordar el desastre que traería aparejado un escándalo semejante. 

En consecuencia, le aconsejo que busque usted a otro especialista. Fue lo primero que le vino a su mente. Una cosa era el raciocinio y otra el corazón.

Resultaba demasiado obvio que su tan esperada Bella Durmiente no era otra que la abuela comestible de Caperucita Roja.

De ella salió un grito ahogado ardiendo de sus entrañas; un efluvio que con elocuencia mordiera su expresividad.

Ella impunemente era su suspiro concreto para él, el árbol imperfecto que le ramifica, el sensual cuello que le estabiliza.

–Me llevas y me dejo, sin preguntarte dónde pués no hay osadía que no aventure contigo –Le dijo ella.

Sofía y Andrea que miraban la escena paradas sobre el costado de la puerta, fueron las que presenciaron el abrazo propiciado por unos amantes que cierran sus pasos al andar.

Entonces, sus amigas dan la vuelta con una sonrisa en sus bocas y se dirigen a donde estaban hospedadas.

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--- Epílogo ---

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Jardines de las Tullerías- París, Francia.

Los Jardines de las Tullerías ubicado entre el Museo del Louvre, el Arco de Triunfo y la Plaza de la Concordia estaba repleto de gente variopinta esa tarde.

Sarah eligió la parte sur que da sobre el Río Sena para el encuentro. Un día soleado, adecuado para lo que se tenían que decir.

–Victor.. 

La madre de Margareth, Sarah, sentada al lado del Párroco de Sainte Chapelle miraba hacia el suelo y fugazmente, al rostro del cura. Tras un momento de silencio comenzó a hablar:

–Siete meses luego de que te fueras a Angola, la tuve en mis brazos, si la hubieras visto tan chiquita con su dedo asiéndome al mío, llorando.

Suspiraba, aflorando de ella unos muros de agua en forma de un tapiz siniestro conformados por sentimientos que literalmente abducían su alma.

–Fue mi padre el que me la separó –Se secó la nariz y con los ojos rojos miró nuevamente la cara del cura–. Sé que está muerto, pero no se lo puedo perdonar. Todavía me acuerdo de ese campo de amapolas en que hicimos el amor como dos chiquillos atolondrados.

Lloraba frente a él. 

Frente a ellos, dos niños jugaban junto a su padre con un velero a escala manejado por control remoto.

–Sarah –El cura la abrazaba acunándola–, consagré mi vida a Dios y en el camino desatendí mi amor hacia vos. Cuando te vi por vez primera en la Iglesia me di cuenta lo equivocado que estuve estos cincuenta años que han transcurrido.

Victor, por su parte,  sentía una pena, –inmune entre bastidores–, de esas que aluden a una espalda crujiente ya cansada por la afectación de la soledad.

–Fui a Angola primero y luego a Costa de Marfil, –agregó luego tras calmarse–, pero tu fantasma, ese, en que ambos éramos chiquillos, me siguió. Solo luego de años de misionero terminé en esta Iglesia en la que nos volvemos a ver de nuevo.

El reencuentro con quien en épocas pasadas, cuando él era un simple  monaguillo  a la orden del párroco de la diócesis del obispo Marquesano, le mordía su carne, carcomiéndosela poco a poco; una saeta  insertada dentro de su alma, surgiendo sin medias tintas inmisericorde, sangrante. 

Los dos ancianos se pusieron a llorar al unísono abrazados como dos amantes. Sus desnudas almas desmarañaban cada entraña de ellas abigarradas, y ya desentramadas arrastrándose frente a  una horada ansia.

Y cuanto esconde en sentimientos una mirada perdida vagando cuesta abajo en la noche, una, que delira y no consigue –trémula, hasta casi a tientas– una voz sin nombre: amaras.


El Psicólogo


Primera parte

-- La Sala --

 

La sala en la que me encuentro no posee nada que se pudiera destacar.

Este lugar a diferencia de otros, no tiene ventanales, un cuadro, o algún objeto colgado en sus paredes. De hecho no posee nada.

De color blanco y suelo oscuro había estado esperando a su nuevo inquilino durante un período medianamente largo.

Acabado de llegar, y ubicado en el centro, observaba el lugar preguntándome que tipo de uso podría darle, cuando me doy vuelta al escuchar:

–¡Hey! ¿Qué es este lugar? 

Un adolescente que no llegaba a cumplir los diecisiete años, flaco, un tanto desgarbado observaba la pieza, en tanto él caminaba a través de  ella.

–¿Es tuyo?

Lo observo un momento, y decido dar unos pasos hacia la pared derecha. 

–Acabo de alquilarlo –digo tocando la superficie del muro que se me antojó uniforme y suave–. Aún no sé qué uso darle –termino diciendo.

–Por cierto, me llamo Márcos. –Dice el adolescente en tanto camina hacia el centro observando el lugar.

–Yo soy Andrés.

El se detiene en medio del espacio.

–¿Eres nuevo en esto? –gira su cabeza hacia donde estaba–, digo, porque nunca te había visto por este lugar.

–Si –respondo sin mirarlo, dándole la espalda mientras miraba el diseño del espacio contratado–, ¿Qué piensas? 

No me responde en primera instancia, recorre el lugar, toca las paredes, mira el techo y luego de un rato de observar:

–Le tienes que poner muebles, pintar un poco –responde al fin–, no se.. dependerá el uso que quieras darle.

Sin mirarme expresa:

–Tal vez una ventana allí –Me señala una pared–, un artefacto lumínico en el techo..

–Un desván allá –escuchamos.

Al oírla nos dimos vuelta y la miramos.

La adolescente que acaba de arribar había escuchado la pregunta que le formulé a él y lo que éste me había estaba diciendo.

No tendría más de dieciocho años. Vestía con un pantalón de mezclilla y un blazer.

–Por cierto, me llamo Ana.

–Yo Marcos.

–Y yo Andrés, bienvenida.

Da unos pasos firmes hacia dentro, y nos da una idea dónde lo ubicaría y su motivo.

 –Acá.

Es así que adquiero una idea de como podría quedar. 

Aunque aún no tenía clara su finalidad, esas sugerencias podrían ayudarme a conseguirlo.

Un ventanal sobre la pared derecha, dejando entrever lo que habría afuera aunque no estuviese claro que podría ser; un cuadro muy grande de Picasso en el centro del muro izquierdo; en la pared opuesta a donde estaba ubicada la puerta que daba acceso a la entrada, un juego de desván, con dos mecedoras y una mesa ratona. Cerraba la idea dos aparatos lumínicos sobre el cielorraso dando cada uno luces tenues que le aportan candor.

–¿Qué les parece? –expreso una vez que esos cambios se terminaron de forjar en nuestras mentes. 

–Si así irá adquiriendo cuerpo –dice Ana mirando primero el lugar, luego a nosotros dos–, aunque le faltaria un toque femenino.

–¿Femenino? –Pregunto.

–Si –señala Ana–, pero eso depende de vos, ¿no?

Marcos, quien se había ubicado a la derecha de ella me contempla haciendo un gesto de interrogación. Los dos me miran a mi, preguntándose si estaba de acuerdo con esos cambios.

Recorro el lugar con la mirada, entonces decido circular por  el lugar tocando cada mobiliario ubicado en los lugares que ellos manifiestan como si fueran reales. El marco del ventanal, el cuadro, incluso el desván. Luego de haber acariciado la idea como si todo ello ya estuviese instalado, me ubico frente a ellos que me habían estado observando callados.

–¿Femenino? –La oteo –, ¿es que frecuentas mucho el sitio?

–Si. Se puede decir que yo vivo aquí –deja su cartera de cuero sobre su costado izquierdo–, yo le aportaría un toque femenino.

–¿Como sería eso? 

–Si. –tose y se tapa la boca–, perdón. Todo dependerá de la gente que aquí.. –Se calla, y hace un gesto con su mano extendida abarcando todo el lugar–, quieras que lo frecuente, si eso es lo que deseas.

Los dos me miran interrogantes.

–Buen punto –Me vuelco para mirar toda la sala hasta el momento carente de todo–, no lo había pensado, pero aún no me he formado una idea cabal de su uso, en tanto hasta que no lo tenga claro no haré cambios.

–Entonces, ¿lo has de dejar así? –pregunta Marcos.

–Lo que han aportado a la sala no esta mal –y con mi mente observo esas transformaciones–, por el momento no veo razón de hacer algún tipo de modificación a vuestros aportes.

“Tengo una sala de Chat” pensaba para mi.

–No se, acabo de abrirla y ustedes son mis primeros visitantes –agrego–. Quizás.. ¿una sala privada? –entonces vuelco mi mirada hacia ellos–: ¿qué  piensan?

Ana se levanta y camina hasta el centro, y girándose nos observa. Luego de un momento de silencio: 

–¿Privada? ¿Y que función cumpliría una sala privada?

“Humm..” –me digo para mis adentros–, buena pregunta”

Marcos observaba la escena.

Mis visitantes se habían parado en el centro de la sala. 

–En principio –expreso para que me escucharan–, una sala donde podamos conocernos, opinar e intercambiar ideas. 

Como veo que ahora tenía toda su atención, agrego para dar más énfasis ya mirándolos más de cerca;

–Luego se verá –es cuando concluyo con–: si se diera el caso de modificar algo, lo pondremos a consideración. ¿Estáis de acuerdo?

Es cuando miro a Marcos y posteriormente a Ana. Ellos lo hacen entre sí, y finalmente:

–Vale –expresa ella.

–Bien –Responde él–, ¿pero si has de hacerla privada te convendría ponerle seguridad?

–¿Seguridad?

–Si –acota la chica–, los internautas acostumbramos a ir de aquí y de allá y si no tuviera seguridad.. –mirándome agrega–: lo que dijéramos en la sala, no sería tan privado, ¿no crees? 

–Por cierto, si la sala ha de seguir abierta –interviene Marcos– habrá que ponerle un nombre.

Me les quedo mirando, y es cuando cruza por mi mente: “tienen razón”.

–¿Qué les parece “Los chicos del interior” –Menciona locuazmente Ana– yo soy habitué de “Las Chicas de Alejandría” –y se detuvo un momento. 

“¡Que bien! –me decía para mis adentros–, hace apenas unos minutos no sabía que haría aquí, y ahora no sólo soy dueño de una Sala, sino que tiene un propósito, y eso gracias a éstos visitantes”

–¡Humm!  –Me doy vuelta y me detengo ante ellos–: ¿alguien de ustedes sabe de seguridad?

–Yo –Responde Marcos–. Soy estudiante de Ingeniería.

–Soy estudiante de Arquitectura –dice ella–, podría ayudarte a trabajar el interior.

–Bien –y los examino–. Marcos me ha ayudar con eso de la Seguridad.

Entonces vuelco mi mirada hacia Ana.

–“Los Chicos Sanduceros” le pondré de nombre.

–¿Y la clave? –dice ella–: ¿Cuál sería?

“¿Clave? –Me pregunto– ¡Cuánto me falta aprender!

Meditando un instante y tras escrutarlos respondo:

–Paysandú ¿Qué os parece?

–Vale –mencionan ambos.

–La próxima vez que nos encontremos estará el sistema de seguridad instalado, acuérdense de la clave. –y antes de irnos agrego–: ¡No entrarán!

–Si –recibo como repuesta, quedando solo en medio de la Sala.

“Esto puede llegar a ser interesante” pienso luego que mis visitantes se hayan retirado.  Entonces, es cuando decido hacer lo mismo.

 

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Segunda parte

-- Su diseño --

 

Había abierto la sala de chats sin saber que utilidad podría llegar a darle: la ayuda de estos visitantes fortuitos me abrió hacia un mundo que hasta este momento desconocía.

Marcos me ayudó mucho con el tema de la seguridad. Ahora, el ingreso a la sala esta codificado. Colocó un artilugio que se me antojó de otro mundo al costado de la puerta. A partir de ahora se ingresará mediante el uso de un escáner biométrico de iris y huellas digitales combinados. Primero deberá detectar la cara, luego una utilizar una huella digital, recién ahí se podrá acceder a la sala, no antes.

Si nada de eso funcionase, podiamos recurrir como última instancia a una clave alfanumérica como la que se me había ocurrido en la primera vez que accedí sin saber a ciencia cierta que propósito podría darle. Una clave muy diferente a la que se me ocurrió en su momento: “Paysandú”. Pero eso también fue idea de él.

Por otro lado, Ana, futura arquitecta, me resultó de gran ayuda con eso de la elección del mobiliario, las luces, y todo lo concerniente a su diseño interior. Ahora estaba lista para su inauguración.

Ya que la decoración de interiores posee su lógica detrás de un solo diseño, y los colores afectan nuestro estado de ánimo al igual que la ubicación de los objetos, se la remodeló siguiendo un criterio en donde la calidez, y el espacio en sí, 

sirvieran de eje motriz para moldear un estado de necesidad volcado en cara hacia sus visitantes.

Las paredes estaban pintadas de un color claro, no como el que ya tenía cuando alquilé el lugar, no, eran de un color cálido, acogedor, de esos que ayuda a compenetrarse con el entorno. En ellas se hallaban ocultos, unos parlantes empotrados.

Se instaló un ventanal donde habíamos pensado originalmente. Uno grande y luminoso donde un cortinado de tul lo cubría completamente. Sus marcos estaban cubiertos de madera más oscura para producir un efecto de contraste. Si se corrían sus cortinas se veía claramente el exterior: un  monte, pajarillos y animales en él.

Donde habría de estar el cuadro de Picasso, ahora había una estufa a leña. Sobre ésta, descansaba ahora una repisa de mármol recubierta de madera donde reposan fotos predominantemente.

Quedó dividida en dos grandes espacios, con uno más pequeño que auspiciaba de corredor.  

El primero era donde habíamos pensado que podría estar. En cuanto a su mobiliario, tenían un carácter  más intimista.

En él, ahora había un futón de tres cuerpos, cómodo, una mesa más grande, más rectangular aún más que la anterior, de estilo victoriano hecha de madera labrada. En sus esquinas había dos veladoras de pie fabricadas de metal. Una pequeña biblioteca y dos sillones del mismo estilo complementaban dicho espacio.

El segundo, el más grande, fue rellenado con puffs que iban desde medianos y lisos hasta grandes y rugosos; un arco para beisbol en pequeña escala, movible, y unas pelotas para tal fin.

Con ello se buscaba seguir un criterio más lúdico, donde uno pudiera descargar el stress, los problemas personales y ser, en definitiva uno mismo sin las presiones del exterior. 

En cuanto al recubrimiento del suelo, éste estaba cubierto por una capa de parquet de madera de eucaliptus con una única excepción: el sector lúdico. En ese espacio, existía un recubrimiento alfombrado fabricado de goma Eva.

Como dije. Había un tercer lugar, que auspiciaba de corredor uniendo el sector lúdico con el de meditación o estudio si ese fuese el caso. Recorría desde la entrada bordeando la pared derecha donde se encontraba el ventanal descrito anteriormente.

Quería hacer del sitio, un espacio de divertimento y descanso pero al mismo tiempo privado.

 

 

Tercera parte

-- La inauguración --

 

Cuando los veo llegar me acerco sonriendo y es cuando les digo:

–Gracias, sin la ayuda de ustedes este lugar no sería lo que es ahora –hago un gesto en forma de abanico con mis brazos cubriendo la totalidad de la Sala.

Había arribado instantes antes, encendido algunas luces y sintonizado una estación de radio que emitía melodías clásicas. Esta se escuchaba a través de los parlantes empotrados en las paredes, ocultos.

–Quedó muy bien –menciona Marcos sacándose la campera que llevaba consigo–,

no había estado por aquí desde la última vez cuando te instalé el sistema biométrico de seguridad.

Sus ojos recorrían el lugar.

Por su parte Ana sonriendo agrega:

–Muy bien –y termina por sacarse la casaca sosteniéndola en la mano.

–Pónganla ahí –y señalo con el brazo extendido hacia donde estaba el perchero.

Marcos es el primero en dejar su abrigo y cuando Ana comienza a depositar el suyo dice:

–Te escuché en la radio anoche hablando de la inauguración de Los Chicos Sanduceros”.

–Si para promocionarlo –respondo–, pero pónganse cómodos.

–Yo también –agrega Ana– En Radio Gurí.

–¿Y que les pareció la entrevista?

Ya íbamos en camino hacia el espacio intimista como a mi me gusta llamarlo. Ellos me seguían.

–Me gusta El Botija –Responde Ana caminando a través del pasillo desde atrás nuestro–, es un entrevistador muy particular.

–Yo también escucho la emisora cuando puedo –agrega Marcos ya entrando al espacio de conversación–, de hecho es una emisora que todos escuchamos cuando nos paseamos por los corredores que dan hacia las distintas salas de chateo.

–Si, mi padre los conoce pues es el encargado de la electricidad de ese lugar –Marcos se cruza las piernas y extiende sus brazos sobre la parte superior del futón.

–¿A si?

–El Botija es el Jefe locutor de esa emisora, Juancho es el Jefe de Emisión y Biblioteko es el encargado de la mediateca.

–Te olvidas de La Muñeca Inflable –agrega Ana mirando a Marcos, sentada en la otra punta del Futón.

–¿La Muñeca Inflable? –Digo.

–La Muñeca Inflable es la que lleva y trae toda la documentación que El Botija necesite para el desarrollo de la entrevista –Y agrega–: Es el gran amor de El Juancho.

–¡Ah! –termino diciendo–. Aquí estamos de vuelta reunidos, ¿de qué quieren hablar?

Tras una pausa donde sólo se escuchaba una melodía suave:

–¿Y tú en que te desempeñas? –dice Ana mirándome fijo.

–Soy psicólogo pero acá estoy cursando una maestría.

–¿De que tipo? –Agrega Marcos.

–Psicología social.

–Así que seremos tu conejillo de indias –Ana se ríe..

–No. Si ustedes no quieren participar en ello –digo haciendo lo mismo–: ¿Entonces?

Ambos se miran entre sí. Y tras un largo silencio aceptan no sin antes aclarar:

–Que sea un experimento.

–Vale, nos vemos mañana.

–Mañana –dicen al unísono.

 

 

Cuarta parte

-- Actividades --

 

Estaba escuchando Radio Gurí de fondo cuando los veo venir.

Primero entra Ana, me saluda de lejos al tiempo que deja su abrigo y su gorro en el perchero. Yo le hago un gesto para que se acerque.

–¿Escuchando al Botija Andrés? –Menciona riéndose.

–Si –Y bajo un poco el audio, no del todo. Reacomodo mis cosas esparcidas sobre la mesa y cierro un libro que tenía entre mis manos.

–¿No ha llegado Márcos? –Dice al tiempo que se sienta.

–No –Respondo al tiempo que le ofrezco un poco de café.

–¡Que sabor! –Expresa sosteniendo con las dos manos el pocillo–. un aroma pronunciado a fruta.

Ana cierra sus ojos y lo saborea.

–Es un moka.

–Me gusta pero prefiero el colombia –agrega–, posee un aroma más pronunciado, pero con un toque acidulado.

–¡Una experta me salió la diseñadora de interiores!

–No, que va –Ella iba  a agregar algo cuando entra Marcos.

–Escuchando Radio Gurí, ¿Hee? –comenta al terminar de dejar sus cosas y venir hacia nosotros.

Decido apagar la radio.

–¿De qué están hablando?

–Nada de particular –expreso.

–Mis padres me dice que pasó todo el día con Internet –menciona Marcos luego de sentarse en el futón– que no tengo amigos..

–¿Quieres hablar de ello?

Ana que estaba a su lado lo mira al tiempo que apoya la taza de café en la mesa.

–Es un maldito hijo de puta.

Un grito ahogado ardía por sus entrañas. 

–Calma –Me inclino hacia donde estaba y deposito una mano sobre su rodilla–, calma –repito.

–Mi padre es alcohólico, mujeriego y le pega a mi madre.

El era soltero, producto de una madre drogadicta y un padre alcohólico, quien nació para ser una lacra para la Sociedad pero demostró que con tesón y deseo se puede triunfar en la vida. En contra de todo pronóstico Marcos había logrado salir adelante no sin algún que otro problema psicológico.

–A mi me sucede algo diferente –Interviene Ana levantando la caja de cigarrillos de la mesa.

Enciende uno, y luego tras una profunda pitada agrega:

–Mis padres siempre me dieron amor, afecto y cariño. Ya de chica..

Yo la escuchaba hablar, expresarse, dejar fluir lo que por sus entrañas estaba tapiado. 

Todo lo que decía me demostraba que lo de alegre y social no era más que una simple tapadera. Lo que se escondía detrás de su vida en los espacios cibernéticos era lo importante.

Se había casado pero su matrimonio no duró mucho: un día cuando él llegó temprano a su casa encontró a su mujer con otra haciendo el amor. No lo pudo soportar y el matrimonio terminó por irse a pique. A partir de ahí, se había metido de lleno en el mundo de los foros y chats como forma de un escapismo. –Bueno por hoy ha sido bastante ¿no creen?

Ambos asienten.

 


Quinta parte

-- Revelaciones de desván --

 

Hoy me levanté temprano. Decidí ir a la Sala, más temprano de lo acostumbrado. 

Habiendo preparado mi buena taza de café decido poner en orden toda la información recabada hasta el momento sobre ellos y analizar como poder ayudarlos.

Esta vez el primero en llegar fue Marcos. Yo había sintonizado Radio Gurí y se escuchaba bajo a través de los parlantes.

Apago la emisora y con un gesto de la mano le digo:

–Adelante.

–Hola Andrés –Él dice y me extiende la mano.

–Hago lo mismo y lo invito a sentarse.

–Disculpame por lo de ayer.

–No tienes que disculparte –respondo–, tenías que exteriorizarlo.

Yo termino con el café que había comenzado a beber cuando Marcós llegó y le sonrío.

–Soy un puto pringao..

–¿Por que decis eso?

–Recuerdo un día lluvioso en que el frío calaba hasta la misma médula de los huesos cuando parado debajo de una farola observando a las personas que pasaban apuradas:

El  puto prindao que le han reventado la cara..cruzaba por su mente.

Inconscientemente tiraba lo que quedaba del cigarrillo sobre el pie de la farola acumulándose al resto.

Tampoco tu padre, hermano o nadie de tu puta familia. No quieres ser la señora jueza, ni siquiera ser tú

Volviendo a encender de nuevo otro cigarro mientras miraba hacia arriba, al ventanal que daba sobre un tercer piso. 

–Solo quieres salir corriendo del lugar en que te encuentras.

–Pero aquí en este espacio te sientes seguro –menciono luego de dejarlo hablar y hablar.

Ambos nos callamos al ver entrar a Ana.

–Hola chicos –dice ella al tiempo que cuelga sus pertenencias en el perchero y se encamina hacia dónde estámos.

–¿De qué hablaban?

–De cosas sin importancia –digo al tiempo que estiro mi mano para agarrar la cajetilla de cigarros.

Ella acomoda su cabellera rubia una vez sentada, suspira y nos mira a ambos. Sonríe.

–¿Y esa sonrisa?

–Estuve con Clara.

–¿Clara? –Los dos decimos al unísono.

–Si, es mi pareja.

Ella lo expresó en una forma tan natural que Marcós se quedó sin palabras. 

Yo por el contrario, que su pareja fuese del mismo género no me preocupaba absolutamente nada. Estaba sí más intrigado en saber más sobre cómo lo manejaba. Por ello:

–¿Quieres hablar de ello?

–La conocí en un Pub de levante, de esos que tantos hay –Enciende un cigarrillo, y se recuesta hacia atrás cerrando los ojos. El lugar se llenó de volutas de humo.

Ella estaba distendida, en tanto a Marcos se le notaba incómodo. Él se había tenido que arreglar por sí mismo y hacerse cargo de su hermanastro. Su madre, drogadicta, había tenido a Juan, sin planearlo siquiera. Este a los diez años le rompió un florero a su padrastro cuando quiso violentar sexualmente a su madre, luego de haber estado de parranda hasta altas horas de la noche, borracho como una cuba por supuesto. En defensa de su madre le rompió el florero, tomó a su hermanito y se fue de la casa. Nunca más volvió. Se hizo cargo de él, hasta que la policía intervino  por problemas entre pandillas. Los separaron.

Pero Ana, tuvo una vida muy distinta. Querida y amada  por su padre, fue hija única.

Siempre destacaba en la secundaria, tenía tres amigas inseparables, Raquel, Ines y Andrea.

–Por ese entonces tenía unos diecisiete años y había ido al Pub, ese el que se encuentra en el centro en la confluencia de la cuarta avenida con la 32 Sur. 

Yo la escuchaba, pero miraba a Marcos cada vez más inquieto.

Un momento –Le digo a ella que no paraba de hablar–, ¿te sucede algo?

Ella enfrascada en explicarnos como había conocido a Clara no se había percatado de como eso que nos contaba le había afectado a Marcos.

El se levanta y en dos zancadas va al sector lúdico de la sala, toma una de las pelotas de béisbol y la zampa contra la pared derecha, haciendo vibrar el ventanal. La pelota al volverse es agarrada por sus dos manos.

Me levanto y tras un largo forcejeo y ofuscación pone su cabeza sobre mi hombro  y no para de llorar.

–Tranquilo Marcos tranquilo –digo tratando de serenarlo–. ¿qué te sucede?

–La tia esta –y la señala con su brazo–, tan buena.

Ana estaba callada escuchando la escena.

Lo tomo de los hombros y comienzo a acercarme de nuevo al desván.

Nos sentamos, primero él, luego yo, cuando lo noto más tranquilo.  

–¿Quieres hablarnos por qué te pusiste así? –digo tras un breve silencio.

Ana no decía nada solo miraba.

–Siempre te quise desde que te vi la primera vez –Menciona sin dejar de mirarla. 

–¿Cuando? 

–¿Te acuerdas cuando..

Alguien le dejó una felicitación en la taquilla del colegio. 

–Ya sabes, una de esas bonitas tarjetas sensibleras y nada originales, de tamaño gigante, que venden en cualquier centro comercial. 

Ana se mueve incómoda en el asiento.

“Fernández”, piensa y entonces..

–¿Fuiste tú? 

–Si Ana fui yo. Te amaba en silencio y pero tú no te percatabas. estabas metida en eso de las animadoras de los juegos estudiantiles.

 –No sabía que sentías eso por mi –ella se gira e intenta agarrarle las manos y él las rechaza–, Marcos lo nuestro no puede ser, mi amor es por Clara.

–Lesbiana de mierda –responde–Me voy.

Y antes que yo pudiera decir nada Marcos se va de la Sala quedándonos nosotros dos.

Ella me mira y yo hago lo mismo.

–No sabía que..

Nos levantamos y la abrazo.

–Es que Marcós tuvo un pasado difícil. Y hay cosas que no puede comprender.

–No quería lastimarlo –ella se separa de mi–siempre dejaste claro que acá podemos decir lo que querramos.

–Es verdad –digo ya concluyendo la sesión– pero dime, ¿Te sientes mejor?

–En parte, eso siempre lo escondí pero lo de Marcos y lo que él siente por mi..

–No lo esperabas –digo concluyendo–. Es muy sensible aunque no lo quiera reconocer.

La acompaño hasta la puerta.

–Vos Andres lo que dije no te movió ni un pelo ¿verdad?

–No Ana.

–Hasta mañana.

–Hasta mañana y tranquila.

Ella sonríe, abre la puerta y antes de retirarse me mira.

–Vos tenes lo tuyo.

–¿Yo?

Lo último que vi de ella fue hacer un gesto con la mano como diciendo: “Vos ocultas algo también.”

Cuando se retiró yo estaba con una sonrisa en la boca.

 

 

Sexta parte

-- Posturas, inclinaciones y reflexiones --

 

Este día transcurrió tranquilo. Ordené mi material, y todo el revoltijo de cosas que habían sido desparramadas por toda la Sala. Al poco tiempo me fuí. 

Así transcurrió semanas sin acceder a ella.

De Marcos y Ana no supe nada; no dieron señal de vida desde la última vez que estuvimos reunidos.

Un día, estando en la Sala, me había preparado un rico café y puesto unas gotas de cognac dentro. Escuchaba jazz en tanto leía.

–¿Se puede?

Ensimismado en la lectura no me había percatado del ingreso de Marcos.

–Pasa –digo haciendo un gesto con la mano para que se acercase.

–¿Quieres un café?

–No gracias, vengo por poco tiempo –dice él parado frente a mi, lo que hace que yo haga lo mismo.

–Aprovechemoslo entonces –y con mi mano hago un gesto para que tome asiento.

El lo hace.

–¿Cómo estás?

–Ahora mejor –responde moviendo los dedos de sus manos en círculos– he estado peor.

–¿Quieres hablar de ello?

–He estado pensando sobre mi, mi hermano y mis padres, Andres.

–¿Si?

–Soy producto de como fui educado, cuando niño viví muchos maltratos de mi padre hacía mi madre.

Marcos mira hacia un costado, luego baja sus ojos hacia sus dedos evitando mirarme. Yo escuchaba.

–Estando sobrio él era bueno con nosotros pero no se podía resistir a una botella de alcohol –Con la cabeza gacha continúa su soliloquio–, se mataron una noche que llovía a cantaros. 

–¿Cómo fue? –menciono suavemente.

Él lloraba.

–Mi hermano y yo quedamos solos la noche que pasó. La policía vino a casa. Habían peleado en el camino como de costumbre cuando se pasaron un semáforo en rojo. 

Llorando prosiguió.

–Según el parte policial un carro dispuesto por la Municipalidad para la basura cruzó justo cuando ellos drogados y alcoholizados siguieron la marcha. Lo golpeó de costado. 

–¡Hay Marcos que tragedia! –digo abrazándolo.

Lloraba desconsoladamente.

–Luego del entierro nos vinieron a buscar para llevarnos a un auspicio de menores y la Municipalidad se hizo cargo de nosotros.

–Como era el mayor me tenía que ocupar de los pervertidos que en ese lugar existían. Por defenderlo y  cuidarme siempre terminaba castigado.

El silencio de la Sala era palpable.

–Dormíamos en un barrancón apretados y siempre los mayores abusaban de nosotros. Yo no quería lastimar pero me defendía.

Yo seguía escuchándolo.

–Recuerdo un anciano limpiador que vivía en el sótano que arreglaba todo lo que hubiera que arreglar. Él se apiadó de mí y me enseño a arreglar computadoras y algo de televisión.

Quedábamos ahí hasta que nos hacíamos mayores de edad. Cumplida ésta y sin nadie que se hiciera cargo la Municipalidad nos arrojaba a la calle.

Yo simplemente escuchaba.

–Un día vino una pareja de mediana edad en un chevrolet azul buscando un adolescente para tener pués no habían podido procrear. Ellos fueron buenos mientras duró. Me dieron un hogar y una educación pero a mi hermano no. Lo dejaron. Por esas personas adquirí una beca de estudios.

Y por eso es que  estoy en este lugar donde te conocí a tí Andrés.

–¿Que pasó con tu hermano? –pregunto.

–No lo he visto desde entonces y lo extraño.

Yo me levanto y lo abrazo, él lloraba desconsoladamente sobre mi hombro.

Es cuando llega Ana.

–¿Qué tal chicos? –Pero se queda callada al vernos abrazados. Marcos se limpia los ojos de tanto llorar y la mira cuando ella comienza a acercarse.

–¿Qué le pasa a Marcos? –dice al estar  juntos.

–Nada que deba preocuparte –digo sin más, y la invito a sentarse al igual que a él.

–¿Cómo va tu relación con Clara?

Antes que ella respondiera interviene él.

–Ana, debo pedirte disculpas por lo de los otros días pués..

Ella callada lo observa al tiempo que le escucha.

–Es que me había formado la idea de tener algo más contigo.

Ella calla.

–Estoy acostumbrada a que me traten así –Ana me mira a mi y luego a él–. gente así –y lo señala–, nunca pueden entender que el amor no tiene fronteras, ni género.

–Ana es que soy medio bruto al decir lo que pienso –él se endereza y gira hacia ella–, mi vida ha hecho que deba desenvolverme como pueda ya desde muy niño.

Ella lo escuchaba sin decir nada.

–Desde chico me tuve que revolver solo y cuidar de mi hermano pués mis padres..

–Te entiendo. –Ella lo hizo callar–. Yo he tenido que vivir escondiendo mis sentimientos y emociones, pues no cabía en esta sociedad machista. El hecho de ser lesbiana..

–Bueno, bueno –intervengo yo con un tono bajo y tranquilizador–. es hora de retirarnos.

–Ellos seguían hablando entre sí, ahora más acaloradamente. 

–Las inclinaciones sexuales no hay que encadenarlas –seguía diciendo ella– nacemos como nacemos.

–Si pero.. –respondía Marcos–. es algo contranatura, una aberración.

–Es la sociedad en que vivimos quien nos impone esos parámetros sexistas…

–Bueno chicos –digo yo y aplaudo fuerte para que me escuchen–. ¿Qué les parece si nos retiramos?

–Si –Dice ella.

–Ok –responde Marcos.

Ninguno se puso de acuerdo y cada quién mantuvo su opinión al respecto. Un desacuerdo total. 

Lo último que les dije fue que la Sala no iba a continuar abierta por mucho tiempo más, ya que tenía otros menesteres que llevar adelante y que les avisaría cuando sería el cierre definitivo.

Ambos me respondieron: adelante con ello.

Cuando se retiran procedo a apagar todo, ordenar la Sala e irme. 

 

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Epílogo

-- Reunificación --

 

Habían pasado dos meses desde la última vez que estuvimos reunidos. 

De ellos no sabía nada y tampoco había podido verlos. Presenté un nuevo libro sobre lo que sucedía a nivel de foros literarios y redes sociales, libro que tuvo una muy buena aceptación. 

Estando en mis cosas, recibo una notificación por parte de la Administración del colegio diciéndome que mi maestría allí, iba a finalizar y por ende, la Sala dejaría de existir. El Colegio entraba en la etapa de vacaciones por el advenimiento de la estación veraniega. 

Es entonces que decido reunir a Ana y Marcos para una última vez y despedirme de ellos.

Con una diferencia de unos diez minutos arriban ámbos.

–¿Y este cambio? –Dice Ana cuando entra y comienza a mirar las paredes.

–¿Te gusta?

Ella estaba como una niña chica completamente encantada y no dejaba de tocar cada cosa nueva. 

–¿A qué se debe? –me dice una vez sentada en el futón.

–Ya lo verás –respondo–, esperemos a Marcos.

–No lo soporto.

Sonrio en tanto le sirvo un café.

–Lo sé –y me cruzo de piernas con mi taza entre las manos–, son muy distintos con una historia muy disímil.

–Quise congeniar con él –ella da un gran sorbo al café y deposita la taza sobre la mesa de estilo victoriano–, más cuando se disculpó conmigo.

Yo asiento con la cabeza.

–Tuvo una infancia muy difícil –fue todo lo que le dije dejando por finalizado el tema de él–, y dime, ¿qué has hecho durante este tiempo?

Me iba a responder cuando vemos entrar a Marcos, y entonces ella se calla, en tanto yo hago un gesto para que se acerque a nosotros.

–¿Y todo este cambio a que se debe? –dice él una vez que dejase sus cosas en el perchero.

–Ya verás –le respondo.

–Hola Ana –le dice en forma seca.

–Hola –a secas recibe como repuesta. 

Cada uno se ubica en las esquinas del futón tratando de mantener distancia.

–¿Un té? –dirigiéndome a él con una taza servida.

–Gracias, paso.

–¿Qué has estado haciendo durante estos dos meses? –Le pregunto.

–Sobreviviendo –recibo como lacónica repuesta.

Ana incómoda se cruza de piernas y mira hacia otro lado pero sin prestar atención. Se le notaba incómoda.

–¿Notan algún cambio en la Sala?

–Si –responden al unísono enseguida..–. No.

No querían hablar, estaban incómodos.

–Miren bien –digo condescendientemente.

–El área lúdica –responde Ana tras un silencio.

–Si –hace lo mismo Marcos–, ¿Que pasó?

El sector lúdico había sido remodelado por completo. El área donde estaba la alfombra EVA estaba cubierto de una pared de yeso. Una puerta de madera cerrada daba hacia la sección de lectura y sesiones.

El pasadizo se había convertido más notorio por el hecho de dichos mamparos.

En el área del desván, que es el lugar en que frecuentemente estamos, se le agregaron dos sofás de dos cuerpos cada uno. El futón de tres cuerpos estaba dispuesto sobre la pared opuesta al ingreso de la Sala. Sobre la pared izquierda, había  uno de los sofás mencionado y sobre el pasillo, de espalda a la pared derecha la que poseía el ventanal, estaba el otro sofá. La mesa rectangular de estilo victoriano ocupaba el centro de dicho espacio que estaba diseñado para escuchar música, leer y tener un diálogo.

Allí estábamos. Sobre el techo había unos globos de colores.

–¿Qué festejamos? –dice Marcos.

–¿Qué crees?

–No se. ¿la amistad quizás?

Ana lo mira y con esos ojos oscuros como la noche pareciera decirle: tarado.

–Ahora verán –digo–: adelante Juan.

Un chico paliducho, mal alimentado de pocas palabras sale del área lúdica y da unos pequeños pasos y se queda parado frente a nosotros.

–No puede ser –Exlama Marcos y se levanta ipso facto–, mi hermano.

Prácticamente me atropella y se abraza a él. Los dos comienzan a llorar.

Tras un largo abrazo y caricias Marcos se vuelve hacia mí que seguía sentado con mi taza de café entre mis manos.

–¿Como es posible?

Ana que había estado observando toda la escena no entendía nada pero, la reunión de los hermanos la movilizó muchísimo.

–Acérquense –y les hago un gesto con la mano. 

Los dos se sientan en un sofá de dos cuerpos que miraba hacia la pared derecha donde estaba el ventanal y comienzan a hablar entre sí sin parar.

La miro a Ana que no entendía nada.

–¿Yo? –me dice al fin luego de la mirada que le hago y mantengo por un cierto tiempo.

Me río y dirijo la mirada hacia la puerta.

–Adelante Raquel, Ines y Andrea.

Comienzan a salir una una las mencionadas amigas de Ana.

Raquel, una muchacha menuda de veinte años se presentaba ante nosotros vestida 

Le sigue Ines, también menuda y por último Andrea, mas regordeta que las dos pero igual de bonita que sus amigas.

Las tres se ubican paralelas entre sí frente a nosotros.

–Noo –Dice Ana levantándose, no dando crédito a lo que veía. Corre hacia ellas y se abrazan.

Luego de un momento de emoción se sientan juntas en el futon las cuatro y comienzan a hablar entre ellas.

–¿Como fué posible..? –dice por fin Marcos.

Yo me rio y me vuelvo a girar hacia la puerta.

–Adelante Clara.

Una mujer mayor, no más que Ana sale del área y tras unos pasos se detiene ante nosotros. Se le notaba que estaba acostumbrada a la pasarela por los movimientos que hacía con la cadera.

Las tres amigas y Ana quedan mudas. Ana la mira y luego vuelca su mirada hacia mi, para luego:

–No puede ser –Dice y se abalanza a los brazos de su mujer.

Ahora tras ello y ya sentados cada uno en su lugar. Las amigas en el futón de tres cuerpos, Marcos y su hermano en el sofá de dos y.. Ana y Clara en el otro me miran integrrogádamente.

Tras reirme digo por fin:

–Adelante Esteban.

Un hombre un poco más bajo que yo, con un poco menos de edad se acerca riendo al salir del área lúdica.

Les presento al arquitecto de esta reunión y creador de la reunificación. Mi pareja sentimental.

–¿Comemos? –Y dirijo la mirada hacia donde habían estado los invitados.

 

--- 00 ---

Adnan

Piconovela
Ensayos novelísticos con 2 capítulos de extensión.

Adnan dió una larga pitada a su cigarrillo y miró nuevamente hacia la prisión de Badush desde la seguridad de un montículo, cercana a la ciudad septentrional de Mosul, luego escupió el suelo arenoso y se giró hacia su subalterno.
¡Cargémonos a esos chiitas de mierda! –expresó con fastidio y se acomodó su Kalashnikov al hombro, subiéndose al Subaru todoterreno que conducía Ahmed, su subalterno.
Adnan poseía un cargo importante dentro de las filas del Estado Islámico o ISIS como comúnmente se le conocía; un individuo que aparentaba ser mayor de lo que era, se le buscaba por ser el cerebro tras del grupo conocido por “The Beatles”, que asesinó a James Foley.
El subaru azul ya descascarado por su uso dio un giro y se internó hacia la periferia de Mosul. Más al norte un solitario F-22 Raptor de procedencia estadounidense cruzaba en dirección al este de retorno tras haber largado su carga.
Gringos –señaló Adnan hacia el horizonte cuando vio su estela surcar y con su mano hizo un gesto de dispararle un proyectil. Ahmed se rió tras levantar un instante su cara en la dirección que le señaló, agregó: –Si.
Ambos terminaron riéndose.

Más tarde en las afueras de Mosul, Irak.
Un grupo de yihadistas había agrupado a los estudiantes de una escuela dentro de una sala espaciosa. Esta ya había sido limpiada previamente. Sólo habían dejado una mesa de madera.
Adnan y dos yihadistas de alto rango ocupaban un lado de ésta, y todos los niños, los mayores no llegaban a los doce años, se encontraban sentados delante. En el suelo.
¿Quien de ustedes –comenzó a preguntar–, esta dispuesto a ser un “terrorista suicida” –y enfocó su mirada al grupo que lo observaba atentamente–, que eso es en lo que nos convertimos según los cánones de los infieles occidentales –y su mirada abarcaba a todos ellos–, o convertirse en yihadistas capaces de decapitar a ellos?
Al principio los niños estaban asustados, pero observaban como más de media docena de hombres los apuntaban con sus armas.
Yo –Dijo uno y Ahmed que se hallaba a la diestra de Adnan le hizo un gesto con la mano. Este levantó y se plantó en medio de la sala.
Al ver el gesto del niño, paulatinamente comenzaron a levantarse con excepción de unos pocos.
¡Matenlos! –ordenó dirigiéndose al grupo que no estaban de acuerdo y miró al grupo de pie–. Ustedes, venid con nosotros.
Los tres Adnan, Ahmed y Mustafá se levantaron seguidos por el grupo seleccionado en dirección al patio. Tras ello se escucho el rugir de los fusiles automáticos.

Amanecer del día siguiente. Prisión de Badush, al nordeste de Mosul. Irak.
Después de apoderarse de la prisión de Badush, cercana a la ciudad septentrional de Mosul, los radicales del Estado Islámico separaron a los presos chiitas de los sunitas. A continuación, obligaron a los hombres chiitas a arrodillarse junto al borde de un barranco cercano y les dispararon con rifles de asalto y armas automáticas.
Los islamistas también masacraron a varios presos kurdos y de la minoría yazidí que estaban encarcelados en el mismo centro penitenciario. Luego, Adnan y sus hombres se retiraron.
EIIL (El Levante) se formó como una rama de Al Qaeda en Irak liderada por Abu Bakr al Baghdadi. Entonces se llamaba Estado Islámico de Irak (EII) y no actuaba directamente en Siria. A mediados de 2011 uno de sus miembros, Abu Mohamad Al-Golani, fundó el Frente al-Nusra, que pasó a ser el principal actor yihadista de la guerra civil en Siria, obteniendo en particular los recursos del EII.



Cáp.2



En el USS Enterprise
El EIIL continúa su ataque en Irak desde hace varios meses. A comienzos del mes de junio, el grupo atacó y logró ocupar las ciudades de Mosul, Tikrit y Tal Afar, y en Samarra, y en otros lugares realizó diferentes ataques y atentados terroristas, incluida la toma de rehenes en la Universidad de Al Anbar, en Ramadi, el 7 de junio.
El comandante Wilson del USS Enterprise congeló la transmisión de la televisión siria, entonces miró a los pilotos de los cazas que estaban en la sala desde donde se impartía las órdenes de ataque y a que punto de Siria o Irak irían ese día. El portaaviones venía escoltado con un submarino nuclear y dos fragatas misilísticas. Navegaban en el Golfo Pérsico.
Señores –decía éste–, esa noticia que acaban de ver en la televisión corresponde al inicio de este movimiento fundamentalista –con el puntero en la mano señaló–, éste hombre que están viendo es el causante de un grupo autodenominado “The Beatles” –y se giró hacia la figura del yihadista–, es perentorio capturarlo o en su caso, eliminarlo de la ecuación –entonces se giró hacia el grupo de pilotos–, nuestro enlace en Damasco lo identificó a él y su séquito en éste lugar –ahora se veía una imagen satelital de una mansión al sur de la capital siria–. Dichas fuentes fueron confirmadas posteriormente por la CIA en conjunto con el Mossad.
El militar fijó su vista en los presentes.
Señores, ¿alguna pregunta?
Luego de responder las preguntas de rigor el comandante Wilson se giró dando por finalizada la misión.

Las afueras de la ciudad de Damasco, Siria.
Dos helicópteros partieron desde el USS Enterprise y entraron de incógnita al espacio sirio. Dos comandos entraron al complejo y ejecutaron al cabecilla yihadista y su plana mayor. Dos niños escaparon y se hicieron cargo de movimiento islamista meses después, tras el asesinato de varios occidentales.

Detrás de los informes de la CIA y el Mossad en relación a operaciones encubiertas.

Ni hubo un intenso fuego cruzado en el interior del complejo ni los hombres de Adnan iban tan armados como se dijo en un principio. Los nuevos detalles de la operación Rayo veloz contra el enemigo, que entre otras ayudo a formar los Estados Unidos en conjunto con la cúpula sionista contradicen, una vez más, la versión oficial que la administración Obama ha facilitado en los últimos días. La misión resultó caótica y siniestra. Más de 20 miembros de los SEAL –la fuerza de élite especial estadounidense– logró despachar en tan solo 40 minutos a un puñado de hombres de Adnan que apenas opusieron resistencia.

 

** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

Abdul

Micro-novela Rubulesca

Ensayos novelísticos con un mínimo de 6 capitulos y un máximo de 10 de extensión

 

 

–Buenas noches damas y caballeros –el comediante, un analista de la política de Medio Oriente, atrajo hacia sí el taburete; acomodó su sombrero y acercó el micrófono hacia él. Tosió, luego levantó su mirada hacia el público que colmaba el lugar–. A veces cabe preguntarse si nuestra vida, la simple existencia del ser como una entidad pensante no podría circunscribirse a un mero microcosmos donde las ideologías como así los sentimientos si son sinceros, trascienden.

El hombre hizo una pausa, encendió un puro, le dio dos profundas chupadas y dejó que el tiempo transcurriese placidamente. Disfrutaba del silencio y del sabor del habano, pero por encima de todo, esa actitud hacia los presentes respondía a una técnica ampliamente desarrollada por él. Le permitía que el público se concentrase.

–La vida y la circunstancias son las que intentan romper esos lazos, pero irónicamente es la muerte lo que llega a unir todo lo que pareciera que fuera imposible de lograr –se levantó y con el micrófono en la mano comenzó a caminar por el podio sin dejar de hablar–, es que la aceptación de la forma de pensar es algo temporal, y que en el caso que os voy a describir nos llega más allá de una simple relación condenado-verdugo.

Se detuvo y miró a los presentes.

–¿Por qué condenado-verdugo se estarán preguntando? –Hacía esa pregunta a medida que se acercaba hacia donde había estado sentado unos minutos atrás–. Se habían conocido durante la captura y el posterior encarcelamiento, y, aunque en bandos opuestos, contra todo pronóstico había surgido entre ellos un sincero y profundo respeto –a lo que agregó luego de haberse sentado y sorbido algo de agua de una botellita depositada sobre una mesa pequeña de caoba–: Pero ese, –hizo una leve énfasis en el: “ese”–, era en sí el momento de la despedida.

Volvió a hacerse notar el silencio y la expectación fue más latente que nunca en la sala.

–Separación, dije bien –tosió y se tapó la boca–, pues aunque pareciera ser muy difícil lograr movilizar y conmover a un ser humano –se detuvo y sin dejar de mirar a sus oyentes atrajo hacia sí el taburete y tras sentarse prosiguió su línea de pensamiento–, el mero hecho de aceptar a su verdugo procediendo en su función como tal, quitarle su vida – agregó con cierta dureza en su voz–, logra movilizar y conmover con una onda expansiva muy potente –Esta vez con un tono más duro y dirigido a la audiencia–: –Abarca temas claves, sobre el hombre, la justicia humana, los vínculos, la libertad, el valor de la vida, de la muerte, la prisión, y por sobre todo el elegir como morir.

 

–  2   –

 

–Eres un terrorista Anton –Fred se le acercó y se sentó delante de él–, ¿sábes lo que le hacemos en nuestro país a gente como tú?

Antón, hijo de inmigrantes sirios había retornado a su país de origen, Estados Unidos, luego de un largo peregrinaje por el norte kurdistán sirio. Ahora se hallaba encapuchado y encadenado en una pieza sin ningún distintivo ni ventana. Simplemente estaba ahí, encadenado a una silla inamovible y encapuchado.

–Comenzamos quebrándolo en varias partes –mencionó su captor con voz monocorde sin mirar al detenido pero desplegando un envoltorio lleno de instrumental sobre la mesa que separaba a ambos–, pues sabes, aquí no queremos yihadistas como tu.

Luego de desplegar su contenido y reacomodarlo levantó su vista hacia Anton.

–Mira –Fred se irguió, giró en torno al prisionero y le susurró al oído–: Tienes dos opciones:  Una. Me dices quien te enroló y con quien hablaste en forma amistosa o.. Dos. Me lo dices de igual forma pero esa última opción no ha de ser tan benévola como la primera –le explicitó a lo que le agregó con voz pausada–: sea la forma que sea conduce a un único desenlace: Yo –Y se irguió.

 

– 3 –

 

–Cada cual pasa por la vida de una manera: haciendo ruido, de puntillas, agachado, erguido, temeroso, arrogante –dijo luego de hacer un gesto con la mano–; influye mucho el carácter, la educación, y quizás lo que más se denote, sea de qué manera que se sale de los brazos de los padres.               

El analista esta vez volvió a levantarse y caminar a través el podio; fue y vino, para luego, pararse en medio del mismo y mirar a su audiencia.

–La responsabilidad o la culpa de los éxitos o de los fracasos también está en uno mismo, en su actitud –acotó y casi inmediatamente agregó–: Hay personas que aceptan su nulidad en beneficio de otros, en la mayoría de los casos por no romper con lo que otros establecen y en la totalidad de los casos, por cobardía y/o bondad.

El comediante se giró y sobre una gran pantalla que colgaba sobre un fondo negro se mostraba el ataque de un hombre armado con un rifle de mucho poder abriendo fuego dentro del Capitolio. Luego de unos instantes caóticos se le mostraba siendo abatido por varios disparos.

–Lo que acaban de presenciar –dijo por último, dejando congelada la imagen del terrorista abatido–, responde a la repuesta de las fuerzas del orden ante un yihadista que logró adentrarse dentro del Capitolio.

 

– 4 –

 

–¿Y bien? –Al no recibir respuesta asió una pinza metálica, la mantuvo en sus manos observándola a la altura de sus ojos y pensó “¡humm! Esta podría ser” y le tomó el peso. Cuando estuvo conforme dijo a continuación–: será como tu quieras –y aferró una de sus manos engrillándola.

–Abdul me llamo –dijo la voz tras la capucha.

–¿Cómo?

–Abdul –dijo el prisionero al verse sin la capucha; sus ojos verdes se posicionaron en la del verdugo–. Abdul –repitió–, no Anton.

–¡Ahh! Resulta que ahora tienes voz –Fred dejó su pinza a un costado– ¿Anton es muy occidental para ti entonces?

–Ese es el término que ustedes me asignan no el de Alá, el Todopoderoso.

–Ala.. claro –Su captor se levantó y caminó alrededor de la pieza, en tanto Abdul lo miraba –es el que te ordenó que hicieras tu yihad en Siria –esa última frase la expresó en forma sarcástica; Fred se giró y lo miró. Abdul estaba de costado–. Pero tú eres hijo de un islamista –Y tiró sobre la mesa a la altura de sus ojos un expediente.

Acotó finalmente:

–Ciudadanía estadounidense, un islamista. –Esa última frase la mencionó con desagrado. Su captor se levantó y dio unos pasos, se giró y lo miró. Luego de un momento de silencio le dijo:

–Anton es tu nombre no Abdul –y volvió a consultar el expediente clasificado–, capturado por los turcos en su frontera y miró una foto que había dentro–, intentó hacer explotar su vehículo al pretender pasar un control –se acercó y apoyó sus nudillos sobre la mesa y miró directamente a los ojos de detenido–. Claro, es que apoyar al Estado Islámico convertiría a Turquía en víctima de su expansión.

Esta vez el prisionero no dijo nada, se limitó a mantenerle la mirada.

               

– 5 –

 

–Se llamaba Abdul –el comediante dejó el control remoto a un costado y luego de haber mirado un instante la imagen del yihadista abatido, giró su cabeza hacia la audiencia –. En realidad su nombre era Anton, oriundo New Jersey, hijo de un islamista sirio radicado en el país y de una metodista oriunda de Colorado.

Se apreciaba la imagen de dos personas en la parte trasera de una casa y un niño balanceándose en un columpio.

–La persona de la derecha es el Imán Khaled –señaló el lugar con un puntero láser; la de la derecha Margaret, su esposa –dijo a continuación; el láser marcaba el contorno de una mujer de unos treinta y cinco años, rubia –Y a continuación dejando esa imagen congelada agregó–: el niño era Anton a los tres años. Eran tiempos felices y así duró hasta que Antón conoció a Mohamed en el Tecnológico de Massachuset.

Ahora se mostraba la imagen del iraquí que enseñaba la lengua árabe en tiempo parcial y casi por completo una Licenciatura en computación.

–Ambos frecuentaban la misma mezquita –y agregó–, Antón por ese entonces era un chico jovial, un chico de entre tantos.

El analista se situó en el centro del podio con el micrófono en su mano. Luego..

–En lo que va del siglo XXI ha sido un fracaso para el modelo occidental la creencia de que “las instituciones del estado nación y la democracia liberal se generalizarán poco a poco en el mundo” –aseveró por último–. Nuestro Sistema ha fracasado estrepitosamente y es que las dinámicas y los rasgos específicos del "progreso" occidental no han podido replicarse en el “No Occidente”.

 

– 6 –

 

–Abdul, mi nombre es Abdul –repicó el prisionero–, y profeso el islam.

–Si claro, y yo soy tu anticristo.

Ambos, prisionero y captor, se mantuvieron firmes, observándose, viendo cual de los dos cedería.

–Bien –Respondió Fred– Abdul –Lo levantó de la silla y lo arrastró: con una mano insertó su cabeza en una bañera llena de agua y se la mantuvo ahí unos instantes. El prisionero se convulsionaba. Por último, de igual forma extrajo su cabeza empapada y–: ¿Cual era tu contacto, Abdul? –Y su nombre lo mencionó con desprecio y volvió a insertarla dentro de la bañera. Esta vez mantuvo la presión más tiempo.

–Tu puta madre occidental.

–Si, y tu culo islamista es mío –le contestó arrastrándolo de los pelos a través del suelo. Esta vez lo volvió a encadenar a la silla en que había estado anteriormente–. ¿sábes que tienes uñas largas, como la de tu bienamado profeta Mahoma y la perra de tu hermana que me follé antesdeayer?

Con una pinza comenzó a cortarle una falange del dedo meñique. El prisionero gritó; fred comenzó a sonreír.

–Te dije que tu culo pordiosero me pertenece –Y levantó la cara para mirarlo y luego la agachó; ahora buscó un escalpelo, lo hojeó, volvió a depositarlo y encontró otro–. Tu puta hermana musulmana me suplicaba más y más –levantó sus ojos hacia el prisionero y luego volcó su interés en el nuevo escalpelo “¡Este! –pensó por último” Lo mantuvo a la altura de los ojos de su prisionero–: bueno ¿no? –dijo por último y se metió de lleno a escarbar entre la punta del dedo que había cercenado instantes antes.   

       

– 7 –

 

–Bueno –mencionó el comediante–, en un mundo donde algunos aliados de EEUU se oponen a un acuerdo final con Irán y el grupo 5+1 –giró su torso hacia la derecha y con el brazo extendido sosteniendo el control remoto mostraba una imagen de archivo en donde había representantes de EEUU, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania reunidos deliberando–, deberían dar al mundo la seguridad de que el programa de energía nuclear de Teherán es exclusivamente pacífico y la República Islámica obtendrá un alivio sustancial de las sanciones occidentales.

Varias imágenes iban intercalándose al tiempo que el comediante disertaba;el hombre se paseaba a través del podio.

–Habría que analizar que lleva a un joven con Abdul enrolarse al Estado Islámico –dejó que esas palabras se asentarán–. El Estado Islámico se formó como una rama de Al Qaeda en Irak liderada por Abu Bakr al Baghdadi. Entonces se llamaba Estado Islámico de Irak (EII) y no actuaba directamente en Siria –y agregó–: Se cree que la milicia del Estado Islámico de Irak y Levante que opera en Irak y Siria controla 2.000 millones de dólares y se compone de 10.000 de combatientes, lo que permite a este grupo combatir exitosamente contra el ejército iraquí y así intentar controlar una región que se extiende desde la ciudad de Alepo en Siria hasta las ciudades de Faluya, Mosul y Tal Afar en Irak.    

El analista político se  acercó hacia donde estaba la mesita, al costado izquierdo del podio y se sirvió agua; luego bebió un trago y acercó su micrófono a la boca.

–El Estado Islámico busca nuevos métodos para hacer daño a Occidente. Los yihadistas apelan en las redes sociales a los ’lobos solitarios’ residentes en EE.UU. para que atenten contra la población civil.usar los medios de comunicación para inspirar a sus partidarios a atacar a los "infieles" en EE.UU.

 

– 8 –

 

–¿Y bien, quien te enroló?

–La puta de tu madre infiel –recibió como repuesta y por tal, el golpe con una cachiporra de goma sobre su cara lo hizo caer al suelo con silla incluida. Fred se situó a su diestra, luego de levantarlo y acomodar la silla.

–Te vuelvo a preguntar –Y acercó su cara a un palmo de la de él y con un tono más moderado le dijo–: esta vez Anton, quiero una respuesta acorde –he hizo un gesto con su ceja el cual se podría traducirse como “¿ok?”–. ¿Y bien, quien te enroló?

El yihadista estadounidense giró su cabeza toda golpeada y machucada hacia su captor.

–La puta de tu madre infiel .

–¡Ahh..! Esa puta –y le conectó unos electrodos en los testículos y mientras ponía a punto el dispositivo–, tu hermana –y se quedó unos segundos pensando– esa , como se llamaba... Fatima –y antes de activarlo se puso a un palmo de él–. La del niqab negro y la abaya –haciendo referencia al velo y la túnica que el Estado Islamista la obligaba a utilizar– como retozaba de placer cuando estaba en cuatro patas –agregó–: Francis, tu hermana americana.

Le lanzó el humo del habano que estaba fumando en el rostro.

–Pues Francis, la americana es Fátima en el islam ¿verdad Anton? –Al notar el silencio agregó–: Claro Francis es la hermana de Anton, el estadounidense no del Abdul, el sirio. Ese es el que tiene como hermana a Fátima, la puta.

Y con la mano en el interruptor ya frente al prisionero dijo:

–Por última vez ¿Quien te enroló?

–La pu...–Y Anton o Abdul como se le conocía en el ámbito del Estado Islamista se convulsionó por entero al recibir la descarga eléctrica.

–¡Saquen esta porquería de acá! –dijo a continuación, no sin antes propinarle una buena patada en el esternón– He terminado –acotó finalmente ordenando sus utensillos de tortura.

Ya lo estaban levantando para arrojarlo como desecho cuando..

–Mohamed –atinó a escuchar Fred, su captor, cuando ya se estaba dando vuelta para retirarse; el nombre lo hizo detenerse y girar.

–¿Cómo?

–Mohammad, se le conoce como “El Comediante”

–Gracias, ves que no no era tan difícil –Y se puso a un palmo del yihadista; entonces le disparó una bala de nueve milímetros en medio de su ceja.

–¡Llevenselo! –expresó por último no sin antes escupir sobre el cuerpo del yihadista.

 

– 9 –

 

–La política de EE.UU. de desprecio al derecho internacional que desató los conflictos de Oriente Medio ha golpeado severamente la estabilidad internacional –Mencionaba el comediante cuando agregó–: Obama dice que la lucha contra el estado islámico en Irak y el Levante (ISIL) será diferente a las dos guerras iniciadas por Bush. Pero los musulmanes vieron con recelo, todo el mundo se preguntan: ¿cómo será su tratamiento?

Mostró varias imágenes sobre las revueltas en Medio oriente. Luego..

–¿Cuál es el impacto del aumento de la vigilancia de las comunidades musulmanas, prohibiendo vestimenta islámica y equiparar una religión con una amenaza? ¿Hacer las medidas antiterroristas adoptadas por los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia erosionan los principios democráticos muy considerados los pilares de una sociedad libre?

El comediante se acercó a los oyentes micrófono en mano dejando imágenes del atentado en Ottawa, Canadá.

–Un cambio drástico en la política de Medio Oriente de Canadá ha puesto al país "en el mapa" de los grupos armados internacionales como el estado islámico en Irak y el Levante (ISIL), dijo el comediante, un analista, después de dos ataques letales en el lapso de una semana — uno de los cuales se dice que se han inspirado en el grupo.

Sorbio unos tragos de agua y levantó la vista.

–El estado islámico de Irak y el Levante (ISIL) hoy controla tanto como un tercio del territorio Irak incluida la segunda mayor ciudad, Mosul. –expresó–, aunque los poder de grupos y la influencia se expandió en Siria, Irak es donde nació durante la ocupación estadounidense de casi nueve años de duración del país.

Entonces, las puertas del local se abrieron en par entrando un grupo Swat completamente equipado.

 

** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

Thomas

Micro-novela Rubulesca

Ensayos novelísticos con un mínimo de 6 capitulos y un máximo de 10 de extensión

 

–¡Sígame! –afirmó el detective al detenido; se levantó y dirigió hacia la puerta, cuando la abrió tras ponerse a un costado para que pasase agregó–: ¿que espera? –y con su mano extendida señalaba el corredor.

Tony, sin perder el paso condujo a su detenido hacia una sala grande, repleta de mesas, computadoras y más detectives. Cuando llegó hizo un giro de cabeza hacia donde se hallaban los del FBI, y luego le miró–: los agentes Smith y Robinson serán quienes de ahora en más, se encargarán de usted.

Thomas observó a los dos agentes que estaban de pie, en la otra punta de la sala y miró al detective que lo había apresado. Tras un momento de incertidumbre, el detenido le suplicó–: No me deje con ellos.

–Acompáñenos –Robinson lo esposó; Smith se dió vuelta hacia el detective–. Ya no ha de ser más su problema –mencionó al tiempo que lo conducían hacia adelante, hacia el exterior.

Se quedó mirándolos como lo sacaban y tras cerrar la puerta de salida, se giró y encaminó hacia su despacho; dentro sonaba un teléfono.

 

– 2 –

 

El día de la detención de Thomas en la periferia de la ciudad de Boston, Tony había aparcado su viejo descapotable, un chevy, en las afueras de un supermercado de esos que están abiertos día y noche. El lugar brindaba varios servicios, entre ellos, el supermercado en sí, también una gasolinera, un motel y hasta un cibercafé.

Eran las 4 de la mañana cuando abrió la puerta del vehículo entonces salió y se desperezó, y luego extrajo una cajetilla de cigarros. Observó la cartelería del negocio, dio dos pitadas a uno que extrajo de la misma, y luego lo aplastó con el pie, levantó la vista hacia el local y se decidió a entrar.

Una vez dentro, Jack extrajo una caja de gomas de mascar de una góndola, una botella de whisky irlandés de otra y se aproximó al mostrador.

–¿Que desea? –dijo el dependiente

El muchacho tenía alrededor de unos 35 años, era delgado y tenía sobre su cabeza, un gorro de las Grandes Ligas sobre su cabeza colocado al revés.

–¿Podrías? –Dijo depositando lo que tenía en su mano sobre el mostrador; por último mirando hacia la radio hizo un gesto con su cara para que la bajara.

El dependiente miró hacia donde señalaba y le hizo caso. Sin prestarle atención comenzó a pasar los artículos por la máquina expendedora en tanto escuchaba rock pesado moviendo la cabeza siguiendo el ritmo. Cantaba, bajo pero cantaba.

–¿Podrías? –Tony reafirmó su pregunta asiéndolo de la solapa obligándolo a colocarse a un palmo de su cara; señaló con un dedo, donde estaba la radio. Luego lo soltó empujándolo hacia atrás.

–¡Que diabl..!

–Yo que vos no tocaría esa recortada que tienes ahí  –Y señaló hacia abajo del mostrador; la seña con el entrecejo fue clara. El dependiente se giró hacia atrás, levantó su mano y bajó el volumen, luego lo miró.

–Ahora está mejor –dijo y le mostró una fotografía que extrajo de un bolsillo interior de la campera–. ¿Lo has visto? –Y se la plantó casi en sus narices.

–¿Policía? –Preguntó por lo que Tony le mostró su insignia.

–Detective.

–No, no lo he visto en mi vida.

–¿Seguro?

–Si

Tony no muy convencido lo escrutó. Luego:

–Bien –El detective asintió con su cabeza. Guardó nuevamente la fotografía  depositando sobre el mostrador el dinero de la compra no sin antes agregar: –Quédate con el cambio –y se encaminó hacia la salida pero no terminó de cruzarla:

–Espere –Y el dependiente dio vuelta alrededor del mostrador y se le acercó–. ¡Muéstremela! –

 

– 3 –

 

–Eres muy lindo para ser tan tímido –le dijo Celia, la mujer que horas antes Thomas había abordado en un club de desnudistas. La mujer se le sentó a ahorcadas de él y le pasó una mano a través de su pelo ondulado. Quiso besarlo pero él la rechazó. Fue cuando se levantó y caminó unos pasos, luego se giró hacia ella.

–¿Cómo lo quieres lindo? –Celia intentó acercarse utilizando todas sus habilidades seductoras.

–¿Cómo te gusta? –A lo que agregó ya a medio camino entre la cama y donde él estaba–: en la silla –y giró su cabeza hacia ese lado haciendo que su melena rubia se meciera–, o sobre la mesa ¿hee, pillín? –Y le hizo un guiño.

Thomas se puso a un costado, no se había sacado la ropa y mantenía sus manos enguantadas. Fue cuando sacó unas esposas y unas cuerdas; la miró y le señaló la cama sin pronunciar palabra.

–¡¡Ahh!! Quieres que te ate, eres de esos chicos rudos –Celia sonriente estiró el brazo para agarrar los artilugios–, de los que le gustan emociones fuertes –acotó.

El no pronunció palabra pero el gesto fue más elocuente que si las hubiera pronunciado.

–Entiendo, te gusta ser la figura dominante en éste juego –Celia fue hacia el frigobar, se sirvió una lata de vodka y sorbió un trago, luego lo miró–: eso conlleva más dinero –he hizo un gesto con sus dedos: más dinero cariño, cash.

Thomas metió su mano derecha dentro de su casaca y extrajo un fajo de cien dólares  y se lo tiró sobre la mesa que había en medio del cuarto. Celia sonrió y se recostó en la cama.

–¿Y como te masajeare si tengo las manos atadas? –Sus ojos azules miraron hacia los nudos que Thomas había hecho y luego se posaron en sus extremidades posteriores. Sus piernas estaban atadas. Celia estaba boca arriba, y él arrodillado a su lado.               

–No quiero que me masajees –Fue cuando Thomas le pusiera un trapo dentro de la boca y se la cerrara con cinta adhesiva–. Tan sólo quiero verte morir –Le dijo acercando su cara hasta casi tocarla. Celia se estremeció y se movió pero estaba firmemente apresada. Entonces Thomas le pasó una navaja a través de su garganta.

Mientras se desangraba, él comenzó a sacarse el nylon que cubría su cuerpo, luego le hizo una serie de fotografías y una vez satisfecho tomó su maletín y salió de la habitación del motel, no sin antes, cerrar silenciosamente la puerta, colocar un cartel que versaba “No molestar” sobre la misma, y girarse para irse.

 

– 4 –

 

–Espere –Y el dependiente dio vuelta alrededor del mostrador y se le acercó–. ¡Muéstremela! – y alargó su mano regordeta hacia la fotografía que le había enseñado unos instantes anteriores.

Tony, la sacó de un bolsillo interior de la chaqueta y se la mostró.

–El de la fotografía se parece a un chico que frecuenta la zona en los fines de semana –el despachante se la devolvió–, pero no estoy seguro.

–¿No esta seguro de qué? –Dijo Tony volviéndola a colocar en el bolsillo interior de su chaqueta.

–Verá, los fines de semana no trabajo aquí, también lo hago allá –Se acercó al ventanal grande que daba a la ruta–, en el cibercafé, ve –señaló con un dedo un local enfrente, más arriba –. Ese, el que esta al lado del motel.

El detective se giró y miró hacia donde el despachante le señalaba.

–¿Y?

–Allí  frecuenta mucha clase de gente –miró a su alrededor–, no es como aquí, vio –hizo un giro envolvente con toda su mano a su alrededor–. Aquí con suerte entra alguno de paso, los que más vienen aquí son los del motel –se rió–. Aunque estemos abiertos las 24 horas.. –Entonces se calló.

Ya más interesado el detective instó al despachante a que continuara.

–Acompañeme, tengo algo que mostrarle –Y entraron a un despacho lindero al mostrador–. Aquí es donde se graba lo que acontece dentro del local; ¡éste! –Y expresó ufanamente ese “éste”.

Tony tras dejar lo que había comprado sobre una mesa, miró una serie de monitores que permitían ver todo el local; levantó la cabeza como si estuviese mirando más allá de esas paredes,, afuera donde estaba el cibercafé y el motel.

–Ya, entendí. Hay cámaras de videovigilancia tanto en la zona de la ruta como dentro de esos locales, ¿no? –A lo que agregó–: ¿Y?

–Si el hombre que busca es el que pienso –y su sonrisa se hizo más amplia–, debe estar en una cinta –y señaló con su mano extendida hacia la puerta– En el ciber.

Tony levantó la vista hacia donde apuntaba el brazo del despachante y como viendo más allá dijo en voz baja pero audible: ¡ajá!

–Generalmente son estudiantes, aunque claro hay gente de paso –mencionó y al verle la cara de interrogación del detective–; hay una universidad cerca de aquí  –y señaló hacia afuera–, a unos ocho o diez kilómetros al norte de aquí.

–Entiendo –dijo Tony sentándose en una silla disponiéndose a sacar un cigarrillo pero se detuvo–: entonces, ¿qué es lo que me quiere decir? –Y lo miró con con el gesto de su mano inconcluso–. ¿Lo conoce?

 

– 5 –




Anteriormente.

–¿Qué haces aquí en Buffalo Thomas? –Mencionó el catedrático emérito MacDerrit, mentor de Thomas desde sus primeros tiempos como estudiante de Derecho.

Este estaba en su despacho que daba a una vista lateral del patio interior más grande que poseía el Campus Universitario.

–Pasaba en camino y venía a hablarle de unos asuntos privados que requieren su consejo.

Thomas hacía ya un año que había dejado el mismo, se había recibido con honores teniendo el privilegio de ser el primer alumno graduado con la máxima distinción que dicha institución brindaba. MacDerrit lo miró y se acercó a él invitándolo a tomar asiento. Por último:

–Dime. ¿qué aqueja esa mente turbulenta? –Y con ambas manos levantó una pila de libros que descansaban en la mesa, para luego dirigirse hacia una de las tantas bibliotecas que había en el despacho.

–La primera enmienda –tomó otra pila de libros y se le acercó: Mac Derrit estaba de espalda ordenando sus libros y sin mirar a su antiguo alumno dijo–: ¿qué pasa con ella?

–Me he estado preguntando si me correspondería a mi.

–Por qu..–Cuando quiso quiso darse vuelta, la navaja que tenía su ex-alumno en la mano seccionó limpiamente su carótida.

Y mientras su mentor se convulsionaba a consecuencia de los últimos estertores Thomas dijo en voz alta: –¡Shh John! –y a continuación limpió la navaja en la ropa de éste.

Luego se retiró cerrando la puerta de su despacho sigilosamente.

 

– 6 –

 

Anteriormente, unos días después.

–Me prendes el broche –Dijo Susan y dejó caer a un costado su cabellera.

Susan Sullivan y Thomas eran marido y mujer. Ella hija de un acaudalado político republicano; él, Thomas, un prestigioso Consultor de Derecho Internacional, un cargo que según muchos opositores, fuera adquirido por arribismo.

Estando en el dormitorio principal arreglada para la reunión inminente, tenía a su esposo que estaba abrochando un collar de esmeraldas sobre su cuello.

Casi inmediatamente la asió por la cintura desde atrás y le propino un beso en el cuello. Ella se rió apartándose:

–No, no ahora –expresó ella manteniendo aún la sonrisa pícara–. El Senador o’Neal y su esposa Lucy acaban de llegar –a lo que agregó– ¡Vamos querido!

Un mayordomo vestido de gala abría la puerta del dormitorio, ubicándose un costado.

–Mi señora.. señor –expresó cuando estos cruzaron la puerta sin prestarle atención.

 

– 7 –

 

–Entiendo –dijo Tony sentándose en una silla disponiéndose a sacar un cigarrillo pero se detuvo, entonces–: ¿qué es lo que me quiere decir? –Y lo miró con con el gesto de su mano inconcluso–. ¿Lo conoce?

–Como sabrá en mi negocio, ya sabe el ciber, pasa mucha gente –el despachante tiro su espalda hacia atrás, sorbió un trago–, si todas esas personas la recordara –se rió, luego más serio y acercando el cuerpo hacia donde estaba Tony–, aunque debo confesar que algunos sí los recuerdo.

–¿Cómo ser?

–Hay un chico que podría caber en su descripción detective –encendió un cigarrillo y le dio dos bocanadas, luego lo depositó sobre un cenicero añejo que estaba sobre la mesita, en el despacho de atrás–, rubio, un poco más bajo que usted –Fumó de nuevo y se sirvió otra medida de alcohol–. Lo recuerdo porque no viene seguido pero siempre se acerca a mi y me saluda –Agregó con un movimiento de la mano haciendo un gesto–: ¿Como está Tom? –Se levantó y caminó hacia los monitores;luego de una pausa–: siempre me deja una buena propina y me pregunta si tengo el terminal –Ahora parado con la botella en la mano y mirando hacia el detective agregó–: al fondo a la izquierda –El despachante volvió a reírse y se acercó al detective, sentándose enfrente–, frecuenta  el lugar pero no viene seguido. Es introvertido y si, se parece a un estudiante más –acercó su cara a un palmo ala de Tony–, no solo eso llama la atención

–¿Qué le llama la atención?

–Cuando hay chicas, porque las hay, vienen en grupo la mayoría, el se inhibe, aunque es algo más locuaz cuando ellas vienen solas.

–¿Que le hace suponer que él está ahora en ese lugar Tom? –En forma confidente preguntó.

Tom se rió y giró su cabeza hacia un monitor, el primero hacia  la izquierda en la hilera superior.

–Ve ese Mercury antiguo que está aparcado en el Motel –Y le mostró la imagen en el monitor; Tony levantó su cabeza y observó la imagen estática–. es de él, cuando viene se pasa por el ciber y luego va hacia el motel.

Tony se acercó aún más, y asintió.

–Tom me ha sido de una gran ayuda –Ambos se levantaron y se dieron la mano–. Gracias.

 

– 8 –

 

Mientras se desangraba, él comenzó a sacarse el nylon que cubría su cuerpo, luego le hizo una serie de fotografías y una vez satisfecho tomó su maletín y salió de la habitación del motel, no sin antes cerrar silenciosamente la puerta, colocar un cartel que versaba “No molestar” sobre la misma y girarse para irse cuando:

–No mueva un músculo –Thomas dejó caer su maletín; Tony con el revólver apoyado en su sien izquierda lo palmeaba apoyado contra la pared del cuarto donde estaba el cadáver de la mujerzuela.

 

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** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **