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Los Relatos de Ruben

Relatos

Tom

–¡Fred! –El hombre le hizo un ademán con la mano levantada–, estoy aquí –señalándole el mostrador que estaba delante.

–¡Tom! –Prácticamente gritó el aludido al verlo–. Voy –Y comenzó hacerse paso entre la multitud  mediante codazos. El Pub estaba completo esa noche.

–Cómo estás? –mencionó cuando logró aproximarse–. ¿Qué estás bebiendo? –señalando el vaso que portaba en su mano.

–Vodka –Recibió como respuesta levantándolo  y de un solo trago bebió lo que restaba de su contenido; entonces, Fred mirando hacia la otra punta del  mostrador y utilizando un tono más elevado–: Anton, otro para mi amigo –Levantó el vaso con la mano para que fuera visible–, y otro para mi.

Al cabo de cierto momento, el barman,  que había estado atendiendo otras personas  se acercó y le dijo:

–¿Dos más?

–Si gracias, por el momento alcanza.

Levantó su vaso, pasó un trapo sobre el lugar y depositó el nuevo contenido en el lugar del anterior, al que sumó otro más. Anton hizo una mueca que decía –todo bien– y se giró dándole la espalda; colocó una jarra dentro de un cervecero y volcó su contenido dentro; luego se la entregó a una mujer a unos pasos de ellos.

–Vayamos a algún lugar más tranquilo –Tom miró a su alrededor y señaló el tumulto de cuerpos que se apiñaban a su alrededor. Fred realizó un gesto de asentimiento; algunos se hallaban parados, otros en taburetes. Tras observar el lugar–, allá –señaló con un dedo hacia uno de los rincones, donde estaban los reservados.

–Si.

Fred apuró el trago, depositó el vaso del que había estado bebiendo sobre el mostrador, colocó unos billetes sobre éste y señaló y con un gesto a Anton como diciendo –aquí te dejo el dinero, quedate con el vuelto; Tom dejó intacto el suyo. Luego Fred  levantó el maletín que llevaba consigo y:

–Acompáñame –Y se fue abriendo paso a través de la maraña de cuerpos aglutinados en en mismo lugar.

No terminaba de decir ello cuando el show comenzó. Se abrieron unas cortinas, el sonido cambió y las luces estratégicamente dispuestas se dirigieron hacia el podio. Un chico con vestimenta punk comenzó a bailar y a contonearse en forma muy sexy alrededor de un tubo, siguiendo el compás de una música acorde al momento. Quienes frecuentaban ese ambiente comenzaron a aplaudir y chiflarle.

El reservado era una series de cabinas dispuestas de una mesa en el centro, y un esquinero de dos cuerpos por cada lado.  En cada una de ellas, colgaba un televisor adosado a una de sus paredes.

Al acercarse dejaron pasar una pareja de homosexuales que salían abrazados; uno con un porro en su boca, el otro, con un vaso de algo indescifrable pero hecho a base de alcohol. Ambos iban riéndose y bamboleando su cuerpo. Uno de ellos golpeó a Fred en el hombro volcando el contenido del líquido que portaba sobre su chaqueta.

–¡Hee! –dijo éste–. Si serás capullo –y con una mano intentó limpiar el líquido derramado; ante el gesto de contrariedad por su parte recibió como repuesta– ¡Que te den cabrón!

”América” pensó. –Entremos –Y abrió la puerta para dejar pasar a Tom. Luego hizo lo mismo, cerrando la cabina con el pasador. Le señaló el esquinero y se sentó del otro lado.

–¿Lo tienes?

–Si –Mencionó Tom sentándose.

–¿Y bien?

Tom se arrellanó sobre un respaldo y encendió un cigarro dando dos pitadas profundas. Tirando su cabeza hacia atrás, permitió que dos volutas de humo subieran hasta el techo; luego giró su cabeza hacia la otra persona.

–¿Y tú, lo traes? –Tom miró hacia el maletín que descansaba sobre el regazo del aludido. Fred hizo un gesto de afirmación con su cara, levantó el samsonite y lo depositó sobre la mesa, no sin antes, pasar un paño por encima de ella. Luego, hizo girar la llave de combinación y lo abrió.

–Diez millones de dólares –agregó a continuación–, en billetes de cien no rastreables –Tom se recostó y cerró sus ojos.  El sonido del local se escuchaba muy atenuado. Dejó pasar el tiempo, primero un minuto, luego dos..

Entonces Tom hizo un ademán con la cabeza y dijo:

–Bien –Fue a colocar su mano dentro de su gabán pero, un gesto de Fred lo frenó; éste último se levantó y expresó–: Espera –Lo tanteó. Una vez que estuvo conforme se sentó de nuevo en el lugar en que había estado, entonces, ya tranquilo–: adelante –he hizo un gesto con su mano para que prosiguiera.

Tom sacó una caja metálica cerrada herméticamente y lo depositó con sumo cuidado sobre la mesa.

–¿Es lo que creo?

Tom frunció el ceño y el gesto de su cara lo dijo todo, algo como un: –¿pagarias diez millones de dólares por algo que no tuviera ese valor acaso Fred?

–Bien –Acotó el aludido; estiró la mano hacia el recipiente para tocarlo, pero fue detenido por la mano de Tom que agregó–: ¡Cuidado! es sumamente peligroso –le sostuvo la mano un instante–. No lo abras acá, se puede esparcir.

Fred se arrellanó sobre el respaldo. Tom lo levantó con sumo cuidado y dijo–: posee una combinación de 64 bits numérica –Y como si tratase a un niño recién nacido le pasó un paño de tela por encima–. Si le erras en un número, el dispositivo explota en el instante –. Luego de pasarle la franela volvió a poner el recipiente sobre la mesa–. Posee además, otro código oculto que, de no ser el correcto.. –Tom se recostó y limpió sus manos con un pañuelo–: O sea –tosió y se tapó la boca–, si no es respondida enseguida y correctamente, explota –He hizo un gesto con sus manos–: ¡Pum! Esparciendo su contenido, ¿entendiste? –Encendió un cigarrillo y se apoyó tranquilamente sobre el respaldo de la rinconera.

Fred se acomodó apoyando su espalda sobre lo mullido del esquinero, también encendió un cigarro, le dio dos pitadas y cruzó sus pies. No dijo nada simplemente lo miraba con atención; lo estaba escrutando. Pasó el tiempo, primero un minuto, luego dos..

Entonces Fred hizo un ademán con la cabeza y dijo: –¿Un salvaguarda? –a lo que Tom respondió con un simple gesto, muy elocuente por cierto, que simbolizaba un simple: –Para mi, y para ti, cosa de que no caiga en malas manos.

–Entendí, entonces…

–Una vez abierto el recipiente encontrarás dos tubos delgados –Tom sonrió triunfante–, si lo tocas, se rompen esparciendo su contenido en el aire –Encendió un nuevo cigarro, dió dos pitadas y preguntó –: ¿Cómo se llamaban los padres de Lincoln? –Volvió a colocar el recipiente entre sus pertenencias.

–¿Padres?

–Sí.

Fred lo miró en forma interrogativa a lo que respondió pasado unos segundos, luego de la extraña pregunta–: Thomas Lincoln y Nancy Hanks.

Tom depositó nuevamente el receptáculo sobre la mesa y simplemente.. aceptó esa respuesta como válida; cerró el maletín, se levantó, lo asió. Luego..

–Ha sido un placer hacer negocios contigo –Le tendió la mano, gesto que fuera acompañado de un entrecruzar de éstas–. un placer correspondido Tom –terció por último Fred guardando el recipiente dentro de un bolsillo–. Una última pregunta ante de despedirnos –dijo.

–¿Si?

–¿Cómo supiste que yo era la persona correcta?

–No lo sabía –Acotó Tom, que comenzaba a arreglar su atuendo punk.

–¿Entonces? –preguntó–, lo de los padres de Lincoln era una prueba, ¿no?

–Ha sido un placer hacer negocios con usted –Tom se dio media vuelta, destrancó la puerta y se detuvo un instante, luego se giró poniéndose a un costado–. Vamos General.. ¿cómo quiere que le llame? ¿Fred? –Con el maletín en sus manos señalaba la salida  de la cabina.

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** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

Un cuarto en Roma

–¿Cuanto te quedas en Roma? –Dijo Alba apoyando un brazo en el hombro de la chica que había conocido unas horas atrás–. “!Joder! –Pensó al mirar su zapato de taco alto”; se rió y agregó–: Mira, estas calles empedradas lo que le hizo –Lo sostenía con una mano moviéndolo mientras se reía; casi se cae, pero fue sostenida por su compañera que terció–: estas borracha –para luego agregar, riéndose ante la imagen que presentaba Alba–: Tomo un avión a Moscú mañana.

–¡Qué casualidad! Yo también –Sin pensarlo agregó sostenida por la rusa–: Pasemos juntas –frase dicha al descuido, concluida con un–: perdona, ¿cómo te llamas?

Ambas se iban bamboleando por la calle desierta del centro de Roma.

–Pero si te lo he dicho dos veces –Comentó divertida la rusa deteniéndose en una esquina solitaria, para sacar un cigarrillo, ponerselo en la boca y encenderlo. Tras darle una pitada y mirarla, obsequió otro a Alba que sí lo aceptó de buenas ganas.

Tras ello, un silencio se instauró entre ambas; fumaron tranquilamente– : A ver si a la tercera va la vencida –. Expresó Alba rompiendo dicho instante apoyada sobre un muro.

–Natasha, y tu eres Alba, que simboliza amanecer –Ambas se apoyaron entre sí y continuaron caminando; Iban, Alba iba con sus zapatos en una mano, y, Natasha, sosteniéndola  de la cintura para que no se cayera.

–Ese es mi mejor momento –expresó a lo dicho; se detuvieron; –¿El qué? –Preguntó Natasha manteniendo el abrazo sobre la cintura de ella–.  El alba, ese es mi mejor momento –Adujo la española que se separó, giró sobre sí,  comenzó a bailar y reírse. Casi se cayó de bruces sobre el pecho de Natacha que la miraba divertida.

–Esta es mi primera noche de verano –Agregó a continuación; frase dicha entrecortada por efecto del alcohol.

–Si es verdad –Natasha se colgó la cartera de la española sobre un hombro y con una mano la tomó instándole a continuar caminando–. En Europa el verano está comenzando, pero en Rusia, ya comenzó.

–¿Tienen verano en Rusia?

–Claro, bueno, es el verano ruso –y con cara acongojada expresó–:  y ésta es mi última noche en Roma.

–Y la mía –Terció Alba, “vuelvo a Barcelona mañana” pensó para sí, pero no lo expresó;  entrecruzó sus dedos entre los de ella y concluyó la frase con–: no estas sola rusita, así que tenemos que aprovecharla –Le dió un beso, uno bien de sorpresa haciendo que Natasha se detuviera en seco.

–Yo no soy.. –He hizo un amague de retirarse; Alba  la miró fijamente y con una mano sobre su cuello la atrajo nuevamente hacia sí; ahora el beso fue más intenso que el anterior, más explorador– No soy.. –Repitió Natasha tirando su cabeza hacia atrás pero Alba la abrazó por la cintura y se le acercó; sus senos turgentes se rozaron– Me gustas –Le dijo Alba casi susurrando, pero esta vez, el nuevo beso, fue dirigido hacia su cuello. Más imperioso. Sintió la resistencia de la mujer y, como un ser depredante  olfateando a su presa expresó–: ¿Que? –Alba se alejó un palmo de distancia de ella–. Sos una mujer y yo otra; estábamos bebiendo solas, nos hemos sentido atraídas la una por la otra. Punto.

Natasha se quedó en silencio  y tras esa pausa:

–Es la primera vez en mi vida que miro así a una mujer –la luz de una farola marcaba claramente contraluces– Y nunca –La mano derecha de Alba estaba apoyada sobre la de la Natasha; Alba la contemplaba–. Nunca he besado a una mujer –Se sonrojó.

–¿Ninguna? –terció Alba atrayendola hacia sí, gesto que fuera correspondido con–: Bueno, con excepción de mi madre –Natasha la miró detenidamente, luego de escrutarla con mayor detenimiento se alejo un palmo de su cuerpo para luego decir–: ¿No es la primera vez que tu miras así a una mujer?

–No. Pero cada mujer es distinta –Alba se le acercó y con sus dedos desplazó un flequillo que caía sobre su frente.

–¿Te gustaría verme desnuda?– terció en consecuencia la rusa ante los embates de la cazadora, recibiendo como única repuesta, un inevitable–: Sí, me encantaría.

 

En una habitación de hotel

–Creo que será mejor que tu me desnudaras –La voz de Natasha sonó un tanto temblorosa.

–¡¡Shh!! –Muy sexy Alba se le fue acercando–.Tranquila, no pasa nada –,  y ya con tono apaciguador–: ahora nos quedaremos así sin tocarnos mientras te relajas –Alba se recostó a su lado, sobre la cama con su compañera de noche boca arriba.

Una canción sonaba distante. “You’re right; I’ll say you a few words” –con voz melodiosa.

 

Unas horas más tarde.

–¿Quién me ha cambiado el tono de voz? –Se preguntó Alba, muy adormilada, cuando escuchó dos golpes en la puerta de la habitación.

–¿Quién es?

–Natasha –Recibió como única repuesta.

–Natasha, claro –Alba se cubrió su cuerpo desnudo con un babydoll rosa; se levantó de la cama y se acercó a la puerta; al abrirla–. Adelante –Dijo.

–Creo que me he dejado el móvil en tu habitación ¿no lo has visto? –Mencionó la rusita desde el corredor sin inmutarse. –Perdona, se me debió caer del bolso y agregó–: Estoy cansada y quiero irme a mi hotel.

–Entra a buscarlo –Alba se puso a un costado de la puerta dejando una parte de un seno expuesto–. Te esta esperando debajo de la cama –Natasha no hizo ningún ademán que indicara que iría a ingresar al cuarto del hotel que estaba alojada la española–. Prefiero no volver a entrar.

–Por qué? –Alba la miraba desde el vano de la puerta–. ¿Qué ha pasado?

–Nada –Natasha se acomodó el pelo, se lo soltó e hizo un movimiento de cabeza para posteriormente aprisionarlo con un clip; Alba la miraba mientras hacia ello–. Nada en realidad, nada de qué arrepentirnos.


 

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** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

Boris

¡Pase! –Ordenó el Teniente Coronel acomodando un fajo de documentos en el escritorio; golpeó la resma de documentos que tenía en dicho momento entre sus manos, lo puso en una carpeta que rezaba “Confidencial”, levantó sus ojos hacia el visitante sin dejar de hacer lo que estaba haciendo–. ¡Rick! –Dijo he hizo una venia cuando vió al visitante sonriendo parado en el marco de la puerta–, disculpe un momento coronel, y miró a su subalterno que estaba en posición de firme a su costado– Retírese Cabo –ordenó– y cierre la puerta.

¿Cómo te tratan éstos burócratas del Pentágono? –Respondió al saludo el Coronel británico respondiendo de igual manera al teniente coronel que tenía delante, y se encaminó hacia donde estaba su escritorio con una mano extendida sin prestar atención al Cabo, que se cuadraba y saludaba a su superior y al visitante. Al quedar solos..

Pues ya lo conoces –Le respondió O’Donnell con una sonrisa de punta a punta; luego de darle la mano le hizo seña para que se sentara– ¿Un café Coronel? –dijo por último ya levantado y con una mano sobre la cafetera que estaba sobre su costado derecho–. Son una caterva de inservibles –Se le acercó con dos tazas de café bien cargado– y cuéntame ¿como te fué el viaje desde Londres? –Y se sentó frente su visitante depositando las tazas sobre una mesita ratona.

El Lockheed se bamboleó bastante sobre todo al sobrevolar Islandia –dijo–. Gracias –Y tendió un brazo para sorber el café y luego de un instante– ¡Uff! ¿Siguen haciéndolos tan mal aquí? –El Coronel hizo un gesto de desagrado–, Discúlpame Marc –Mencionó al Teniente Coronel O’Donnell– Prefiero mi vieja petaca de whisky irlandés –Y sacó una de un bolsillo interior–. ¿Quieres? –Y se la ofreció.

No –Expresó O’Donnell y acomodó su espalda en el respaldar de la butaca–. ¿Qué te trae por acá? –dijo a continuación–. No creo que sea por visitas de amigos, ¿verdad Rick?

Siempre perspicaz –expresó el interpelado visitante tomando un nuevo trago y colocando su petaca dentro de su uniforme; tiró el cuerpo para atrás y una mano tocó su samsonite que descansaba a su costado apoyado a la butaca–. ¿Donovan sigue igual de cascarrabias? –Y se lio un marlboro. Lo miro.

O’Donnell se puso inmediatamente en alerta al escuchar: “Donovan”.

¿Por qué lo preguntas? –Y lo miró–. Si. Te acepto ese irlandés que tienes –Y le hizo seña a la petaca que acababa de guardar.

El General Donovan era su Jefe, Asesor militar del Presidente estadounidense.

Al parecer –respondió el británico–. Tuvo un diálogo interesante con el Primer Ministro –acotó el militar tendiendole la petaca a su amigo americano.

¿Cameron?

El gesto de la cara del Coronel fue de lo más elocuente. El mismo.

No te quería largar –agarró la petaca que había depositado O’Donnell sobre la mesita y la volvió a meter en un bolsillo oculto de su uniforme–, pero al final tranzó –dijo por último y lo volvió a mirar.

Pero que.. –Frase que quedó inconclusa– Vamos nos espera un transbordo aquí en Washington y un submarino en alta mar –Terminó la frase el Coronel.

¡Como..! –O’Donnell se levantó muy rápidamente–. Si –le dijo–. Ahora estás bajo mis órdenes..–Y al verle la cara de incertidumbre agregó–. El General Donovan, tu jefe, firmo tu traslado –El Coronel se rió, mientras se sacudía el uniforme, agarró el maletín y señaló hacia la puerta–. Vamos –Miró al Teniente Coronel–. Tenemos un trabajo que hacer.

¿A donde vamos? –dijo O’Donnell, mirando a su amigo–. Te enteraras en el viaje –recibió como respuesta, a lo que agregó–: no hay tiempo que perder.

 

La situación.

El Lockheed AC-130 británico había llegado a velocidad crucero 20 minutos atrás, y dos Boeing F/A-18 Super Hornet que los acompañaban se despidieron moviendo sus alas a ambos lados a modo de saludo girando hacia la izquierda.

Señor –Mencionó instantes después un Sargento británico al Coronel–. Hemos dejado suelo americano –El Coronel que estaba sentado junto a O’Donnell expresó–: Muy bien Sargento. Retírese.

Este último se cuadró hizo la venia y se volvió por donde había ingresado. Hasta ese momento la conversación entre O’Donnell y el Coronel se había mantenido en un ámbito meramente informal. Cuando quedaron solos..

Tu eres especialista en submarinos rusos –y presionó un botón de un control remoto; imágenes de dos submarinos clase Akula aparecieron en dos monitores desplegados dentro de la aeronave– eres un estratega militar entre otras cosas–. Lo que he de mostrarte es lo acontecido dos semanas atrás en el Mar Negro cerca de Sebastopol– Lo que estas viendo, lo debes saber, es uno ruso clase Yasen de propulsión nuclear saliendo de Crimea– a lo que O’Donnell afirmó agregando al comentario–: si, uno multifuncional de finales de la Guerra Fría, si mal no recuerdo, lo construyeron durante su caída –El Teniente Coronel giró la cabeza hacia el Coronel que lo miraba de forma aprobatoria–. “tenía razón –pensó–, cuando hable con el General Donovan. Es bueno” –Si –Reafirmó el Coronel– un clase Yasen de propulsión nuclear –el Coronel apretó otro botón y vio imágenes nítidas del “Peter the Great” en referencia a Pedro el grande.

¿Qué pasa con él?

Lo hundió la Otan –mencionó el Coronel–, en el marco de tácticas navales que involucraban el Reino Unido, Los Estados Unidos, Italia y Turquía –O’Donnell lo miro y terció–: la operación Tridente, te refieres– El Coronel dejó el Control remoto sobre una silla ratona y la imagen congelada de dicho submarino– Sí –confirmó posteriormente –Pero.. –acotó O’Donnell–. El Coronel se recostó en la butaca, una de las tantas que la aeronave poseía y a la pregunta agregó–: Siempre hay un pero para vos –O’Donnell iba a contestar pero se cayó ante el gesto de su amigo británico–. Los rusos culpan su hundimiento a una acción deliberada por parte del USS Liberty –El Teniente Coronel se sirvió un coñac y acotó–: ¿la fragata misilística americana que se hundió a la salida del Mar de Mármara? –El coronel pulsó el botón de play y el video comenzó de nuevo a partir de donde había quedado–. Efectivamente, pero en realidad fue hundido por un misil ruso. Los Rusos culpan el hundimiento del Peter The Great por una maniobra de los Estados Unidos, y tu gobierno culpa el hundimiento del USS Liberty por una maniobra orquestada a raíz de los acontecimientos en el este de Ucrania; dicho submarino disparó un misil contra el submarino, el ruso según el Pentágono.

¡Aja! –O’Donnell miraba las imágenes del hundimiento de la Fragata–. Pero tú Primer Ministro no habló con mi Presidente por eso–. Mi Presidente no llamó a su Asesor de Defensa por nada –O’Donnell miró a su amigo británico– y tu no dejarías la base de submarinos que hay en Escocia por qué si, ¿no? –El Teniente Coronel encendió un habano cubano y dijo–: ¿se puede fumar en éste cacharro?

Jaja –entonces el coronel escuchó por un auricular adosado a su oreja– Contacto a 1300 subiendo por estribor, a 20 nudos –. miró a O’Donnell y dijo–: bueno aquí nos despedimos –Se levantó y le tendió una mano–. Te esperan abajo –agregó–, un submarino cortesía de Su majestad –Pero, ¿qué tengo que hacer? –terció O’Donnell levantándose a la par que el Coronel –El coronel le tendió la mano y dijo–: Prepárate, esta picado y se abrió una puerta a 12 mil pies de altura; el viento gélido del Mar de Bering aullaba y la lluvia salpicaba por todos lados– El comandante allá abajo te lo ha de decir –Le gritó éste último– Buena suerte –Prácticamente le gritó al oído, pero O’Donell ya no lo escuchaba; caía en picado en medio de una severa tormenta con un paracaídas adosado a su espalda. El Lockheed AC-130 británico apenas fué un punto engullido por las nubes traicioneras del Mar de Bering. Más abajo las grandes olas se hacían aún más grande como una gran boca furiosa y con hambre.



El desenlace.

¿Alguna novedad Sargento? –Mencionó el comandante del submarino y al ver el gesto de negación acotó–: Tráigame una taza de café. –Fue cuando girando sobre sí ordenó–: Mantengan modo silencioso, Boris debe estar cerca.

El USS Enterprise Clase SSBN-X cruzaba silencioso el Mar de Bering. Había sido diseñado expresamente para la Armada americana en sustitución de los Clase Ohio los que habían sido armados con misiles balísticos.

MacDerrit, su comandante, oriundo de Alabama, confiaba en él; sus primeras pruebas en alta mar había demostrado su ductilidad. El sonar barría la costa de Kamchatka a medida que ésta iba apareciendo.

Estaba por dejar el puente cuando:

¿Alguna presencia de Boris? –Mencionó el comandante del submarino, a lo que su primer oficial dijo–: Nadie en la zona –MacDerrit, miró al especialista en comunicaciones y acotó–: –Mantener silencio.

Pasados unos minutos tensos escuchó: –¡Contacto a las 0300! –A lo que se añadió–: Paquete descendiendo; impacto por estribor un kilómetro y medio de nuestra posición y agregó pasados unos minutos:Contacto de radio –Y sin mirar a su superior dijo–: –¡Señor! Nuestro pájaro nos informa que el paquete ha sido lanzado –MacDerrit sin girarse de las pantallas del sonar agregó–: Informe que vamos por él.

Giro: 90 grados a estribor, inclinación: 45 grados subiendo. –Ordenó.

Una lancha rápida un tiempo después recogía a O’Donnell de las aguas gélidas en la que estaba inmerso.

Sonar a las 0200 –A lo que se añadió–: Un Akula clase II. frase seguida de–: Mantener silencio –Por parte de MacDerrit.

Esos submarinos rusos habían sido diseñados tras la caída de la Unión Soviética y eran considerados de lo más silenciosos.

Pasados unos minutos: ¡Señor! Boris nos informa que hemos entrado en aguas territoriales rusas y que si no retrocedemos tienen orden de disparar.

Infórmeles que nos retiramos –mencionó MacDerrit con su voz de barítono–. Que por desperfectos, nos desviamos de nuestro curso. –A lo que agregó–: Saludos del Tío Sam a Boris.

Concluyendo con un–: Giro: 90 grados a estribor, inclinación: 45 grados bajando.

De esa forma y lentamente, el USS Enterprise se iba alejando del oído de Boris que observaba su figura desvanecerse en su sonar.



Más tarde.

Teniente Coronel O’Donnell –Mencionó MacDerrit. Pase. He hizo un gesto invitándolo a entrar a su camarote. 

 

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** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

Abass

–¿Usted debe ser George..? –Preguntó el Coronel pero no le dio tiempo a contestar–. Disculpe un momento–. Se giró hacia la señora Jazmine que estaba allí cuando éste arribara–, Amal la acompañara –le tomó de la mano a la anciana que había estado atendiendo con gesto amistoso y mirando a su colega que ya se acercaba concluyó el tema por la que ella estaba ahí, con–: no se preocupe no le va a pasar nada –Luego, se giró hacia el especialista–. Acompáñeme a mi despecho –Le dijo y dio de unos pasos por la estancia que hacía de recibidor colocándose a un costado de la puerta del mismo; hizo un gesto con la mano para que George entrara–. ¿Qué lo trae por aquí? –Mencionó al tiempo que lo invitara a tomar asiento. Se giró sobre sí para posteriormente sentarse frente a éste luego de cerrarla.

–Abass.

 

Tres meses atrás. Bagdad, Irak.

Tom conducía a gran velocidad su humvee desde el aeropuerto Al-Rasheed hacia AlMasbah Plaza Cafe cuando fuera interceptado por dos autos: De él bajaron 4 hombres enmascarados con ak47 y granadas; lo subieron en la parte trasera del segundo vehículo maniatado y lo obligaron a acostarse. Un iraquí le puso el pie sobre su cuerpo.

Figuraba como periodista independiente; estaba por cubrir un incidente producido entre dos asistentes americanos y la policía iraquí. Estaba citado con un un funcionario de la Embajada Americana en Bagdad en anonimato, en el AlMasbah Plaza Cafe y se le hacía tarde.

 

Dos semanas atrás. Al oriente de Al-Anaf, Irak.

–¡Sáquenlo! –Ordenó el yihadista sin dejar de mirar al americano que estaba colgado esposado de pies y manos dentro de la habitación y se puso a un costado sobre el marco de la puerta que comunicaba dicha estancia con el exterior. Sin pronunciar una palabra 2 iraquíes procedieron al mandato del mismo dejando a un costado la videocámara que estaba adosada a un trípode. Lo arrastraron al exterior y lo arrodillaron esposado por detrás. Fue cuando se le acercó, le sacó la capucha que cubría su cabeza y se la tiró para atrás con una mano.

–Por Alá –Dijo mirando al cielo y le pasó una navaja por el cuello para luego patear su cuerpo convulsionado sobre el suelo. Fumo un cigarrillo y se dio media vuelta–: Abdel Samad...

 

Cinco días atrás. Al-Abassiya, Irak

–¿Abass? Preguntó intrigado el coronel iraquí al tiempo que se sentaba.

George lo miró con cara de: "¿No lo conoce Coronel?"

–Bueno, verá durante la caída del muro de Berlín conocí a un alemán del este, se llamaba Fred –Le dijo George–, por ese entonces –acomodó su rayban y encendió un habano cubano–: estaba hecho pedazos; se hacía llamar Bergman, un periodista acreditado en la CNN.

–¿Y que pasó? –Terció el coronel iraquí al tiempo que depositaba dos tazas de té hindú, lo miró, luego, a continuación, y se sentó frente a él. "¿A dónde quiere ir? –pensó para sí –. ¿Por qué me cuenta esto?"

–Los rusos lo querían, pero muerto –Y agregó luego de sorber algo de la infusión–. Fue cuando se nos dío la oportunidad de contratarlo para que fuera un agente de campo aquí en Irak.

–¿Cómo es eso?

–Verá, los rusos lo interceptaron y lo llevaron a un apartamento cerca de Alexanderplatz. –Se rió–. Ya sabíamos dónde lo llevaban por un chivatazo del Mossad –George se levantó y miró por la ventana y se detuvo unos instantes observando el caos que habitaba dentro de esa ciudad bulliciosa–. Otto, un berlinés que antiguamente trabajaba para la Stassi, nos allanó el terreno y pudimos vernos a solas.

–¿Y qué dijo él? –El coronel miró su reloj pulsera. Pensó "esta conversación se está extendiendo y debo ver a Faghira."

–Que los rusos tenían a su esposa de rehén –George se sentó frente al Coronel, que estaba de incógnito en Al-Abassiya. De paisano–. ¿Usted tiene esposa no es cierto? –Me dijo cuando estaba en Berlín.

–¿Por qué me cuenta todo esto? –El coronel se paseaba por la estancia, un local al nordeste de Al-Abassiya, preguntándose a dónde quería llegar ese agente de la CIA que tenía delante de él.

–¿Esta usted al corriente de ese periodista que decapitaron hace 2 semanas atrás al oriente de Al-Anaf? –A lo que agregó a continuación–: el que secuestraron hace tres meses atrás por las postrimerías de Bagdad?

–¿Se refiere al del video dirigido a Occidente y en particular al Presidente de los Estados Unidos? –Y cruzando los dedos de las manos sobre el escritorio acotó–, el americano.

–Si, Tom.

–¿Qué pasa con él?

–Bueno en si, era berlinés. Fred se llamaba, sólo que entró a Irak con ciudadanía Americana y con otro nombre. Estaba infiltrado por nosotros para desbaratar la célula de Abass –Dijo a continuación George, sin bajarle la mirada–. Y usted coronel, respecto a Abass.. – Le lanzó una bocanada de humo hacia su cara–.  Sabía de su paradero.

–¿Cómo puede insinuar algo semejante –Dijo el coronel iraquí levantándose molesto por la afirmación–. Tiene alguna prueba de tal insinuación? –Fue cuando le dijo–: soy el asesor del presidente –He hizo un gesto hacia la puerta para que entrara un subordinado de él –Si me disculpa Anann lo acompañara a la salida –Y con un gesto de la mano le señaló la salida de su despacho.

–Vamos coronel –George se levantó sin inmutarse siquiera; caminó hacia la ventana abierta con los brazos detrás–, los sistemas de inteligencia –Agregó–. ¿no cree que tal vez a llegado el momento de reconocer a uno sin bando como el que represento?

El coronel lo miró. George le mantuvo la vista. El Coronel le hizo un gesto  a su subalterno como diciendo "no es nada puede retirarse." Amann lo hizo. Luego, estando nuevamente solos..

–¿Qué quiere de mi?

–Vamos Coronel, usted ya lo sabe.

El coronel palideció, gesto que a George no le pasó desapercibido por lo que a continuación agregó:

–Fred, bueno Tom, el americano como lo conoce usted, conducía a gran velocidad su humvee desde el aeropuerto Al-Rasheed hacia AlMasbah Plaza Cafe cuando fuera interceptado por dos autos. De él bajaron 4 hombres enmascarados y lo subieron en la parte trasera del segundo maniatado y lo obligaron a acostarse. Un iraquí le puso el pie sobre su cuerpo. ¿Lo sabía?

–No –respondió el coronel iraquí. Mentía. Recordaba cuando ordenara a Abass "Saquen de circulación a ese periodista inquisitivo". George se rió y se le acercó.

–Tom, antiguamente llamado fred –le dijo al oído–, un berlinés, figuraba como periodista independiente, y por cubrir un incidente producido por dos asistentes americanos y la policía iraquí estaba citado con un un funcionario de la Embajada americana en Bagdad en incógnita en el AlMasbah Plaza Cafe y se la hacía tarde.–Respondió éste.

El coronel lo miró, encendió un puro, se recostó sobre el respaldar de su silla y lo miró. Pasaron unos minutos y dijo:

–¿Y?

–Sabía usted que en realidad lo estaba investigando a usted mi coronel –Acotó George a lo que agregó: Mire estas fotos –Y le tiró un sobre con su contenido desperdigado por el escritorio. Al coronel le temblaban las manos.

–Suponiendo que así fuera –acercó su cara a un palmo del especialista–, y conste que no se. ¿En que me beneficiaría con eso? –El coronel tiró su cuerpo hacia atrás recostando su espalda sobre el respaldar y lo miró.

George se rió. Se estiró y asió con una mano un portarretrato que tenía el coronel arriba de su escritorio.

–¿Su esposa? –Pregunto tocando con un dedo el vidrio del retrato–. Bonita –¿No se llamará Faghira por casualidad?

El coronel palideció.

–¿Su esposa sabe? –Insinuó el analista depositando el portaretrato de nuevo en su lugar– ¿Qué dice el Corán respecto el adulterio?

Luego de un momento.

–¿La tienen ustedes, esta bien?

–Coronel –Dijo George– Si usted me dice donde se halla Abass ambos nos benficiariamos –Encendió otro habano.

–¿Cómo?

–No le gustaría representar a los chiítas en el parlamento? –y dijo a continuación George–: Tengo entendido que posee ascendencia chiita. –Ahora era George quien se recostaba sobre el respaldar de su silla–. Mire coronel, mejor aún; si me dice donde está Abass usted podría beneficiarse con ser el presidente de Irak –A lo que agregó–: No soy hombre de faltar un juramento. Y si lo hago lo cumplo.

El coronel pareció meditarlo, luego dijo "¿Me permite?" George le alcanzó la cajetilla de habanos. Lo miró un rato y saboreó uno sin mencionar palabra. Lo escrutaba. Luego, dijo:

–El que busca se encuentra en Tarik, a unos 10 kilómetros al norte por la ruta antigua –Y agregó–: Recuerde yo no se nada ¿entendió?

–Por supuesto coronel, por supuesto –Dijo levantándose y yéndose de su despacho.

 

Tiempo actual . Tarik, Irak.

Un drone sobrevolaba la grandes extensiones del norte de Tarik cuando divisó un vehículo destartalado yendo por una ruta secundaria. Lo siguiente que aconteció fue una gran explosión.

–Objetivo cumplido –Recibió en concordancia la Casa Blanca.


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** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

María

               

–Bueno, ¿Estas lista? –Mencionó el hombre mirándola a los ojos detrás de la videocámara.

–Sí –Respondió la mujer.

–En 3, 2, 1.. –He hizo un gesto con el dedo hacia ella– Adelante.

 

–Me llamo María –Dijo ella a la cámara; dio una pitada al cigarrillo y expulsó el humo. Dejó pasar unos segundos y luego de saborearlo lo apagó en el cenicero–. Tengo 22 años y no estudio nada –Se rió; luego con la mano derecha se limpió la cara. Había llorado–. Bueno no estudiaba –dijo a continuación–, no me dio por ahí –. Volvió a tomar la cajetilla de cigarrillos, encendió otro, a continuación volvió a mirar hacia la cámara– Lo mío eran la discotecas, los muchachos, lo que piensa una joven a los 15 años ¿que va a pensar una? – tiró su cabeza hacia atrás y cerró los ojos en tanto lo aspiraba. Luego abrió sus ojos y los volvió a fijar en el lente de la cámara– ¿qué va a querer? –Ahora si miraba fijo a la cámara–. Tengo una niña de 4 años; soy una madre soltera sin estudio y sin nada con un papel duro que viene desde el colegio, porque a mi me pasa una cosa igual que a mi madre: soy de luchar para salir adelante –el rimel se le había corrido dando una imagen distorsionada del gesto de su cara–. El hecho que yo no sepa hacer las cosas no me imposibilita el hacerlas –Se recostó hacia atrás haciendo que su silla se bamboleara sostenida en las dos patas traseras–. Yo no tengo miedo cuando las hago, no en ese momento, claro, cuando llego a casa a me vienen todos juntos –Se acomodó su melena, y se limpió la nariz roja de tanto llorar–. En la noche cuando estoy acostada, cierro los ojos y el miedo se presenta con toda su crudeza –Se detuvo un momento, volcando el contenido de la grapa, la bebida que tenía sobre la mesa, en el vaso; bebió un trago y volvió a encender otro cigarro, luego de aspirarlo miró de nuevo hacia la cámara–. De momento no. –¡¡Pum!!golpeó la mesa con la mano cerrada–. Es que me voy para adelante sola; eso es de herencia –Se rió ante la cámara y luego volvió a ponerse seria–. Igor era mi pasión. El era mi jefe, lástima que yo era muy chica por ese entonces. ¿Es que no hay más cigarrillos? –Grito mirando hacia el costado, fuera de la visión de la cámara.

Le alcanzaron una cajetilla nueva. Se bebió un trago y fumó un porro. Luego de ciertos minutos miró hacia la cámara.

–Con pantaloncitos iba yo porque siempre he ido de mayor –Sus ojos brillaban por acción de la droga–. Me compraba la ropa más cara, todo de blanco pues me gustaba la ropa de mayor –. Siempre he sido muy chiquitilla; la pintura siempre me ha quedado grande –Volvió a reírse–. ¡Vamos! si siempre me vestían de mayor –Su mano derecha le comenzó a temblar–, iba yo con mis pantalones, no se me olvidara jamás –Se inclinó hacia la mesa y entre su cara angulosa y los ojos saltones daba la impresión de que ella se caía dentro de la ropa–. Fue el día de la entrevista. –Se rió y le vino un ataque de tos– La entrevista, si –Volvió a reírse–. Termine contratada como empleada de ropa femenina y aún no tenía 18 años; faltaban meses para ello– Vinieron y me sacaron toda la camisería; decían que vendía mucho. ¡Cabrones! –La videocamara seguia filmando–. Sobre todos los hombres. Todos venían a mi –Ella puso ahora cognac en el vaso y suspiro–. Se quejaron. Mis compañeras se quejaron. Que acaparaban argumentaban. ¡Caraduras! Bien que se dejaban manosear –Volvió a encender un cigarrillo para luego centrar sus ojos azules hacia el objetivo de la videocámara–. Yo vendía mucho, sobre todo a los hombres –Hizo un un chasquido con los dedos–, ¡así!. Me llevaba de comisión una bien grande pero la envidia y las cosas, porque yo no creía que nadie se te podría acercar fue demasiado –Se tomó su tiempo en continuar, se lió un porro lo fumó lentamente. Rato después volvía a mirar a la cámara–. Total, me despidieron. Y todo por una compañera que terminó siendo la que se acostaba con el Jefe en su oficina en tiempo de oficina. ¡Puta! –Se recostó sobre el respaldar de la silla y miró por un momento que se hizo eterno hacia la cámara. Seria–. Me fui después, trabajé en discotecas, pero mi madre no me dejaba en paz; total volví al negocio de la venta. Ahora era para ayudarla. ¿quiero otro trago? –Gritó. Enseguida le depositaron otra botella, ahora de tequila–. Total, mientras estuve con mi madre llevamos una raya de lo más mala. Mi padre.. –Suspiró, no sin antes zamparse un vaso de tequila completo–, mi madre ya no se quejaba de él pero pobrecita de mi, estabamos pasando una racha, de esas bien malotas porque nos han robado 203 veces. ¿Y si lo dejamos para otro momento? –María miró al que manejaba la videocámara.

–Bien –dijo éste –. Seguimos mañana a la misma hora –Giró la cabeza hacia el encargado de la iluminación, el de sonido, los maquilladores–. Todo el mundo fuera.

 

Al otro dia.

–¿Lista?

–Si.

–A cuenta de 3 –Dijo el cameraman–. 3, 2, 1.. Adelante –He hizo un gesto de asentimiento.

 

–Sobre la muerte yo no pienso mucho pero voy al cementerio –Expresó así María, aunque me cago viva en ellos; ¡Vamos! Una vez al año, en el Dia de los Difuntos y para limpiar el Panteón de mi madre y mi padre –Se pasó la mano derecha por el pelo lacio que le caía sobre la frente, y luego de un tiempo agregó–: No porque ellos hayan sido menos que nadie; pongo sus flores –Se hizo un tiempo eterno en que la videocámara siguió grabando y ella, María, estaba perdida en sus recuerdos fragmentados.

–Cerca de donde vivián mis padres había un chiquillo de 12 años que se llamaba Bebo –Se rió al recordarlo; encendió un cigarrillo y aspiró su primera bocanada. Tomó su tiempo y posteriormente acotó–: Que me miren y digan “Mira la María, la hija de la puta como va”. Fue el que me folló por vez primera. –Por vez primera su risa fue espontánea–. En el anonimato de un aparcamiento, apoyada sobre una pared, el Bebo me tenía con las piernas abiertas. No lo sabía hacer. Yo tenía 12 años por ese entonces. Jaja. Le terminé haciendo un pete –María se levantó y trajo otra petaca de tequila, siempre con un cigarrillo a medio terminar entre sus dedos–. Íbamos las 2. Mi madre y yo con dos bolsas al aparcamiento otro dia –Se rió–. Al coche lo habían robado. Había que verle la cara del taxista, cuando tuvimos que detener uno y decirle que nos llevara a casa. Jajaja –Dio una pitada a lo que quedaba del cigarro y acercó su cara al lente de la videocámara–. Era un poema la cara con que me miraba durante todo el trayecto. De esas, que te comen viva, por lo buena digo.

 

–Corten –Se escuchó decir en el estudio de grabación–. Mañana seguimos con la tercera toma.

–¿Quedó bien? –Preguntó ella. El gesto que recibió con las manos fue de los más elocuente. Perfecto.

 

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** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **